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Reportaje:

Los inventores del jazz gallego

Clunia celebra su 25º aniversario en el festival Imaxina Sons de Vigo

Antes de que existiesen los festivales especializados, los pocos músicos que se dedicaban al jazz no se formaban en el extranjero y casi no había bandas. Hace 25 años, en Galicia, la música improvisada era una gran desconocida. En 1983, en plena efervescencia pop, Clunia nació a contracorriente. Mañana (22.00 horas, Teatro Caixanova), un concierto de la banda pionera del jazz en Galicia abre el IV Festival Imaxina Sons de Vigo para celebrar su cuarto de siglo de existencia con el trompetista Matthew Lee Simon como invitado especial.

A finales de los años 70, el saxofonista Antonio Cal puso de nuevo sus pies en Galicia, tras emigrar para dar rienda suelta a la música que llevaba dentro. En A Coruña, aglutinó al contrabajista Baldo Martínez, al pianista Nani García y al batería Fernando Llorca y, juntos abrieron un camino inexplorado que hoy sigue vigente y va a más. Son el espejo en el que se miran los músicos del presente, nacidos como público de festivales que sí pueden elegir formarse en las escuelas que existen en casa antes de volar.

"Clunia fue nuestra escuela", sintetiza Baldo Martínez, ahora ocupado en proyectos de fusión de la música tradicional gallega y de sonoridades mediterráneas con el jazz y director artístico del Imaxina Sons. "Ahora se van con 20 años y regresan con una cantidad de información que no tendremos nosotros en nuestra vida; pero la experiencia es otra buena forma de aprender", reflexiona. Para muestra, no hay más que echar un vistazo a las trayectorias de los músicos gallegos de nueva hornada que les acompañan en el programa del Imaxina Sons: la batería Lucía Martínez, la cantante Terela Gradín, los guitarristas Marcelino Galán y Antonio Bravo y el contrabajista Paco Charlín.

El primer año de vida de Clunia fue mágico, recuerdan. Grabaron su primer disco, Clunia Jazz, recibieron premios por partida doble, al grupo y a Nani García como compositor, en el Festival de Donostia y, por si fuera poco, el pianista Tete Montoliu les bendijo como teloneros de uno de sus conciertos en Santiago. Con la complicidad del público y de las salas, hacían semanas enteras de actuaciones en clubes de toda España y eran bienvenidos en Portugal. Llegaron más premios, colaboraciones estelares como la cantante portuguesa Maria Jõao, visitaron otros festivales prestigiosos y hasta viajaron a la exposición Cinco siglos de arte español en París representando el jazz ibérico.

El grupo supo salir adelante tras la desaparición de Antonio Cal y compartir su estado de gracia con otros saxofonistas como Jorge Pardo y Tom Guillion, hasta integrar en sus filas, en fechas recientes, a Roberto Somoza, enlace con la siguiente generación de músicos. A pesar de que su último disco, Carpe diem, es de 1995, la actividad de la banda disminuyó considerablemente a partir de finales de los 80 al centrarse sus miembros en sus carreras en solitario. "Los años 90 fueron una caminata en el desierto para la cultura de este país", asevera Nani García, pionero también en su otro campo profesional como compositor y productor musical para cine y televisión. "Aunque mantuvimos nuestra amistad y siempre estuvimos dispuestos a continuar, es lógico que cada uno necesitase tirar por su lado".

Consolidados en sus otras facetas laborales, el grupo es una especie de refresco al que le ha llegado de nuevo la hora. En un horizonte, no muy lejano, se perfilan una gira y el quinto disco de la banda.

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