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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Irina Baronova, bailarina de ballet

Era la única superviviente del trío de las 'baby ballerinas' de Haskell

La gran bailarina rusa Irina Baronova murió el 28 de junio en su casa de Byron Bay (New South Wales, Australia) a los 89 años mientras dormía. La noticia la hizo pública anteayer su hija, la actriz Victoria Tennant. Había nacido en San Petersburgo el 13 de marzo de 1919, en el seno de una familia aristocrática que emigró a París, pasando por Rumania, en un periplo que duró de 1920 a 1928, a raíz de los acontecimientos posteriores a la Revolución de Octubre. Ya en la capital francesa, su madre la llevó al aula de ballet de Preobrajenskaia, otra gran estrella petersburguesa y valedora del antiguo estilo y las maneras de la Escuela Imperial y del Ballet de la Ópera del Teatro Marinskii. Hizo una carrera de 15 cortos años de escena y se retiró en 1946 al cumplir 34, ante los lamentos de balletómanos, seguidores y críticos. Estaba en plena forma, era aún maravillosamente lírica y pasional según necesitara el papel, pero ella no quiso seguir sobre las tablas. Cientos de páginas se han escrito sobre su belleza, sus rasgos icónicos, su clasicismo esencial y su virtuosismo. Volvió por primera y única vez a Rusia en 1995.

La leyenda biográfica de Baronova siempre ha escrito que fue descubierta en 1930 por George Balanchine en esa clase de ballet de Preobrajenskaia, un magro salón alargado con el suelo mugriento, oloroso a tabaco negro de liar y con un piano vertical "que hablaba solo de tan desafinado que estaba"; pero aquel espacio era al mismo tiempo un crisol mágico de hacer arte. Aquello sucedió cuando Irina tenía entre 11 y 12 años, y Balanchine buscaba debutantes para los bailables de la opereta Orfeo en los infiernos. Entonces, el pope de la crítica de ballet parisiense, André Levinson, la vio en escena y escribió premonitoriamente: "La sensación de esta noche fue esa muchachita tan joven llamada Baronova".

Enseguida, pasa a la plantilla de los Ballets Russes de Montecarlo (1932) donde permanece hasta 1940, en que se funda en Nueva York el Ballet Theatre (después American Ballet Theatre, ABT). Ya se había dado a conocer en todo el mundo en giras por toda Norteamérica, Australia, América Latina y Europa. Así se armó el trío de las baby ballerinas, estrellas rutilantes de la época: Tamara Toumanova y Tatiana Riabouchinskaia (esta última también recientemente desaparecida) eran las otras dos, y así las vio por primera vez María de Ávila en el Gran Teatre del Liceu y siempre recuerda que apoyaba su mano en la barra de ballet en el mismo sitio donde antes lo habían hecho las míticas chicas rusas. El apodo al trío lo inventó otro crítico de ballet célebre: el londinense Arnold Haskell. Las alumnas de Probrajenskaia podían hacer series de fouettés interminables, y en Jeux d'Enfants de Massine, Toumanova y ella competían en la mítica escena de la casa de muñecas. Esto se repitió después en Baile de graduados, de David Lichine, y se ha hecho un verdadero mito clásico de tal recurso escénico. El Colonel de Bassil (Vassily Voskressenski), director de los Ballets Russes, la cuidó como una hija desde el principio.

En 1940 participó en el filme de Hollywood Florian y en 1943 en Yolanda, siendo su matrimonio con Cecil Tennant el que precipitó su retirada, un agente teatral inglés del que enviudó en 1964. Desde 2000 vivía con su hija en Australia.

Irina Baronova tenía tal capacidad bailable, era tan dúctil, que se convirtió en la intérprete de un montón de piezas experimentales y de vanguardia de Balanchine, Leonidas Massine y Bronislava Nijinska, además de actualizar el sentido interpretativo de papeles como el de Aurora en La bella durmiente. Piénsese que hizo su primer cisne, Odette, a los 14 años, teniendo como partenaire a Anton Dolin. Y Balanchine crea sus Ballets 1933 llevándosela a su compañía. Baronova fue la creadora en escena de Les presages de Massine y de muchos ballets señeros del gran repertorio del ballet del siglo XX.

Se la recuerda asimismo como una de las mejores intérpretes de Las sílfides, de Michael Fokin, con quien trabajó también muchos años. Su Lisette de La fille mal gardée es parte del parnaso del gran ballet. Baron la retrató tanto en el sueño de sus zapatillas de punta como en grandes palacios de ensueño.

Irina Baronova.
Irina Baronova.ASSOCIATED PRESS

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