Raimon recuerda a Lluís Companys
El recital del cantautor pone la nota reivindicativa en la fiesta de Montjuïc
Durante toda la tarde de ayer una constante amenaza de lluvia se cernió sobre Montjuïc, pero finalmente los dioses de la metereología decidieron ser indulgentes con la fiesta, y la toma ciudadana del castillo pudo completarse sin lluvia. Así, Raimon, el plato final de la jornada, ofreció su concierto en el foso de Santa Eulàlia con total normalidad y frente a más de 4.000 espectadores. Fue una actuación intensa y cargada de significado para coronar un día marcado por las riadas humanas. A media tarde las colas para acceder al teleférico eran inmensas; el aparcamiento en las cercanías, inexistente, y hasta en la entrada al castillo era necesario abrirse paso entre la apretada multitud.
Más de 4.000 personas siguieron una actuación intensa y emotiva
Un espacio magnífico acogió a un público de lo más diverso, que ocupaba todas las sillas y se desperdigaba por el césped y por los muros laterales. Público de todas las edades y procedencias, desde familias hasta viejos luchadores empuñando la bandera republicana. Junto a ellos, chavales y una notable presencia numérica de inmigrantes.
Poco antes de comenzar, Raimon se mostraba exultante: "No me gustan los conciertos al aire libre", confesaba sonriente, "pero éste es distinto, tiene un significado muy especial. Estar aquí hoy es muy importante, por eso acepté en el mismo momento en que me lo propusieron". Ese significado especial quedó explícito cuando, minutos después, a las 18.00 horas en punto, apareció en el improvisado escenario vistiendo una camisa roja y con la guitarra en la mano. Tras el ya ritual aplauso al público, el cantautor leyó un pequeño manifiesto: "Este recital quiere ser una contribución a la fiesta y también un homenaje a todos los que sufrieron la crueldad humana en este lugar". Raimon recordó las figuras de Francesc Ferrer i Guàrdia y Lluís Companys, asesinados en aquel mismo enclave en épocas diferentes, antes de concluir de forma rotunda "con el deseo de que no vuelva a pasar ni aquí, ni en Guantánamo, ni en ningún otro lugar".
Inmediatamente, cuando los aplausos aún se oían, empezó su recital con Quan jo vaig nàixer, un tema altamente significativo que habla de 1940, año en el que nació el cantautor y en el que el presidente Companys fue fusilado en el foso de Santa Eulàlia. Los versos finales resonaron con más fuerza que nunca: "A l'any 40, quan jo vaig nàixer, jo crec que tots, tots havíem perdut". Un estruendo importante coronó la canción.
Entre el público no faltaron las autoridades. El presidente de la Generalitat, José Montilla, y el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, fueron recibidos con una mezcla discreta de vítores y abucheos. Sentados en la primera fila, disfrutaron de la actuación con semblante satisfecho. Normal, porque fue una velada de buena música con los sentimientos a flor de piel, pero sin que llegaran a estallar en ningún momento. Después del discurso inicial, Raimon prácticamente no habló más y fue alternando temas clásicos (Quatre rius de sang, Veles e vents, Indesinenter) con otros más recientes (Mentre s'acosta la nit, A l'estiu quan són les nou) e, incluso, se marcó su rap macabro (Espill) y se recreó en la actualidad político-atmosférica (Al meu país la pluja no sap pluore). Y al final canciones como La nit; D'un temps, d'un país, y Diguem no, llevaron a la inevitable -no podía ser de otra manera- Al vent, que cerró el recital de poco más de una hora. Y con este tema se percibió perfectamente la recuperación ciudadana de un espacio con inmensas posibilidades.
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