El triunfo de la fiebre turca
El conjunto de Terim llevó la alegría y el caos a las apacibles Austria y Suiza
En las apacibles y, a veces, indiferentes Austria y Suiza, Turquía fue una fiesta permanente. Tanto por la marea rojiblanca de aficionados que le seguían como por el fútbol caótico e incandescente que le lanzó hasta los cuartos de final. Ahí cayó ante la eficaz maquinaria alemana, pero lo hizo a su manera: dando espectáculo. "Los turcos nos sorprendían desde su desorden", reconoció el centrocampista germano Rolfes descubriendo que Turquía había superado en todo al combinado alemán menos en el resultado. "Somos muy apasionados y tenemos mucho coraje. Merecimos ganar, pero hay que mirar al futuro", reflexionó el centrocampista turco Ayhan Akman.
La obsesión del seleccionador, Fatih Terim, era volver a colocar a Turquía en el mapa europeo. Y lo ha conseguido. Si el tercer puesto en el Mundial 2002 fue interpretado como un pasaje afortunado, este éxito puede considerarse como algo más sólido. Sobre todo, porque viene a confirmar la emergencia del Fenerbahçe en la Champions. Y porque Terim enseñó al mundo algunos futbolistas emergentes. Hamit Altintop, especialmente. El jugador del Bayern, de 25 años, empezó como un lateral derecho irrelevante, pero se agigantó cuando se adelantó al centro del campo. En Semih Senturk, de 25 años, se vio un delantero veloz, bullicioso y con instinto de gol. En Arda Turan, un pequeño talento de 21 años con un guante en el pie derecho. Y en Mehmet Aurelio, de 30, uno de esos brasileños nacionalizados con un campo de fútbol en la cabeza. El más conocido antes del torneo, Nihat, vivió su día de gloria con dos goles en los últimos minutos a la República Checa. Pero acabó lesionado y deberá pasar por el quirófano. Lo mismo que el central Servet, que tenía cinco lesiones diferentes y, aun así, Terim trató de convencerle para disputar el choque con Alemania.
"Somos apasionados y tenemos coraje. Merecimos ganar, pero hay que mirar al futuro"
Turquía fue creciendo con las adversidades. Y Terim se creyó Séneca cuando, tras sus mensajes motivadores, llegaba una victoria tras otra. "Einstein dijo que hay dos maneras de vivir: creer en los milagros y confiar en el destino o crear los milagros, no esperarlos. Yo he elegido la segunda", proclamó. Un pésimo arranque ante Portugal le sirvió para espabilarse frente a Suiza -primera remontada-, dar el golpe a la República Checa con la colaboración de un desafortunado Cech y disfrutar de la noche más dramática en Viena ante Croacia con una tanda de penaltis que resolvió el veteranísimo Rüstü.
"El fútbol es muy importante en Turquía. Hay 70 millones de personas a las que les interesa lo que pase en el campo de fútbol. Por eso tenemos que estar en estos torneos", explicó Terim, que tomó decisiones difíciles antes de la Eurocopa. Se dejó fuera de la convocatoria al ídolo de la hinchada durante tantos años, Hakan Sukur, y también prescindió de internacionales consolidados como Bastürk (Stuttgart) o Halil Altintop (Schalke). Prefirió en su lugar a un joven londinense, Colin Kazim-Richards, que ni siquiera sabe hablar turco, pero que le aportó esa irreverencia que transmitió su equipo. De paso, el apasionado entrenador, de 54 años, se ha ganado un suculento contrato en una de las grandes Ligas europeas, según él mismo anunció en el día del adiós de la arrebatada y festiva Turquía.
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