De 'tranqui'
Será la madurez, las 42 primaveras recién cumplidas o esas primeras canas que le revolotean entre los rizos, pero al tinerfeño Pedro Guerra nunca se le había visto tan reposado, confesional, entrañable e intimista como en la presentación de su disco Vidas. Ha crecido, le ha sentado bien desaparecer una temporada -cuatro años llevaba sin comparecer en la capital- y ejerce con soltura el papel de apóstol del sosiego. De entre todos sus grandes éxitos, el único que no rescató fue el exultante La lluvia nunca vuelve hacia arriba, acaso por evitar que el patio de butacas se le desmadrara. El cuerpo ahora le pide ir de tranqui. Y nada que objetar al respecto.
Ofreció sin excepción las 14 piezas que incluye el nuevo álbum, distribuidas con orden mejorable: el arranque, con Humo, Huellas y Quisiera saber de forma sucesiva, se antojó romo, plano, demasiado estático. Pero no hay motivo para la alarma: el repertorio de Vidas también incluye momentos muy afortunados, como la contagiosa El pescador, la extraordinaria talla poética de Se enamoró de un río o la superlativa 5.000 años, donde la voz de Guerra introduce giros y matices desconocidos. Idea hermosa, ésa de bucear en los comienzos de la afectividad entre los hombres.
PEDRO GUERRA
Pedro Guerra (voz, guitarras), Luis Fernández (piano, voces), Marcelo Fuentes (bajo), Vicente Climent (batería). Teatro Albéniz, VIII Madrid EnCanto. Madrid, 7 de junio. Lleno (1.000 espectadores).
Le abrigó un trío acústico de solvencia exquisita; en particular, el pianista Fernández, hombre de enorme elegancia, también como responsable de las segundas voces. La apuesta por este formato musical pequeño constituye otro de los grandes aciertos del cantautor.
La platea le tenía ganas. Le adora y arañó dos tandas de bises. Dos conclusiones. Primera, Daniela es el estándar predilecto de Guerra, por delante de Contamíname. Y segunda: el afecto es tanto que hasta se escucharon voces de "guapo, guapo". El próximo 8 de julio, en Rivas, más.
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