Gitanos rumanos huyen del tópico
La mayoría trabaja, no es nómada y apuesta por la inserción
Se llama Mirela, tiene 17 años, es gitana rumana. Como otras muchachas, acude a un curso para aprender a ser dependienta. Lo hace en la sede de Valencia de la Fundación Secretariado Gitano. Viste a la manera occidental, sin faldas largas u oros. La estética gitana de Europa del Este es heterodoxa. En parte, está ligada a diferentes subgrupos de individuos. Están los más tradicionales y los más modernizados. Los más cerrados son poco penetrables, raros de insertar. Los más abiertos entran y salen de las estructuras de la sociedad mayoritaria intentando engarzarse a ella.
Mirela contradice todo lo que ha opinado de su etnia Gianfranco Fini, presidente de la Cámara de los Diputados italiana. El antiguo líder de Alianza Nacional ha dicho en público que resulta imposible hacer nada con el pueblo rom. Según él, los gitanos del Este consideran "lícito" el robo, no trabajar y alquilar su sexo. Esta acusación tópica, más una oscura vinculación de gitanos rumanos con delitos y escándalo, ha sido esgrimida por el Gobierno de Berlusconi para intentar expulsarlos y ficharlos con huellas dactilares (menores incluidos). España ya ha advertido a Italia de que este acoso puede derivar a los inmigrantes hacia países del entorno.
En la provincia de Valencia hay unos 3.000 romaníes de Europa del Este
"Salimos de Rumania para intentar tener algo, como todos"
En España, también se les suele relacionar popularmente con aislamiento, violencia, incivismo, delincuencia y extorsión a menores. Sin embargo, Mirela, en un castellano que aprendió viendo la tele, lo intenta contrarrestar de un modo bastante lógico. "Mi familia vive de la chatarra, la recoge, la vende, es un trabajo que los valencianos no quieren. Yo vine con 14 años, salimos de Rumania porque allí no tenemos nada", dice. "Venimos para intentar tener algo. ¿No es lo mismo que buscan todos?", se pregunta.
La diferencia es que ellos, como colectivo, están perseguidos por un fuerte estigma de parias. "Sin embargo, muchos de ellos están haciendo esfuerzos reales por integrarse", indica José María Martínez, del Secretariado Gitano, técnico del programa de inserción para el pueblo rom. "Sólo en la Comunidad Valenciana hemos mantenido contacto con unos 400 gitanos rumanos y búlgaros, y hemos encontrado pocos ejemplos de delincuencia o de explotación de menores. Pero esos casos, cuando se dan, generan mucho conflicto y acaban intoxicando al resto", añade.
Según José Sánchez, responsable de Empleo en el citado secretariado, "puede haber unos 50.000 gitanos del Este en nuestro país, y una parte importante han venido para quedarse". En la provincia de Valencia, la cifra comprendería los 3.000 individuos. En Madrid, se calcula que hay unos 20.000 (los rumanos, con 170.000 individuos, son el grupo de extranjeros más numeroso de la región). Según José María Martínez, "predominan aquellos que muestran buena adaptabilidad al sistema". "Lo que sucede es que están diluidos y no los relacionamos con lo que se percibe como gitanos del Este", añade.
Marius, por ejemplo, es uno de esos roma que se ha abierto camino. Es evangélico y lleva largos años en nuestro país. "Hago de chófer para gente que trabaja en el campo, tengo mis permisos, pago el alquiler", expone. "En España no se vive del cuento, no se puede: yo trabajo 60 horas a la semana".
Quizás la ofensiva contra los rom en Italia pueda sugerir el traslado a España como una posibilidad mejor. "No creo que vengan más", explica Marius. "Los gitanos nos fijábamos en España y Valencia porque tenían imagen de acogida. Ahora se sabe que no es así". Tanto Rumania como Bulgaria forman parte de la Unión Europea. Una moratoria pone trabas a que sus ciudadanos puedan trabajar en España por cuenta ajena hasta 2009.
Pero los que están, si pueden, no se van. Según Martínez, "un 70% de las familias roma ya tiene a sus hijos escolarizados en España". "Aquí, al menos, esperan tener una oportunidad", dice Miguel Monsell, de la entidad Cepaim y del Observatorio Lungo Drom, un programa europeo que ha analizado la presencia gitana inmigrante en la costa mediterránea. "La mujer es la responsable de la escolarización, el mayor motor para la inserción". También es la que mendiga, sola o con niños, cuando se da el caso. "Los que más han venido son personas entre 20 y 39 años", precisa Monsell. "Los más jóvenes tienen mejor inserción", expone.
"Hay un 1% con estudios universitarios, y el 10% con el equivalente a la Formación Profesional", matiza. Aparte del de los gitanos del Este, no existe otro colectivo europeo en el que la conducta de su parte más marginal sea asumida como algo natural y consustancial. Algunas de ellas resultan especialmente anacrónicas, como las espantosas bodas infantiles, que han permanecido de algún modo en los estratos renuentes a la inserción.
En la playa, otras familias rumanas recogen su chatarra. Vasil, 25 años y 5 hijos, tiene coche y hace continuos viajes para llevar hierro a los compradores. El kilo se paga a 20 céntimos. Se suele conseguir entre 15 y 20 euros al día. "Al final no sirve querer integrarse", dice Vasil. "No tenemos ganas de hablar, ni de comunicarnos". ¿El motivo? "Los días pasan, y todo va a peor", concluye.
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