La Eurocopa de los pueblos
Las 16 naciones que se disputan la Eurocopa de fútbol pertenecen principalmente a tres grandes agrupaciones étnico-lingüísticas: latina, germánica y eslava; y a dos religiones universales, cristianismo e islamismo, de los que el primero se subdivide en tres familias: catolicismo, protestantismo y ortodoxia.
Los 16 equipos congregados en Austria y Suiza se caracterizan por su configuración histórica como sigue: mundo latino representado por Francia, Italia, España y Portugal, con 170 millones de habitantes y una renta per cápita de cerca de 20.000 euros; mundo de raíz germánica con Alemania, Holanda, Suecia, Austria y Suiza para 130 millones largos de ciudadanos y una renta de casi 30.000 euros; bloque eslavo integrado por Rusia, Polonia, República Checa y Croacia, el más poblado, con algo más de 200 millones, pero una renta que no llega a los 10.000. Y por fuera de ese trípode europeo están Turquía, con más de 70 millones, Grecia con 10 y Rumania con 22, que, pese a la lengua vagamente latinizada de esta última, podrían considerarse integrantes de un conjunto levantino o post-otomano. La renta de Turquía no llega a 10.000 euros, la rumana es aún menor y sólo la griega supera moderadamente a ambas. De acuerdo con estas cifras, el bloque latino valdría tres billones y medio de euros; la región germánica, algo por debajo de los cuatro; la eslava, menos de dos, y la levantina, bastante menos de un billón.
Todas sus grandes culturas, etnias, lenguas y religiones se hallan concernidas en el torneo
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En la escalilla de las religiones, el primer lugar por su número lo ocupa el catolicismo con unos 250 millones de creyentes oficiales gracias al concurso de las cuatro hermanas latinas, Francia, Italia, España y Portugal, que suman por sí solas unos 150 millones, a los que hay que añadir la gran mayoría de los 10 millones de austriacos, cinco millones largos de croatas, otros tantos checos, casi la mitad de los 20 millones de holandeses, 30 y pico de los 85 millones de alemanes, más de un 40% de los siete millones de helvéticos y unos 35 de los casi 40 millones de polacos. Los ortodoxos siguen con cerca de 100 millones, de los que más de dos terceras partes se reclutan entre los 148 millones de rusos; 10 millones de griegos entran en la cuenta casi sin faltar ni uno, y eso vale también para una buena mayoría de los 22 millones de rumanos. Los protestantes no pasan de 70 millones, de los que 45 son luteranos alemanes, igual que ocho o nueve millones de suecos; casi 10 millones de holandeses son calvinistas y un resto, también de seguidores del dictador de Ginebra, se reparte entre suizos, checos y hugonotes franceses; y a todos ellos habría que sumar los millares de evangélicos que ha traído a España la inmigración latinoamericana. El islam, por último, puebla masivamente Turquía con unos 75 millones de fieles, cifra que redondea la inmigración turca y magrebí, sobre todo a Alemania y Francia.
Entre las lenguas, el ruso domina con casi 150 millones de hablantes, pero nadie practica la lengua fuera del antiguo imperio; el alemán roza los 100 millones entre teutones, suizos y austriacos; el turco pasa de 70 millones, también muy interiorizados en su nacionalidad cultural; el francés llega a 65 millones con belgas y suizos francófonos que añadir a los 59 millones de franceses, y el italiano hace la cuenta redonda de 60 millones mientras que español y el polaco están en los 40 millones. Pero de todos ellos sólo el francés y el español son de impregnación universal. La lengua menos visitada es el croata con apenas cinco millones de hablantes y, como curiosidad antropológica, el romanche suizo, con sólo unas docenas de millares.
Pero esa Europa a la que la geografía política y religiosa tan nítidamente aún divide es cada día más un acerico de transversalidades a la que el África y la América ex coloniales aportan color y jugadores, aunque todavía más del 90% de los 600 millones de aficionados en potencia del campeonato sean blancos. Esta Eurocopa que llega hasta el Pacífico por el Asia rusa y al Oriente Próximo y Medio por la república turco-chipriota y Anatolia, de la que el anglosajón ha excusado la presencia haciendo el ridículo futbolístico, bien equilibrada entre imperio romano y marcas exteriores, debería ser un excelente mapa del futuro comunitario con su expansión hacia el Asia Menor.
Todas sus grandes culturas, etnias, lenguas y religiones se hallan concernidas y el que no lo está tiene a un primo, como Dinamarca a Suecia, Bélgica con Francia y Holanda o Rusia para su próximo extranjero. Esa diversidad se llama, además de fútbol, Europa.
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