12 años esperando un fallo por la desidia del juez
Si esperar años y años a que se celebre un juicio causa irritación e impotencia, más exasperante aún es que, cuando por fin éste se celebra, el juez se bloquee y no dicte la sentencia.
Por extraño y esperpéntico que parezca es lo que le ha sucedido a Jesús Salvador Márquez, granadino de 41 años, y a otros ocho compradores de casas estafados hace ya 12 años con sus hipotecas. Todos ellos adquirieron las viviendas en 1995 en una urbanización de Alhendín (Granada) y de la noche a la mañana, por un chanchullo entre el promotor y el director de un banco, se encontraron con que, o pagaban -pero no una sino dos hipotecas- o perdían sus casas y el dinero que habían adelantado. "Tuve que pedir ayuda a mi familia; o pagaba o me quitaban la casa y la subastaban, y yo no tenía culpa de nada", cuenta Jesús, casado y padre de dos hijos, y todavía inmerso en su dilatada pesadilla con la justicia.
"O pagaba lo que me pedían o subastaban mi casa", recuerda uno de los estafados
Hartos de esperar, los damnificados aceptaron un acuerdo con el banco
En abril de 1996, los afectados interpusieron una querella por estafa contra el constructor y el director del banco que les impuso la doble hipoteca fruto de un oscuro acuerdo entre ambos. Agobiados, escogieron la vía judicial para solucionar el problemón que les había caído encima. Pero el tiempo les ha demostrado que judicializar ese asunto fue lo peor que podían haber hecho. La querella se pasó casi cuatro años muerta de risa en las estanterías del juzgado instructor de Granada. "Lo único que hizo el juez fue congelar cautelarmente el pago de una de las hipotecas, pero los años pasabas y ni podíamos vender las casas ni hacer nada con ellas, porque el tema estaba sub iúdice", señala Jesús.
En abril de 2002, seis años después de la querella, por fin se celebró el juicio en el Juzgado de lo Penal 1 de Granada, que sentó en el banquillo a los estafadores. Aunque a la postre, de poco iba a servir aquello. Lo peor estaba por llegar.
Los afectados testificaron en el juicio y en general salieron de allí contentos tras observar en el banquillo a los autores de sus quebrantos. Sólo faltaba, pues, que el juez redactara la sentencia. Pero pasó un mes, y otro, y otro... y ni rastro del fallo judicial. La espera se hizo eterna. Resultaba todo tan incomprensible, que Jesús se sentía como el protagonista de la genial obra teatral de Samuel Beckett Esperando a Godot. Un juicio sin sentencia. "Estás pendiente de una sentencia para poder enfocar tu vida personal y familiar y ves que no sale. De vez en cuando, harto de esperar, le preguntaba al abogado. Me decía que él tampoco entendía lo que pasaba".
Los abogados, tras dos años esperando sin éxito el fallo, denunciaron el caso al Consejo del Poder Judicial. La inspección del órgano de gobierno de los jueces visitó el juzgado y vio el berenjenal reinante. Propuso suspender de funciones al magistrado (y así se hizo) por desatención a los usuarios. Tiempo después el mismo juez volvió al juzgado, pero siguió sin poner ni ésta ni otras muchas sentencias que tenía pendientes. El Consejo terminó apartándole del juzgado definitivamente y nombrando a otro titular.
Mientras, Jesús y los demás, con el problema a cuestas. Pero tampoco eso solucionó nada. El nuevo juez no podía resolver ese pleito, fallarlo, porque él no había celebrado el juicio, y es legalmente obligatorio que sólo el juez que celebra un juicio lo sentencie, nunca otro.
En febrero de 2006, la Audiencia Provincial de Granada ordenó repetir la vista. Pero en su resolución dejó entrever algo inquietante. Cabía la posibilidad de que el delito de estafa, luego de tantos años transcurridos, hubiese prescrito. Después de casi 12 años de retraso, y con esa espada de Damocles, volvió a fijarse otra fecha para el nuevo juicio. "Te sientes impotente, no sabes a quién acudir", se lamenta Jesús.
El mismo día en que se iba a celebrar por segunda vez el juicio, el constructor y el banco ofrecieron un acuerdo extrajudicial a los estafados para evitar la vista. El banco se comprometía a liberarles del pago de la segunda hipoteca. Y aceptaron.
"Yo ya no creo en la justicia, acudí a ella y no me ha solucionado nada. ¿Para qué tantos años de disgustos y retrasos?, se pregunta. "Si llego a saber lo que me esperaba, con los ojos cerrados habría aceptado cuando, al principio, el banco me propuso que yo pagara un 25% de la hipoteca y que él se hacía cargo del 75% restante. Mi hipoteca no era muy grande. Al menos me habría ahorrado muchos calentamientos de cabeza y minutas de abogados y procuradores. Todo este lío me ha supuesto tener que pagarle al abogado casi 12.000 euros de más", añade.
Justamente, esa cantidad es la que Jesús -dado los inservibles mareos que le ha acarreado este pleito y las dilaciones, por no mencionar la inédita sentencia- ha pedido como indemnización al Ministerio de Justicia. El Poder Judicial ha dado la razón a Jesús: en su caso se ha producido "un funcionamiento anormal de la administración de justicia" que debe ser indemnizado.
Pero la cosa no ha terminado todavía. "Mi abogado no me ha dicho si el ministerio se ha pronunciado o no aún. A estas alturas, con tanto daño moral, la única conclusión certera que he sacado es aquella de que 'más vale un mal arreglo que un buen pleito".
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