El héroe de los Celtics
Pierce, nacido en Los Ángeles y fanático del 'showtime', es el ídolo del Boston Garden y el mejor jugador de la final de este año
El niño que odiaba a los Celtics, que jugaba a ser Magic Johnson, que se levantaba cada día a las seis de la mañana para entrenarse sin el temor a que ningún grandullón le echara del Forum de Inglewood, es el capitán del equipo de Boston, el hombre que revolucionó la serie contra los Lakers y el MVP de la final en la que firmó una media de 21,8 puntos, 6,3 asistencias y 4,5 rebotes por partido. Se llama Paul Pierce y, después de diez años de profesional con la camiseta verde, ha logrado dejar atrás largos años de reveses y frustraciones. Acabó con los Cavaliers de Lebron James anotando 41 puntos en el séptimo partido de la semifinal de Conferencia, 27 en el sexto y definitivo en la final del Este ante los Pistons y fue clave en los cuatro partidos que su equipo ganó a los Lakers.
Varias puñaladas recibidas en un club nocturno casi acaban con su vida
"Recuerdo que crecí viendo los duelos entre los Lakers y los Celtics en un pequeño televisor, en casa de mi tío", cuenta Pierce. "Odiaba a los Celtics y disfrutaba con el juego de los Lakers y el showtime. Todos, entonces, queríamos manejar la bola como Magic, correr al contraataque como Worthy o tirar como Byron Scott". Destacó jugando en la Universidad de Kansas donde además se especializó en estudios de criminología. Elegido en el puesto diez del draft de 1998 por los Celtics, inició una carrera llena de dificultades porque la franquicia llevaba muchos años sin estar a la altura de su pasado. Para complicar más el asunto, en su tercer año con los Celtics, Pierce fue agredido en un club nocturno y recibió varias puñaladas que estuvieron a punto de acabar con su vida.
En sus diez años de profesional con los Celtics, Pierce se ha convertido en el segundo anotador más efectivo en la historia del equipo, con 23,1 puntos de media, sólo superado por Larry Bird, y también se convirtió en el jugador que más puntos anotó en una sola temporada en 2002. Pero esos galardones individuales no son nada para él, tampoco el premio al MVP. "No quiero mi número colgado junto a los Bird, Russell o Cousy si no ganó el título", comentó antes de la final. Cinco veces había disputado los playoffs pero nunca había llegado ni tan siquiera a la final. La pasada temporada sólo pudo jugar la mitad de los partidos a causa de una lesión y el equipo concluyó con el segundo peor balance de la Liga, 24 victorias y 58 derrotas.
"Soy el clásico caso del gran jugador en un mal equipo y eso duele", manifestó hace un año. "Es cierto. Hubo un momento en que me interrogué por mi futuro en Boston. Me reuní con Wyc Grousbeck [propietario del club] y Danny Ainge [manager general] y les comenté que si no fichábamos veteranos íbamos directos al matadero". Le hicieron caso. Llegaron al equipo Kevin Garnett y Ray Allen, más tarde Sam Cassell. Con ellos, los Celtics han visto cumplido el sueño del 17º título y el chico que creció odiándoles ha sido el héroe de la epopeya.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.