Pasotes

Encontraba un poco boba y nada convincente la campaña publicitaria destinada a lograr algo tan históricamente improbable como que los chavales no se embolinguen hasta las patas. Aparecía un adolescente balbuceante, de voz pastosa, a punto de coma etílico, dándole conmovidas gracias a sus tolerantes padres por la sagrada libertad que les habían otorgado siempre. Los muy puestos joveznos a los que persiguen las cámaras del programa Comando actualidad (TVE-1) en su fiebre etílica o química de la noche del sábado tampoco se expresan como Demóstenes, pero al menos entiendes mínimamente lo que sale por su boca.
Los rastreadores de los delirios sabatinos van siguiendo al Samur (trabajo épico el suyo, no es de extrañar el vértigo mental que invadía a Nicolas Cage en Al límite) y a la policía para ejercer notaría de las agresiones, accidentes, delirios, vómitos y sobredosis de pastilleo que amueblan la madrugada. Y habiéndome pasado media existencia viendo amanecer en la calle, me pregunto si aquellas movidas y su atmósfera eran tan sórdidas y feas como lo que aquí me muestran. Probablemente. Seguro. Pero las copas, el sexo, las sustancias, lo de siempre, las esencias ancestrales de la noche, podían disfrazarlo todo. Menos el siempre temible resacón.
Imagino que la progresista Cuatro se ha propuesto constatar su solidaridad con el Día del Orgullo Gay ofreciendo en Callejeros un reportaje titulado 'Estrellas fugaces, los jornaleros del espectáculo'. Pero lo que veo y escucho es patético, cutre, kistch, deprimente. Un desfile de frikis sin gracia, travestidos y transexuales con vocación de folclóricas, imitadores lastimosos de las raciales Pantoja, Jurado y Flores, perdedores y supervivientes sin una pizca de redentor atractivo.
El ritual porno del Plus tampoco me entretiene. El nivel estético de las actrices está bajo mínimos. La noche anda cruda en la tele. ¿Solución?: el DVD de El apartamento.
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