Ser o no ser serios
ERC debe superar el síndrome asambleario si quiere demostrar que es un partido de Gobierno
Esquerra Republicana se está jugando el ser o no ser un partido serio. Las elecciones a presidente y secretario general, celebradas el sábado, y democráticamente abiertas a toda la militancia, aclararon que Joan Puigcercós y Joan Ridao liderarán el partido, pero dejaron para el próximo fin de semana saber cuál será la nueva ejecutiva de la formación independentista y las líneas estratégicas que deberá seguir. De acuerdo con el dictado de esas urnas, a las que acudieron 7.000 de los 10.000 militantes, las opciones claramente favorables a la continuidad del Gobierno tripartito catalán suman más del 60% de los votos, pero las candidaturas críticas superan el 30%, lo que no aclara el eterno dilema de las dos almas de ERC: la independentista y la de izquierdas. Sobre el papel ganaron los partidarios del tripartito frente a quienes quieren un giro nacionalista con CiU.
Más allá de cómo sea capaz de integrar la nueva dirección todas estas sensibilidades, un reto para Puigcercós, ERC deberá asumir que no se puede ser un partido de Gobierno y, al tiempo, antisistema; que no puede aprobar en el Ejecutivo catalán una medida y luego desestabilizar con manifestaciones en la calle. Es decir, que la estrategia que aprobarán los republicanos esta semana no debería degenerar en otra demostración de ese tacticismo que despliegan con profusión y que tiene paralizadas parte de las decisiones del Gobierno de José Montilla.
No se puede ser al tiempo un partido y una asamblea donde generalmente llevan las de ganar los más radicales. Ejercer el poder tiene sus peajes: tomar decisiones, gusten o no, es uno de ellos. Incluso desde el punto de vista partidista, no se puede ganar a la mayoría de la sociedad catalana para la independencia -como pretende ERC- pendiente de la agitación interna. El congreso que ahora se está celebrando no es pues definitivo si los republicanos no se deciden a abandonar algunos tics más propios de tertulia de café.
ERC provocó en la reciente historia de Cataluña una sacudida: dio carpetazo a 23 años de pujolismo e hizo posible el Gobierno de Maragall. Luego los republicanos dieron la presidencia de Cataluña a un cordobés de origen, José Montilla. Ahora deben -más allá del debate izquierda/nacionalismo o de quién encabeza las listas a la Generalitat (Carod Rovira o Puigcercós)- dar el paso decisivo y demostrar que son un partido serio.
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