"He descubierto sentimientos desconocidos, como el cinismo"
En su afán de explorar todos los rincones de su pasado, Juan Cruz Ruiz (Santa Cruz de Tenerife, 1948) aborda en Muchas veces me pediste que te contara esos años la época en que su vocación de periodista da un giro (al trasladarse a Madrid) y el tiempo en que, también, una historia de amor perfila unas formas que se barruntan duraderas.
PREGUNTA. "Una confesión que rebasa los límites del pudor". Así se define esta novela en la contraportada. ¿Qué quiere decir?
RESPUESTA. Quiere decir que asumo riesgos, que quiero ser yo mismo. No tiene nada que ver con impudicia alguna, no hay secretos de alcoba, ni de ningún otro tipo. Cuando me pongo a escribir procuro no ocultarme, ni ocultar nada.
P. No lo oculta desde el mismo título, donde promete una confesión...
R. La novela quiere ser la continuación de una carta de unos sesenta folios que escribí en un vuelo de París a Milán en 1972. Tenía entonces 23 años y 19 la mujer a la que me dirigía. Vivíamos un momento de incertidumbre. Yo me agarro a las palabras cuando quiero acercarme a la gente. No quería perderla.
P. ¿Fueron los años en que empieza a trabajar en serio como periodista?
R. Más o menos la historia se desarrolla entre 1972 y 1976, pero el periodismo a mí me venía de mucho antes. En 1961, a los 13 años, se publica mi primer artículo, y el barrio entero se reúne para leerlo en alto. Como periodista he disfrutado siempre, en todos los momentos.
P. El libro transmite a ratos que hubiera algo que le está doliendo.
R. He vivido pensando que la vida es eterna. Creo que he empezado a ver, por lo que se va destruyendo alrededor, que las cosas tienen un final. El periodismo es una buena metáfora para hablar del tiempo. El diario que lees hoy ya no sirve mañana. He adquirido una conciencia abrupta de que la alegría se acaba. Y he descubierto sentimientos que hasta ahora me habían pasado desapercibidos, como el cinismo.
P. Cuando se refiere a determinados periodistas habla de cinismo. Es decir, ya sabía entonces del cinismo.
R. He sido siempre muy ingenuo. Cuando entré en El Día pensé que el periodismo me iba a abrazar. Y cuando empecé en EL PAÍS como corresponsal en Londres mi disposición era total: si no mandaba una noticia, sentía que el dedo de Dios me estaba señalando para mandarme al infierno. Me sigue ocurriendo. En este libro he querido mantener la ilusión de la ingenuidad.
P. Pero está tocado de tristeza.
R. Quizá esté equivocado, pero en el periodismo de hoy ha entrado el aliento burocrático. Gran parte de lo que se publica está basado en el sobrentendido, en la opinión, en el rumor, en la confidencia. Tiene mucho que ver con el que se hacía en la dictadura. Entonces, un tipo como Juan Aparicio terminaba sus editoriales diciendo: "Se van a enterar en Moscú...". Ahora hay un contagio de esta manera de trabajar. No es difícil imaginar frases semejantes: "Se van a enterar en la Moncloa...", "se van a enterar en Génova...".
P. ¿Ha habido algún cambio en su manera de escribir?
R. Ha habido más riesgo. Cuando entregué la primera versión, mi editora me advirtió: "Te estás instalando en el confort". Ella lo ve así con sus escritores, que tienen tres estados: el de aprendizaje, el de confort, el de riesgo. Me comentó que empezaba a encontrarme demasiado a gusto con mi melancolía. Así que busqué otro camino, y gracias a un poema de Luis Feria encontré la fuerza del conflicto y el exabrupto.
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