"La Academia no crea idioma, sólo le da unidad"
Su discurso de entrada en la Real Academia Española, leído el pasado 8 de junio, se tituló El Quijote antes del cinema. Para Darío Villanueva, catedrático de Teoría de la Literatura, entre el cinematógrafo y el libro de Miguel de Cervantes existen puentes que van más allá de las adaptaciones fílmicas. "No hay nada más cinematográfico que una mirada", argumenta, "y el Quijote es, sobre todo, contraste de miradas; donde Alonso Quijano ve gigantes, los demás ven molinos". Rector de la Universidade de Santiago durante ocho años, su última publicación se inspira en Antonio Machado desde la cabecera, Da palabra no tempo (Espiral Maior, 2008), y en ella vuelve sobre algunas de sus obsesiones literarias: Ramón María del Valle-Inclán, James Joyce o Rafael Dieste.
"En el 'Quijote' aparece incluso el montaje paralelo de Sergéi Eisenstein"
"La actitud de Valle frente a la lengua se parece a la de James Joyce"
"El discurso político sobre Humanidades se contradice con lo que hacen"
Pregunta. No debe resultar fácil hablar del Quijote en la Real Academia Española (RAE)...
Respuesta. La Academia, ya desde su constitución, siempre tuvo a Cervantes como una referencia. Hay muchos discursos académicos, muchos estudios, muchas ediciones... No queda mucho margen de elección. Pero creo que había una carencia. En 1958, Paul Leglise había realizado una contribución sobre el pre cinematografismo de la Eneida, de Virgilio, que después se aplicó a muchos autores, sobre todo, a Shakespeare. Se trata de una idea sencilla: el cine es resultado de una evolución técnica que cuaja en los años 90 del siglo XIX, pero el salto a la narratividad, a la expresividad artística, lo da desde la literatura. Ahí se encuentra el Quijote, como una de las obras fundamentales a este respecto.
P. ¿En qué prefigura Cervantes al cine?
R. No hay nada más cinematográfico que una mirada, y el Quijote tiene mucho de contraste de miradas. El protagonista ve una cosa y los otros personajes ven otra. El texto, además, es de una plasticidad, de una visualidad impresionante, y ostenta un carácter intinerante, una sucesión de espacios, dinamismo temporal. También detecto aquello que Eisenstein advertía en Griffith aprendido de Charles Dickens: el montaje alterno. Después del verbo ser y sus variantes, las dos palabras que más se repiten en el libro son 'dijo' y 'respondió'. ¿Qué son 'dijo' y 'respondió'? Son el plano y el contraplano... Incluso los avatares y trastornos continuos de los protagonistas presentan la estructura del gag cómico de cine mudo.
P. Ha investigado la adaptación al cine de numerosas novelas. Entre las del Quijote, ¿cuál prefiere?
R. El nombre de mi discurso procede de un poema de Apollinaire, titulado Antes del cinema. Pero también existe una dimensión, con bastante bibliografía, sobre el Quijote después del cinema. Desde la versión de Ferdinand Zecca [junto a Lucien Nonguet, 1903], que se trata ya de la segunda adaptación pero la primera importante, hasta la actualidad hay registradas 150 películas. A mí me interesó mucho la de Manuel Gutiérrez Aragón para televisión, porque pudo emplear cinco horas sólo para la primera parte. Pero me gusta mucho la que rodó Grigori Kozintsev en Crimea, en 1957. Una superproducción soviética con asesoría del artista español exiliado José Caballero y un guión sumamente original.
P. Sobre la Academia Española planea la imagen de institución antigua, lenta. ¿Se encuentra a la altura de los tiempos?
R. Cuando a algo le cae encima un tópico, es difícil sacarlo de encima. Pero la Academia trabaja sobre dos líneas muy adecuadas a la realidad actual, la de concebir el español como un idioma que excede el ámbito peninsular y así trabajar en coordinación con todas las academias del español de las repúblicas latinoamericanas, y la de ajustar la lengua a la sociedad de la información. Al mismo tiempo, se estudia la aplicación de la informática a la investigación lingüística o se trabaja en el aspecto histórico del idioma. Además, la Academia sigue atentamente la presencia de la lengua en los medios de comunicación.
