Zimbabue vota bajo amenazas
El presidente Robert Mugabe será reelegido por aclamación en unas elecciones marcadas por los matones del régimen y el miedo a las represalias
Robert Mugabe, de 84 años, culminó ayer su desafío a la comunidad internacional y forzó la celebración de una farsa electoral para hacerse reelegir como presidente de Zimbabue. Mugabe fue el candidato único, y las milicias progubernamentales recorrieron los pueblos exigiendo a la gente que votara. Sin embargo, la gran mayoría de zimbabuenses dieron la espalda a Robert Mugabe, el que fuera héroe de la independencia reconvertido ahora en déspota, y se quedó en casa.
El ganador de la primera vuelta que se celebró hace tres meses, Morgan Tsvangirai, se retiró hace una semana por la ola de violencia, aunque su nombre seguía ayer en las papeletas.
En la segunda mayor ciudad del país no se ve a casi nadie en las urnas
"Esto es una vergüenza. Todo el mundo sabe que ganó la oposición. ¿Por qué no lo reconocen de una vez y nos permiten respirar?". Freddy tiene 34 años y está exhausto porque debe lidiar como todo el mundo aquí con una inflación surrealista que los expertos estiman ya en 14.000.000%, el 80% de paro y la violencia cotidiana de los más fanáticos del partido del régimen. Pero ayer Freddy no se dejó amedrentar y se quedó en casa. Ésta fue la tónica generalizada, al menos en las ciudades y en el oeste del país: nunca se encontraba a nadie en los improvisados colegios electorales. Sólo policías.
En la primera vuelta, las elecciones fueron casi democráticas y el régimen, herido y desconcertado, retuvo durante casi cinco semanas el resultado favorable a la oposición. Pero es probable que el Gobierno difunda hoy mismo los datos de esta mascarada de segunda vuelta con un único candidato y mucha violencia.
Mugabe planea asistir el mismo lunes en Egipto a una cumbre de la Unión Africana, organismo que se ha mostrado muy crítico con la actitud del caudillo ante los comicios. La UE, Naciones Unidas, EE UU e incluso la SADC -agrupación de 13 países surafricanos, entre ellos Zimbabue- han desautorizado las elecciones reconvertidas en plebiscito.
El resultado oficial está cantado: Mugabe será reelegido por aclamación. Ni los datos de participación ni los votos que se difundan tendrán esta vez ninguna credibilidad porque el régimen negó la acreditación a la gran red de observadores que en la primera vuelta hizo más difícil el fraude al desplegar agentes electorales en casi el 85% de las mesas. Ahora no hay observadores, ni periodistas legalmente acreditados, y en las zonas rurales el acceso para los foráneos es imposible. Incluso los lugareños afines a la oposición han sido expulsados.
Los diplomáticos esperan votaciones cercanas al 100% en estas zonas sin más ley que la que dictan los matones del régimen. Las milicias progubernamentales se hicieron notar ayer incluso en barrios de Harare, según coinciden las agencias internacionales, con sus cánticos, sus amenazas y sus exigencias para llenar las urnas de votos de apoyo al líder.
El propio Morgan Tsvangirai -el ganador de la primera vuelta- volvió a recomendar a sus seguidores que votaran si se les amedrentaba porque el resultado de esta "farsa de intimidación masiva" no tendrá ningún valor. "No os dejéis matar", imploró antes de volverse a refugiar en la Embajada de Holanda.
En el oeste del país -el principal feudo de la oposición- la situación era de calma tensa. Bulawayo, la segunda ciudad de Zimbabue, 400 kilómetros al oeste de Harare, parecía una ciudad fantasma. Nadie en las urnas, pero tampoco en las calles. Ni siquiera policías, aunque éstos sí levantaron numerosos controles en las principales carreteras.
Los mismos agentes electorales enviados por el régimen para gestionar los colegios reconocían que en esta zona casi nadie se acercaba a las urnas. "Espero que en Masvingo
[un bastión de Mugabe, vetado a la oposición y a los observadores] logréis un 100% porque aquí no vota nadie", reconocía, hablando en shona con un compinche por teléfono móvil, el responsable de un colegio electoral en Lupane, 200 kilómetros al oeste de Bulawayo. Alrededor del parque natural de Huange era mucho más fácil encontrarse con animales junto a la ruta -monos, por ejemplo- que votantes.
Lola Pérez Carrasquilla, cordobesa de 61 años, vive en un convento en Dete, otra de las poblaciones diseminadas junto al campo. Lleva 26 años en Zimbabue y sigue enamorada de la gente de este país pese a todas las adversidades: "Son muy luchadores; hoy lo están demostrando de nuevo. Aquí te juegas la vida por desobedecer al régimen y nadie va a votar. Es una actitud muy valiente, similar a la de hace tres meses, cuando votaron en masa a la oposición". Lo que nadie tiene claro es si tanto heroismo servirá alguna vez de algo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.