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Columna
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"¡A por ellos!"

Lo que hemos constatado estos días de barbarie es que había un alimento ideológico

Frecuentemente, los políticos creen que su trabajo es cortar cabelleras. Olvidando que en la política democrática no debe haber enemigos sino rivales, cada vez que ven un punto vulnerable en el adversario se lanzan a degüello. El crimen es una fascinación muy española, ahí está el eco en ese grito futbolero de "¡A por ellos!", que quiere ser mortal, pero que cuando pierde la selección y vuelve con el rabo entre las piernas resulta tremendamente ridículo.

Así, el PP de Galicia lanzó toda su artillería contra la trinchera de la conselleira de Política Territorial. La ocasión fueron sus suposiciones sobre una irregularidad en la concesión de obras de una autovía. No sólo pidieron su dimisión, sino que pusieron una demanda judicial, es evidente que querían su oscura cabellera. Ahora el fiscal pide el sobreseimiento de la querella por no encontrarle fundamento y es el momento en que el PSdG pasa al contrataque. Piden que el PP se disculpe, pues si el juez acepta el sobreseimiento quedaría desmotrado que era una acusación falsa y aviesa. En ese caso estaría muy bien, diría mucho de una oposición responsable que lo hiciese. Pero además, como donde las dan las toman y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que el portavoz del PP protagonizó una rueda de prensa con un armador irresponsable que habló de modo incendiario en medio de un conflicto social, le piden que dimita. También quieren su húmeda cabellera.

El tal armador quiere armarla, lo dijo claramente. Que los armadores y los empresarios del camión tienen un problema serio por el precio del petróleo y que necesitan algún tipo de ayuda para atravesar esta situación está claro, pero que cuando se paran fábricas peligrando su viabilidad; cuando los ganaderos tienen que tirar leche, cuando se acosa a la población y se sitian las ciudades, cuando han asesinado a un camionero y hay numerosos heridos decir que hay que armar follón es una incitación a la quema y destrucción de bienes. Claramente. Si no lo pensó simplemente es una barbaridad que debería retirar y si lo pensó y lo dijo con intención de que ocurran esas cosas debe ser denunciado.

Es evidente que el señor Núñez Feijóo debió reaccionar en ese momento, debió corregir a ese individuo o distanciarse de algún modo de algo tan grave. No lo hizo, probablemente, porque no supo reaccionar en esa situación delicada. No podemos creer que asuma y asienta a una llamada a la insurrección y el terrorismo.

¿Pero debe dimitir como le piden? ¿De qué? Un conselleiro o el presidente de la Xunta pueden dimitir de su cargo, pero el señor Núñez Feijóo no tiene un cargo público, está en la oposición. Como quien dice, se ha quedado en la calle desde que perdió las elecciones. ¿También quieren echarlo de ahí? La única dimisión posible es de secretario y portavoz parlamentario de su partido, y de ahí tendrían que echarlo sus compañeros de partido, y seguramente que no sólo no quieren, sino que probablemente están dispuestos a creer todo lo que diga su dirigente sea lo que sea: que la conselleira robó, mató o tiene multas de tráfico sin pagar, que el tal armador tiene razón, que la culpa del precio del petróleo es de Zapatero, etcétera.

Pero lo que Núñez Feijóo debe hacer sin falta es condenar y separarse de los que provocan la barbarie, porque lo que se ha visto desde un principio es que además de unas reivindicaciones, algunas sensatas y justas y alguna imposible, es que no se sabe si tienen una bandera, pero sí un discurso que enarbolan desde el primer día. Hemos visto en la televisión a algún individuo gritándole a la cámara "¿Dónde están ahora los de Nunca Máis?", de modo que sí que es gente que tiene viejas cuentas pendientes y a quien odia no es a los especuladores del petróleo. Y hemos visto a otros con pancartas y gritos contra Zapatero por el precio del petróleo. Además de unas causas objetivas y que deben ser consideradas, lo que hemos constatado estos días de barbaries varias es que había un alimento ideológico, el rencor contra los protagonistas de un cambio político. Esa savia venenosa circuló por el sector que protagonizó los incidentes, esto fue una kale borroka de extrema derecha. Por eso y por mucho más Núñez Feijóo debe condenar los incidentes y las llamadas a delinquir. Siempre tiene tiempo de hacerlo, ¿a qué espera?

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