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Reportaje:Economía global

El tigre celta se amansa

El frenazo inmobiliario y la crisis internacional apagan el milagro irlandés

Andrea Rizzi

Tras dos décadas de excepcional ciclo expansivo, la economía irlandesa sufre desde hace meses un sensible enfriamiento, debido a simultáneas dificultades en los dos pilares de su crecimiento: inversión extranjera y sector inmobiliario. Por primera vez en 15 años, el PIB irlandés crecerá este año menos del 3%, según indican previsiones de distintas fuentes, marcando un claro declive desde el 5,3% de 2007. El paro ha subido más de un punto en pocos meses, alcanzando el 5,7%. La recaudación fiscal en los primeros cuatro meses del año ha sido un 6% inferior a la presupuestada, lo que está inflamando el déficit público.

El llamado -y muy estudiado- "milagro del tigre celta" se ha fundado sobre una extraordinaria convergencia de factores. Frank Barry, profesor de Economía del Trinity College de Dublín, lo resume así: "El despegue irlandés se produjo cuando varios elementos se alinearon. Una política fiscal muy atractiva para los inversores y una mano de obra anglohablante fueron las bases. Pero la explosión llegó cuando se añadieron la entrada en el mercado único europeo, un cuadro político estable y con cuentas públicas saneadas, un sistema educativo capaz de formar mano de obra cualificada y, por último, una divisa única y unos tipos de interés bajos".

Por primera vez en 15 años, el PIB irlandés crecerá menos del 3%
El deterioro económico es una de las claves del triunfo del 'no'

Sobre estos pilares, Irlanda logró atraer capitales extranjeros a un ritmo espectacular. Entre 1997 y 2006, el país recibió inversiones extranjeras directas por valor de 88.000 millones de dólares, según la OCDE, lo mismo que Australia, el doble que Austria y poco menos que Italia, un país de 59 millones de habitantes, frente a los 4,2 de Irlanda. Ese flujo hizo rico al país, pero también muy dependiente de la coyuntura internacional. La actual debilidad de la economía estadounidense, origen principal de ese flujo de inversiones, se transmite así a Irlanda, justo cuando el sector inmobiliario vive una dura contracción.

"Esa contracción es la causa principal de la desaceleración irlandesa y de la subida del paro", dice, en conversación telefónica desde París, Sebastian Barnes, economista de la OCDE que sigue a Irlanda.

Incentivado por un favorable régimen impositivo, el mercado inmobiliario irlandés entró en 1993 en un ciclo expansivo que alcanzó su clímax en 2005. La inversión en el sector alcanzó el 16% de la renta nacional bruta, la cuota más alta de todos los países de la OCDE. En 2006, empezó una parábola descendiente que se agudiza ahora. Frente a los 90.000 pisos acabados en 2006, este año sólo se llegará a 50.000. Las cifras tienen muchas similitudes con España, en la escala uno a diez proporcionada al tamaño poblacional.

Las dificultades del sector inmobiliario, que supone un 12% de los empleos, están poniendo en serios apuros el Gobierno de Brian Cowen. El malestar y los temores por el deterioro económico son dos de las claves del rechazo al Tratado de Lisboa en el referéndum del pasado 12 de junio. Los partidarios del no agitaron hábilmente en el debate el fantasma de una reducción de poderes y de autonomía para Irlanda, lo que creó escepticismo entre los votantes en un momento de vacas flacas.

Pese a las dificultades, la mayoría de los analistas pronostican una recuperación rápida. Sobre las previsiones optimistas, sin embargo, planea la incógnita de hasta qué punto se transmitirán a Irlanda las turbulencias internacionales. "La economía irlandesa es extraordinariamente abierta, y todavía no tenemos muy claro cuál es el efecto sobre ella, por ejemplo, de la desaceleración estadounidense", dice Barnes.

Las 500 multinacionales estadounidenses afincadas en Irlanda dan trabajo a 100.000 de los dos millones de empleados del país. "Irlanda ha sido en las últimas décadas una puerta de entrada perfecta al mercado único europeo para compañías de Estados Unidos, por cercanía idiomática, cultural y geográfica", comenta Brendan Hickey, constructor de uno de los principales polígonos empresariales en las afueras de Dublín.

"Hemos sido una cámara de compensación ideal entre la cultura de trabajo de la Europa continental y de América del Norte", prosigue Hickey. "Desde 2004, la ampliación de la UE al este ha desplazado hacia allí mucha inversión manufacturera, pero queda aquí un fuerte empuje en el sector servicios".

"Irlanda sufre un cambio de ciclo fisiológico", resume Barry. "Puede crear dolores, sobre todo por el escaso margen de maniobra que tiene el Gobierno. Su política de gasto no ha sido especialmente prudente en los últimos años. Podría haber aprovechado la bonanza para ponerse en situación de superávit. Ahora no tiene mucho margen para amortiguar el frenazo. Aún así, creo que Irlanda no tardará mucho en recobrar la senda del crecimiento sostenido". Las bases de la economía irlandesa siguen siendo sólidas. El tigre no pierde sus estrías. Y, al fin y al cabo, incluso en su peor momento en mucho tiempo, Irlanda sigue creciendo a una tasa superior a la de la UE. -

Un ingeniero hace comprobaciones en la nueva fábrica de Intel en Leixlip (Irlanda).
Un ingeniero hace comprobaciones en la nueva fábrica de Intel en Leixlip (Irlanda).

Inquietud por los inmigrantes

El 15% de las personas que viven en Irlanda nacieron en otros países. La tasa es superior a la de naciones con largo historial de inmigración, como Estados Unidos, Francia o el Reino Unido. El boom económico convirtió en pocos años a Irlanda, país que sufrió masivas emigraciones durante siglos, en un fenomenal polo de atracción.

La inmigración tiene distintos componentes. En un primer momento fue animada por el retorno de irlandeses que se habían ido a vivir a Estados Unidos o al Reino Unido. Entre 1992 y 2005, 320.000 irlandeses volvieron. A finales de los noventa se hizo fuerte el flujo de inmigrantes -muchos de ellos jóvenes y muy formados- procedente de países de la UE-15. A partir de 2004, el protagonismo lo han cobrado los inmigrantes de los países del este de Europa, como Polonia y, sobre todo, de las repúblicas bálticas.

Este grupo social, que supone más del 3% de la población irlandesa, está ahora en el centro de cierta preocupación política. La reciente subida del paro producida por el frenazo inmobiliario afecta de manera acentuada a estos inmigrantes.

El flujo migratorio, que alimentó la gran progresión de una economía en pleno empleo, empieza a crear algunas tensiones en zonas desaventajadas del país, con tasas de paro superiores a la media nacional. Durante la campaña para el referéndum sobre el Tratado de Lisboa, en esas zonas no era infrecuente escuchar el malestar por la masiva llegada de inmigrantes. -

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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