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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los Celtics revientan a los Lakers

El equipo de Boston acaricia el título tras una histórica remontada de 24 puntos

Robert Álvarez

Los Celtics están a una victoria de volver al pedestal de la NBA. Para ponerse a tiro de piedra del título consumaron la mayor remontada registrada en una final. 24 puntos limaron en el nido de los Lakers. Lo más parecido data de 1948, cuando los ya desaparecidos Baltimore superaron una desventaja de 21 puntos ante Filadelfia. Los Celtics dominan por 3-1. Les basta con ganar uno de los tres posibles partidos que restan, empezando por el de la próxima madrugada del lunes, hora española, de nuevo en Los Ángeles o, caso de perder, en alguno de los dos con los que se cerraría el pulso en Boston.

El juego fue de lo más extraño. Los Lakers se comieron a los Celtics durante más de dos cuartos en los que, además, Kobe Bryant apenas anotó. Tampoco Garnett y Pierce. Pero cuando los Celtics apretaron de verdad en defensa, los Lakers se derrumbaron. Cada canasta les costó un mundo porque su juego de ataque se estrelló contra la defensa de los Celtics. Sus 24 puntos de ventaja se esfumaron como si nada. Se encomendaron al mejor jugador de la Liga, Kobe Bryant, lo cual facilitó la defensa de los verdes, que jugaron el último tramo del partido a su gusto, a un ritmo lento, con posesiones forzosamente largas, con muchas faltas, bajo una presión enorme.

L. Á. LAKERS 91 - BOSTON CELTICS 97

Los Ángeles Lakers: Fisher (13), Bryant (17), Radmanovic (10), Odom (19) y Gasol (17) -equipo inicial-; Farmar (3), Vujacic (3), Ariza (6), Walton (3) y Turiaf (0).

Boston Celtics: Rondo (5), Allen, (19), Pierce (20), Garnett (16) y Perkins (2) -equipo inicial-; Cassell (0), House (11), Posey (18), Allen (0), Powe (3) y Brown (3).

Árbitros: Joe DeRosa, Steve Javie y Tom Washington. Sin eliminados.

18.997 espectadores (lleno) en el Staples Center, de Los Ángeles. Los Celtics dominan 3-1 la Final de la NBA.

Especial NBA

Cada posesión era vital desde que House, después de varias intentonas, puso por delante a los Celtics (83-84) faltando cuatro minutos para el final. En ese contexto, la ventaja era para los Celtics, porque se adaptan mejor a ese tipo de juego y porque tenían la tranquilidad de que ya dominaban por 2-1 la serie. Un tropiezo no hubiera sido tan grave para ellos como lo fue para los Lakers, obligados ahora a ganar los tres partidos que quedan, poco menos que una quimera.

Fue en el último tramo cuando Pierce emergió de nuevo como el jugador clave de la final. Tras sus dos partidazos en Boston y su deficiente partido y medio en Los Ángeles, recobró su excelente sentido del juego ofensivo y, junto a Allen y Posey, dejó vista para sentencia la final sin que Kobe Bryant pudiera evitarlo. Más bien al contrario, de tanto jugársela él solo arruinó la posibilidad de sorprender a la defensa de los Celtics, que en buena medida fue lo que sucedió en los dos primeros cuartos, cuando Odom jugó sus mejores minutos en su decepcionante serie final. Pero Phil Jackson sólo le dio seis minutos a Gasol en ese último cuarto y el jugador español no pudo tener peso alguno en el desenlace del partido, marcado también por el fracaso de Vujacic, héroe en el tercer partido, y una sombra en el cuarto, con una canasta en 9 lanzamientos, y claramente superado por Ray Allen.

Los Celtics cuajaron dos primeros cuartos nefastos, faltos de ritmo, desacertados Garnett y Pierce, inferiores en el rebote y con porcentajes de tiro por debajo del 30%. Los Lakers se fueron al descanso con 18 puntos de ventaja pese a un dato probablemente histórico: Kobe Bryant no había logrado una sola canasta en sólo cuatro lanzamientos. Sumó tres puntos gracias a los tiros libres.

Ése fue uno de los escasos datos positivos hasta entonces para los Celtics, que se pasaron los dos primeros cuartos en una situación deficitaria. Tocaron fondo (45-21) y sólo entonces lograron entrar en juego con un parcial de 0-12. Pero de la misma forma que arrancaron, volvieron a frenar.

Todo cambió mediado el tercer cuarto, cuando Garnett se dejó notar en el interior de la zona, complementado por la sorda y gris labor de Brown y Powe, que secaron por completo a Odom y cerraron un demoledor parcial de 15-31. Los Celtics, ya dueños del rebote, del ritmo de juego con la impagable contribución de House, que suplió con acierto a Rondo, volaron hacia la victoria de la mano de Pierce, curiosamente, un jugador que nació en Inglewood, la cueva de los Lakers y del showtime de Magic y Jabbar en los ochenta. Entonces, en 1986, los Celtics ganaron su último título. Ahora están muy cerca de volver a la gloria teniendo en cuenta que ningún equipo ha logrado remontar un 3-1 en una final de la NBA.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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