Lo más de lo más
El tópico dice que los barceloneses somos poco dados a maximalismos. Esto no es bueno ni malo, simplemente es mentira. Al estigma de pertenecer a una nación permanentemente preocupada por definir con precisión su identidad, se une una verdadera pasión por el récord de estar por casa. ¿Quién no ha discutido, en un vermut dominical, por saber dónde ponen las mejores anchoas? Nos hemos preocupado por tener la catedral más estrambótica del planeta. Nos hemos dejado de hablar por no coincidir en dónde ponen el mejor café. Nos ufanamos de tener una de las calles más caras de Europa, de recibir más turistas y de haber organizado los mejores Juegos Olímpicos de la historia. Así pues, demos un somero repaso a la ciudad en cifras.
Sin duda, la calle más larga y ancha es la Diagonal, mientras que la calle más estrecha es la de las Mosques, en el Born. Las más cortas, durante mucho tiempo fueron las de Dubte, entre Príncep de Viana y Cendra (hoy convertida, por azares del urbanismo, en la plaza más pequeña de la ciudad) y la de Micó (engullida por la plaza de Sant Miquel). Así pues, esta categoría la ostenta actualmente el callejón sin salida del Tonell, en la calle Ample. Seguida de callecitas -verdaderos bonsáis edificables- como las de Segovia, Riera de Sant Joan, Llebre o la Baixada de la Canonja, que podrían competir -como propone mi amigo Salvador Gurrucharri- en la modalidad de calle sin entrada a vivienda alguna.
En lo tocante a calles más antiguas, ganan por goleada las dos vías romanas: el decumanus (calles del Bisbe, de la Ciutat y de Regomir) y el cardo (calles de la Llibreteria y el Call). Cosa más peliaguda es saber cuál de las actuales conserva una denominación más antigua. Entre otras, las candidatas a disputarse este puesto serían las calles dedicadas a linajes poderosos de la Edad Media, como Grunyí (corrupción fonética del apellido Grony), Gignàs (apócope de Guillem Nas) o Bellafila, todas ellas con su nombre actual ya en el primer padrón elaborado en 1363. Aquí incluso podría proponerse la categoría de calle fantasma, liderada por el tramo de la Riera d'Escuder, entre las calles de Daoiz i Velarde y Canalejas, en el barrio de Sants, seguida de cerca por la calle de Cagar-hi -detrás de la fundición de cañones de la Rambla de Santa Mònica-, que lleva años sin placa, cerrada con rejas y convertida en una especie de almacén de equipos de aire acondicionado.
En el apartado de parques, el más grande es el Güell, con cerca de 18 hectáreas; el más antiguo, el Laberint d'Horta. Y la plaza más grande es la del Fórum, con 150.000 metros cuadrados. Asimismo, la fuente pública más veterana es la de la plaza de Sant Just, y los edificios más altos, las torres Arts y Mapfre, con 154 metros. En contraste, la casa más pequeña es la del Botxí, en la plaza del Rei, y la vivienda particular más antigua, el número 6 de la calle de Sant Domènec del Call, muy inclinada como consecuencia del terremoto de 1428. A su vez, la decana de las casas que muestran en la fachada el año de fundación es la estampería de la plaza del Pi (1342), seguida por el bar La Plata, en la calle de la Mercè, con fecha de 1548.
Termino informando de que la estación de metro más honda es la de Ciutat Meridiana, en la línea 11, a más de 30 metros de profundidad; el bar más pequeño es Los Baskos, en la calle de las Ramelleres, y la manifestación menos concurrida fue convocada en Internet el año pasado, para protestar en la plaza de Catalunya por las averías de los trenes de cercanías: sólo fue una persona, rodeada por tres furgones de los Mossos d'Esquadra. Eso sí, las mejores anchoas las siguen poniendo en la bodega Filomena. ¡Y punto!
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