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Apuntes
Columna
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Universidades a la boloñesa

Los recientes artículos en estas páginas de Carlos Berzosa (9/6/2008) y Daniel Peña (16/6/2008), rectores de dos importantes universidades (la mayor de España, la Complutense, y la cantera oficiosa de altos cargos de Educación, la Carlos III) han venido a animar el lánguido debate sobre la reforma universitaria. Simplificando, son tres las posiciones adoptadas por los universitarios frente al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES): oposición frontal, aceptación entusiasta y aceptación crítica con la vía española.

Se oponen frontalmente al EEES quienes piensan que traerá consigo una mercantilización de las universidades que es ajena a sus verdaderos fines (generar y transmitir conocimiento) y quienes desean compatibilizar estudio y trabajo. Es una posición bastante común en la minoría de alumnos que se preocupa por el EEES y marginal en el profesorado, la mayoría del cual acepta que el EEES constituye "una oportunidad para fomentar la movilidad y la validación de títulos en un espacio europeo amplio" (Berzosa) mediante la organización en tres ciclos (grado, master y doctorado) y la medición del aprendizaje mediante un sistema común de créditos. Las diferencias entre entusiastas y críticos empiezan en la implementación de ese sistema.

El seguimiento individual exigiría recursos con los que no podemos ni soñar

Para Peña, un entusiasta del EEES con quien he tenido el gusto de compartir tareas de evaluación de titulaciones, el "sistema de créditos ECTS constituye una de las mejoras importantes: contabilizar la dedicación total real del estudiante a cada materia (...) y establecer métodos de control para asegurar que se verifica lo planificado". Lástima que olvide precisar Peña en qué consistirá dicho control, quizás en el uso de tecnologías de localización (webcams y sensores térmicos instalados en los lugares de estudio), en la medición de la actividad cerebral (encefalogramas), en declaraciones juradas validadas con polígrafos o, más probablemente, en el seguimiento de los trabajos que irá realizando el alumno a lo largo del curso y que vendrán a sustituir a los obsoletos exámenes.

Ahora bien, cualquiera de estos métodos de control requiere una inversión que ninguna Administración está dispuesta a asumir (y la Generalitat valenciana menos que ninguna, atosigada como está por su deuda rampante). Por ejemplo, en matemáticas, los mencionados trabajos consistirán, básicamente en la resolución de problemas y en el manejo de bases de datos (nada nuevo, por cierto). Mis colegas norteamericanos cuelgan en la Red, año tras año, la misma lista de problemas y sus puritanos estudiantes los resuelven individualmente, sin copiar ni pedir las soluciones a quienes cursaron la materia en cursos anteriores, algo inimaginable en estos pagos, donde el plagio no merece el reproche social.

Para preparar listas de problemas individualizadas y renovadas año tras año, y para corregir las respuestas, se requeriría una legión de ayudantes cuya contratación no podemos ni soñar. En mi opinión, la europeidad de los ECTS no garantiza su bondad (de Europa viene también la jornada laboral de 13 horas): ¿preferiría el lector que le operase un cirujano que se haya graduado superando exámenes u otro que se haya limitado a aprobar trabajitos posiblemente plagiados de Wikipedia o de El Rincón del vago?

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Todos hablan de la necesidad de mejorar la calidad de nuestras universidades hasta lograr su inclusión en los rankings internacionales, sin reparar en que los principales indicadores de calidad se basan en la producción investigadora (publicaciones y patentes), que se verá seriamente afectada por el esfuerzo extra del profesorado en el nuevo sistema de evaluación, a cambio de nada. Y eso sin contar con la creciente carga burocrática que venimos soportando. Por eso escribe Berzosa: "Hay que reconocer que el proceso de convergencia en nuestro país ha sido un despropósito. Y lo sigue siendo con actuaciones como las de la Agencia Nacional de Evaluación, Calidad y Acreditación (Aneca), que están inquietando a rectores, decanos y profesores. Hemos vuelto a caer en el vicio de este país, que es crear burocracia (...). Por estas razones digo sí a Bolonia, pero no de la forma que se está haciendo".

Creo que la Aneca, responsable de la evaluación de profesores y titulaciones, se tornó posmoderna tras la destitución al frente de la misma de mi colega y amigo Francisco Marcellán por la ministra Cabrera, pues forma sus comisiones con presuntos expertos en evaluación legos en la especialidad, quienes ponen el foco en aspectos formales en detrimento de los sustanciales (contenidos de planes de estudio y programas, práctica docente y producción científica).

Para ilustrar esta afirmación me referiré a la evaluación de un master con mención de calidad en matemáticas del que soy profesor. No había matemáticos en la comisión evaluadora, se nos obligó a cumplimentar datos absurdos en formato fijo (por ejemplo, hubo que declarar el lugar de publicación y el número de citas de artículos recientemente publicados en revistas incluidas en el JCR, ignorando que las citas llegan con un retraso mínimo de tres años) y a responder preguntas del tipo: "¿Cómo se regula la aprobación de actuaciones relacionadas con la prestación de servicios y la gestión de recursos de apoyo al aprendizaje?"

Preguntados los asistentes a la sesión pública por qué un 80% de los profesores del master se había abstenido de cumplimentar la encuesta, alguien encontró una respuesta diplomática ("el profesorado está cansado de la burocracia") que no ponía en peligro el informe favorable de la comisión a la solicitud de renovación de la mención de calidad. Comparto, pues, el diagnóstico de Berzosa: "parte del profesorado se encuentra desmotivado, cuando no enfadado por la burocracia. El proceso de Bolonia es atacado por una parte de los estudiantes y profesores, dificultado por otros desde arriba, y los que lo tienen que aplicar cada vez tienen menos ilusión en él. Se encuentra en verdaderas dificultades para tener éxito".

Miguel Ángel Goberna es catedrático de Estadística e Investigación Operativa Universidad de Alicante.

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