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VUELTA RÁPIDA | Gran Premio de Cataluña de Motociclismo
Columna
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Este mundial necesita a Lorenzo

Un golpe durísimo el que ha recibido este fin de semana Jorge Lorenzo. Cuando un piloto se lesiona, se pierde una carrera y tiene que seguirla por televisión, lo que siente es algo similar a tener un agujero en el estómago; una mezcla de rabia e incredulidad. Es algo tremendo, lo peor que le puede pasar a uno. Para rematar la cosa, en el caso de Lorenzo ha sido en el propio circuito de casa.

A mí me ocurrió algo parecido en 1988, en el Mundial de 500cc, cuando competía con una Cagiva. En la segunda curva de Laguna Seca, en casa, me caí. Al estrellarme contra el suelo, me rompí la muñeca izquierda. Aunque el hueso se me veía porque la fractura era abierta, me volví a subir a la moto y pude terminar la carrera. La siguiente se disputó en Jerez y no pude correr porque cualquier movimiento que hacía con la muñeca me provocaba un dolor insoportable. Además, los pilotos sometemos a las muñecas a mucho estrés. Me acuerdo que seguí la carrera y lo pasé fatal, imagino que como lo pasó ayer Lorenzo desde la clínica. La caída que tuvo el viernes me hace pensar que tuvo suerte, en el sentido de que se cayó solo y no se llevó a nadie por delante. Si hubiera ocurrido eso, serían muchos los que le echarían en cara su fogosidad y le tildarían de imprudente o de temerario.

La situación de Lorenzo no deja de ser sorprendente tras su efervescente irrupción en MotoGP: en sus tres primeras carreras, tres pole positions y una victoria. Tal y como se iban sucediendo las cosas, su razonamiento es: "¿Puedo ganar?". Absolutamente. Además, las cosas le salían de forma natural, sin demasiado estrés. Sin embargo, el formato de MotoGP actual penaliza de forma severa cualquier error y, desde que se cayó en Le Mans, Lorenzo ha cometido varios. El problema es que este fin de semana ha pagado un precio muy alto por una equivocación.

En lo que llevamos de temporada, Pedrosa se ha caído, lo mismo que Stoner y Rossi. Pero sus errores no han sido tan cruciales como los de Lorenzo. Cuando Jorge se cayó en China, ya dije que, desde mi punto de vista, era un chico con suerte porque había conseguido salir más o menos bien parado del accidente (terminó cuarto en Shanghai y segundo en Le Mans). Pero la cosa se complicó hace dos semanas en Mugello. Allí, Lorenzo se precipitó en una maniobra de adelantamiento a Dovizioso y se cayó. Tras la carrera, reconoció que se había equivocado. Por su mente pasaba que podía estar en condiciones de pelear con los primeros, pero realmente no lo estaba. En Estoril, Rossi (fue tercero) y Pedrosa (segundo) entendieron que no podían darle caza porque iba demasiado rápido, no se arriesgaron y le dejaron escapar con tal de ir sumando puntos. Eso es lo que no hizo Lorenzo en Italia. Los más expertos prefieren acumular puntos antes que arriesgarse a una caída que les pueda dejar fuera de la lucha por el título. Esa experiencia es precisamente la que le falta al mallorquín.

Ocurre que, desde mi punto de vista, este Mundial necesita a Lorenzo, que actúa como barómetro. Es el único piloto de Michelin que puede competir con Pedrosa cuando todo está al gusto del catalán, que también calza su moto con Michelin. Mientras en Mugello fueron dos corredores de Bridgestone (Rossi y Stoner), los que dominaron la carrera, aquí, en Montmeló, ha pasado lo contrario y Dani (Michelin) ha arrasado. Falta saber qué habría pasado si Lorenzo hubiera salido a correr. Este campeonato ofrecerá lo mejor cuando los cuatro pilotos que van delante puedan competir sanos y en igualdad de condiciones.

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