Infanto, Burleta y Sardinero vuelven a moler

En el capítulo octavo del Quijote, Cervantes contó la aventura más célebre de la novela: la embestida de don Quijote contra los molinos, "treinta o pocos más desaforados gigantes".

Cervantes, que al principio de la novela no había dicho cómo se llamaba el pueblo del hidalgo, tampoco quiso acordarse del nombre del lugar donde se encontraban los molinos.

El resultado, cuatrocientos años después, es que varios pueblos manchegos compiten por ser el de los molinos, aunque en este campeonato haya, según los estudiosos, un claro finalista, porque muchos coinciden en que el escritor se inspiró en la sierra de Campo de Criptana, un cerro por cuya ladera meridional se extiende buena parte de esta pujante villa ciudadrealeña. Entre otras fuentes, los especialistas suelen citar las Relaciones topográficas de los pueblos de España que mandó hacer Felipe II, en las que se decía que "hay junto a la villa muchos molinos de viento"; y también el Catastro de Ensenada, de mediados del siglo XVIII, que dio el número exacto de "treinta y cuatro molinos harineros andantes".

Sea como fuere, la noticia es que los 15.000 habitantes de Campo de Criptana están de enhorabuena porque el pasado 22 de junio, tras una minuciosa restauración que incluye la maquinaria original del siglo XVI, se pusieron en funcionamiento los tres molinos históricos. Era la primera vez en muchas décadas que Infanto, Burleta y Sardinero (como los barcos y los aviones, los molinos tienen nombre propio) hacían girar simultáneamente sus aspas para la molienda.

A partir de ahora, los primeros domingos de mes se repetirá esta operación con las miras puestas en que para abril de 2009 puedan verse en marcha una vez por semana y en algunas ocasiones especiales. Todo comenzó cuando el Ayuntamiento de la villa buscó financiación para restaurar los famosos molinos y la encontró en la Fundación Caja Madrid.

Cilindros blancos

Basta con acercarse a estos recios cilindros blancos, observar su porte y visitar su interior para admirar no sólo a Don Quijote, que se atrevió con ellos desde fuera, sino también a los molineros que los gobernaban desde dentro. Alrededor de los molinos llama la atención la era circular, un espacio que se mantenía despejado para girar el cono de la cubierta y, con él, las aspas, orientándolo en función del viento. Esto se hacía gracias al palo de gobierno, un mástil que sale desde el interior de la cubierta, por el lado opuesto a las aspas, y llega hasta el suelo en el borde de la era. Dado el peso de todo ello, esta faena se reservaba para un borrico.

A través de los 12 pequeños ventanucos que se abren a todos los puntos cardinales, el molinero averiguaba la procedencia del viento y decidía la orientación de las aspas.

Lola Madrid, de estirpe de molineros, que a sus 74 años preside la Asociación de Hidalgos Amigos de los Molinos, hace el catálogo de los vientos: "Cierzo, ábrego mediodía, ábrego hondo, toledano (porque sopla de la parte de Toledo, claro), solano fijo, matacabras, solano mediodía, moriscote y solano hondo. Los otros tres vienen de Andalucía, y Andalucía no trae viento. Sólo calor".

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