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Columna
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Continuidad

Tanto en su forma de gobernar como en su forma de dirigir al Partido Socialista, Manuel Chaves es una persona previsible. Es un hombre prudente y moderado al que le gusta meditar y consultar sus decisiones. Aquel que quiera audacia o sorpresas debe buscar en otro lado. El camino que le ha llevado a tomar la decisión de volver a presentarse a la secretaría general del PSOE de Andalucía está asfaltado de su manera de actuar, con una lealtad absoluta a su partido y con un deseo de no levantar ampollas. Así gobierna Andalucía y así dirige el PSOE. Y por ahora no le va mal, porque lleva 18 años al frente de la Junta y algo menos al mando del socialismo andaluz. No creo que en su ánimo haya estado ni el deseo de acumular poder ni ambición alguna, capítulo del que el Presidente de la Junta anda más que sobrado. Es seguro que ha sido su intención dejar la secretaría general en manos de alguien que comparte sus características en la gestión, Luis Pizarro. Ha consultado, ha visto que podría generar algún problema y ha decidido seguir, por mucho que no le pudiera apetecer. Es probable que proponga un ascenso de rango de Luis Pizarro para que todos sus compañeros tengan claro que quien lleva el día a día de la organización es el alcalaíno y que se mantenga en el puesto para evitar susceptibilidades. Ya se sabe que hay gente reacia a los cambios ante la posibilidad de perder estatus. No estoy seguro si es bueno para Andalucía que continúe la fórmula actual. Parece que a nuestra comunidad no le ha ido mal en estos años, aunque siempre es preferible anticiparse a los cambios e introducirlos uno mismo antes de que las circunstancias obliguen. No creo que en la continuidad de Chaves haya influido el recuerdo de la época tormentosa del duelo Carlos Sanjuán-Rodríguez de la Borbolla. Fueron otros momentos y el PSOE no vive ahora una lucha general por el poder como la de aquella época. Puede haber problemas en Málaga y en Sevilla, pero se circunscriben a ambas provincias y Chaves ha tenido la precaución de integrar en su gobierno a representantes de los dos sectores enfrentados de ambas. Nadie discute hoy día el liderazgo del presidente de la Junta dentro de su partido. Ni en público ni en privado. El poder es una argamasa fantástica y los ocho años vividos frente a Aznar más las épocas pasadas en Andalucía han vacunado a los socialistas frente a las luchas cainitas. Así que el carácter de hombre tranquilo de Chaves y las victorias electorales de los socialistas hacen de este partido un balneario. Ya se verá en los congresos federal y regional, donde la contestación a la gestión de las ejecutivas salientes será mínima, si la hay. Y vendrá motivada más por el reparto de poder que por la discusión sobre las estrategias políticas. Incluso es posible que la lucha por el reparto de poder tenga un componente más territorial que político en ambos casos. Ni siquiera los que hayan puesto pegas a la solución Pizarro para la secretaría general pondrán reparos a que sea elegido vicesecretario. Pensarán que su situación personal, al menos, no se verá alterada. Es positivo que en el congreso regional se vea a una nueva generación de dirigentes socialistas escalar peldaños en la organización para que se aprecie una alternativa a medio plazo, cosa que hoy no se atisba ni en el Junta ni en el PSOE porque quienes están al frente son de la misma quinta. Situación distinta es la de los enfrentamientos internos en Málaga y Sevilla de los que todavía no tenemos noticia de su origen, más allá de banderías y sectas particulares. No se sabe si hay un proyecto diferente, porque los grupos en liza dicen apoyar a Zapatero y a Chaves. Por último, suena grotesco escuchar que la continuidad de Chaves es el reflejo de un proyecto agotado en boca de quien pierde elección tras elección desde que jugaba al baloncesto en Olvera. Hay que echarle de comer a los leones y no queda otra que criticar al adversario con razón o sin ella. Aunque sea de manera reiterativa o cansina y así cubrir el expediente. Aceitunita comía huesecito fuera.

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