P. ¿Cómo calificaría el estado del idioma en los medios?
R. La lengua en la sociedad se basa en dos pilares fundamentales. Uno es el proceso educativo y el otro son los medios de comunicación. Porque la educación acaba en determinado momento y, a partir de entonces, son los medios los que van a dar información, opinión... Y la deontología de un comunicador debe contener la responsabilidad en relación al idioma, porque un medio de comunicación funciona como modelo de lengua, tiene una influencia decisiva. Pero no tengo una visión apocalíptica: mucha de la mejor prosa que se escribe en estos momentos se encuentra en los periódicos. En todo caso, lo que la Real Academia tiene claro ese que no crea idioma, apenas da unidad al que origina la sociedad.
P. Las relaciones de la RAE con las academias e instituciones de las otras lenguas constitucionales, ¿no deberían ser más fluidas?
R. No conozco en profundidad el funcionamiento interno de la institución, porque me acabo de incorporar, pero a la lectura de mi discurso asistieron representantes del Institut d'Estudis Catalans y de la Real Academia Galega. Y tanto Pere Gimferrer, que me respondió en el acto, como yo, tenemos obra publicada en catalán y en gallego, respectivamente. La función de todas las academias es la misma y no veo ningún impedimento, compartiendo objetivos y metodología, para que haya relaciones fluidas.
P. Usted ya fue presentado como candidato a la RAE en 1998. ¿No ha tardado demasiado en entrar?
R. Entonces entró Fernando Fernán Gómez, una figura extraordinaria, gran cineasta, actor, autor teatral, narrador, escribió unas memorias extraordinariamente interesantes... Eramos perfiles muy diferentes. Pero non, son los ritmos normales, está bien. Por mi parte ha sido perfecto.
P. Ha estudiado a fondo a Valle-Inclán, ¿se trata del último gran escritor español en español?
R. No me gustan las afirmaciones rotundas. Sin embargo, sí es cierto que el carácter mestizo de su idioma, trufado de galleguismos léxicos y sintácticos, de idiolectos, de caló gitano, que desembocó en el creoule, como Valle confesó a Alfonso Reyes en carta, de Tirano Banderas, anticipa la narrativa latinoamericana de los años 60. He comparado la actitud de Valle frente al idioma con la de Joyce, porque los dos provenían de territorios donde había otros idiomas. Y en esa época no existe no existe en todo el mundo una narrativa más potente que la latinoamericana, que significa la convivencia de García Márquez, Borges, Roa Bastos, Carlos Fuentes, Donoso, Miguel Ángel Asturias, Cortázar o Jorge Edwards. Aportaron imaginación, frescura, riqueza idiomática, algo parecido a lo que pasara a finales del XIX con la poesía de Rubén Darío, que reactivó la poesía peninsular.
P. ¿Y qué es la literatura?
R. Creo absolutamente en la función estética de la literatura. Y también en su función de agitación de conciencias, de revelar realidades. La literatura existe y existirá, porque la literatura es lenguaje y el lenguaje es consustancial a la existencia social del ser humano. En la literatura proyectamos nuestra propia existencia y eso explica que Shakespeare siga siendo una referencia: no porque refleje la Inglaterra del siglo XVII, sino porque el lector entiende que Shakespeare sigue a hablar de ellos.
P. ¿Aún funciona la distinción entre alta y baja literatura?
R. Los libros de caballería, a pesar de que son pre gutemberianos, fueron la literatura popular de su época y ahora se estudian como alta literatura. Pero lo que a mí me confunde es la manera en que el mercado se apropia de los valores literarios para la mercadotecnia. Se produce, se distribuye, se consume y se tira, y nadie vuelve a hablar de ese texto. Para mí hay una frontera que no soy capaz de sobrepasar, porque mi idea de literatura tiene que ver con la voluntad de perpetuarse en el tiempo.
P. No parecen buenos tiempos para las Humanidades...
R. Se da una contradicción entre los discursos de los responsables del común, referidos a la importancia de las Humanidades con argumentos muy lógicos, y las políticas que llevan adelante, a veces en contra de lo que predican. Porque lo cierto es que la adquisición de estrategias puntuales para ejercer determinadas funciones resulta mucho menos compleja que la formación integral de una persona. Además, como evolucionan las sociedades, las destrezas específicas enseguida quedan obsoletas. Pero para la formación de nuestra condición plena como seres humanos, para nuestra estabilidad, las Humanidades desempeñan un papel muy importante.
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