Lahm despierta a Alemania
Las diagonales del lateral y el golazo de Ballack acaban con el entusiasmo de Austria
Al gigante germano le despertó su diminuto lateral Lahm, que comprendió que sólo él podía cambiar la dinámica de la anestesiada Alemania. Por su velocidad y cambio de ritmo. Y sus cabalgadas en diagonal por la banda izquierda, sorteando contrarios en zigzag. Tras una de ellas, llegó la falta al borde del área que decidiría el partido. El capitán, Ballack, bufó como un búfalo antes de pegarle tan de lleno y con tanta potencia al balón que éste se convirtió en un misil ascendente hacia la escuadra izquierda de Macho. Para celebrarlo, Löw, el seleccionador, palmeó su mano derecha con la del tenista Boris Becker, con quien coincidió en el palco. El gol, sin embargo, no tapó las deficiencias alemanas, que empiezan por una defensa muy lenta, prosiguen en una creatividad bajo mínimos en el centro del campo y acaban con una delantera en la que sólo Podolski, también flojo ayer, está ofreciendo lo que se esperaba de ella. De eso estuvo cerca de aprovecharse la entusiasta anfitriona austriaca. Lo impidió su evidente falta de recursos.
Austria vivió ayer pegada a un milagro que no se concretó. "Wien wird Córdoba! (¡Viena será Córdoba!)", gritaban sus seguidores en el metro, por la mañana, mientras otros llevaban grabada la narración del famoso gol de Krankl a Alemania hace 30 años. "I wer narrish" ("me estoy volviendo loco"), se oía en la voz del locutor Edi Finger, fallecido hace 19 años. La cordialidad entre ambas hinchadas llegó a ser empalagosa antes del encuentro, pero durante el mismo afloró la rivalidad. Así que Ballack, cuando marcó, se echó el dedo índice a los labios y mandó callar a los dueños del estadio.
Hasta ese momento, los alemanes tuvieron el miedo en el cuerpo. Y sus aficionados, que lo notaron, se habían quedado mudos como momias. Alemania se había quedado sin argumentos, paralizada por las enormes grietas con las que se encontró en su derrota ante Croacia. El mediocentro Frings tuvo una noche desastrosa: cada centro suyo era una venganza. Y de Ballack, hasta el gol, se tenían dos certezas: que está gordo y que protesta todo lo que le pitan en contra. Hasta que Mejuto le bajó los humos. A continuación, el árbitro español se fue a por los dos entrenadores, que presionaban al cuarto árbitro y no sabían qué se les venía encima. Mejuto, en concreto. Se plantó en pose torera a cinco metros de los dos técnicos y les instó a marcharse a la grada: expulsados. Hickersberger se resistió unos instantes a irse mientras que Löw, muy estirado, emprendió el camino hacia la grada. No sin antes recoger la chaqueta, que hacía fresquito. Los entrenadores se saludaron detrás del banquillo y subieron a la grada. Allí, a Löw le esperaba la canciller alemana, Angela Merkel, que también departía con Schweinsteiger, expulsado en el partido anterior.
Conscientes de sus limitaciones, los austriacos practicaron la táctica del acordeón: se defendían en manada y se desplegaban de la misma manera. El toque de calidad, el único, lo puso el capitán, Ivanschitz, un zurdo con un buen cambio de orientación. Austria abría muy bien el balón a las bandas, aunque sus centros resultaron mayoritariamente defectuosos.
Pese a no estrenarse en dos partidos, Löw volvió a confiar en Klose y Mario Gómez. El joven atacante de origen español no da pie con bola desde que falló varios goles claros ante Polonia. Ayer, entre los palos, volvió a pifiar otra vez en el primer minuto un centro de Klose: como atenuante, el balón le dio un botecito justo antes de llegar. El caso es que ni uno ni otro han dado a Alemania la efectividad que se les suponía. Sólo Podolski ha estado a la altura en los dos primeros envites. Si bien los tres podrían quejarse de la poca claridad en los pases que les llegan desde el centro del campo.
Aun con el tanto en contra, Austria siguió atacando con la precariedad que se le conocía. Mejoró Ballack, eso sí, que se aligeró varios kilos. Y Löw, desde el palco, tuvo un gesto nostálgico al acordarse de Oliver Neuville, el veterano delantero del Borussia de Mönchengladbach, que acaba de subir a Primera, al que le dio unos minutos con Austria completamente volcada. Por muchas palmaditas que dio en el palco, Löw no está para presumir, sino para recuperar un juego que sí tuvo Alemania en el primer partido y en la fase de clasificación. Es imprescindible para hacer frente a Portugal.
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