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Reportaje:FUERA DE RUTA

Macao, la cara lúdica de China

Los casinos de la ciudad trasladan a Asia el espíritu de Las Vegas

En un mundo que creíamos transparente y rápido, curado de todo espanto, China sigue siendo una reserva mundial del asombro. Y más, si cabe, en sus segmentos atípicos: pongamos por caso Macao (ex colonia portuguesa, de 450.000 habitantes, que en 1999 pasó a jurisdicción china como región administrativa especial, como Hong Kong, manteniendo su estatus capitalista durante 50 años, hasta 2049). Los atlas siguen asignando a este enclave de la margen derecha del río de las Perlas (frente a Hong Kong, a hora y media por carretera de Cantón) apenas 16 kilómetros cuadrados. Pero en cosa de meses esa superficie se ha duplicado, robada al mar. Frente a la península de Macao, las islas satélite de Taipa y Coloane han quedado soldadas por un terreno drenado llamado Cotai. Allí, los colosos de cristal y acero emergen veloces y constantes, como delfines de un mar vencido.

Mayor es la sorpresa al penetrar en esos hoteles y casinos acristalados de formas inverosímiles. Para entrar en uno hay que pisar 88 lingotes de oro de ley; a la puerta, entre dos carrozas doradas, unos bobbies rubicundos hacen el cambio de guardia al más puro estilo de Buckingham Palace. En otro hotel vecino, los suelos y paredes son de jaspe y piedras semipreciosas. En otro recibe a los huéspedes una alfombra de seda que vale un millón de dólares. En otro que copia al detalle la plaza de San Marcos de Venecia, con campanile incluido, se puede navegar en góndola por canales flanqueados de palacios y tiendas exclusivas, y adentrarse por salones dorados, deslumbrantes, hasta la sala de juego más grande del mundo.

Macao mueve en sus casinos más dinero que Las Vegas. Ha sido y sigue siendo el único lugar de China donde el juego está permitido. Desde los años sesenta, el hotel Lisboa ejercía un monopolio que fue abolido en el año 2000; ahora son cerca de treinta los casinos, entre ellos los dos mayores del mundo, The Venezian (el de las góndolas) y Sands, ambos pertenecientes al millonario Sheldon Adelson, de Las Vegas (donde The Venezian tiene un gemelo famoso). Algo, sin embargo, rechina en aquel fulgor casi irreal de frescos renacentistas y molduras de oro: los clientes de las mesas de juego no llevan corbata ni chaqueta, sino prendas astrosas, de proletario raso, y como el casino funciona las 24 horas del día, mientras apuestan fortunas tienen que alzar los pies para que pase la aspiradora la señora de la limpieza.

Herencia portuguesa

Las proezas de los casinos para atraer la atención parecen obedecer a una carrera sin freno. Uno exhibe en su fachada la mayor pantalla digital del mundo; otros hacen con sus fuentes o cúpulas prodigios de magia. Pero no son sólo ellos los que se agitan para llamar la atención. Hay más inventos en Macao que parecen querer pulverizar el Libro Guinness de los récords. Y a veces lo consiguen: desde una supuesta torre de comunicaciones (que no ejerce como tal) puede uno lanzarse al vacío a más de 200 kilómetros por hora, en el mayor salto registrado en dicho libro. El llamado Fisherman's Wharf, en el muelle exterior, reúne desde un coliseo romano hasta un palacio español o portugués, o una manzana entera de la propia Amsterdam, con sus gabletes de campana no en cartón piedra, sino piedra a piedra, en una réplica a la que sólo se puede objetar eso, su condición de réplica, la ausencia de originalidad.

La verdad, Macao no necesitaría tanto aspaviento ni tamaño derroche. Tiene de sobra con qué hacerse notar. La Unesco ha reconocido como patrimonio de la humanidad todo su casco viejo, en el que se incluye una veintena larga de templos barrocos, mansiones coloniales y calles enteras que parecen un pedacito empedrado y coqueto de Portugal, y no son réplica de nada. Los portugueses asomaron por aquí en 1557 y obtuvieron permiso de los mandarines para bajar de sus naos (al principio, sólo durante el día) y montar sus tenderetes. Llegaron a formar así una colonia de facto que sólo ha regresado a la soberanía china al expirar el milenio, lo mismo que su vecina Hong Kong.

Ambos enclaves seguirán hasta 2049 como un territorio excepcional dentro del gigante solar patrio, bajo el muy pragmático principio de "un país, dos sistemas". Entre los edificios portugueses -algunos tan emotivos como las ruinas de San Pablo, que emulsionan el desparpajo barroco con la fantasía oriental, o la muy castiza Santa Casa de Misericordia- llama la atención el Leal Senado, sede del Consistorio. El título de lealtad lo obtuvo Macao porque fue la única tierra portuguesa que no arrió la bandera lusa ni se sometió a España durante los 48 años que duró la unión obtenida por Felipe II con chanchullos de familia.

Ósmosis cultural

Gracias al comercio de las naves portuguesas, Macao se convirtió en eslabón entre Oriente y Occidente. Esa ósmosis cultural está muy bien documentada en el museo instalado en la fortaleza principal. Ahora bien, tanto en los residuos del pasado como en la vorágine futurista saltan como chispas los tics ancestrales de la China profunda. Gestos intemporales, cosas que nos chocan. Puede ser el vecino que saca a pasear los pájaros del barrio (como en Europa y América se saca a pasear los perros). O bien los ciudadanos de todas las edades que invaden los parques para hacer ejercicios de taichi o jugar al ajedrez chino, bajo la absorta mirada de Camoens (afirman algunos eruditos que anduvo por aquí, y redactó versos de Os Lusíadas en la gruta que ahora cobija su busto, en uno de los parques más concurridos).

No faltan adivinos callejeros, siempre a tope; consultas profesionales de fisonomistas; templos centenarios atiborrados de fieles que queman varitas de incienso antes de entrar en la oficina. El buen clima, que apenas varía, invita a comer en la calle, algo a lo que son muy aficionados, sobre todo por las noches. Las aceras se transforman en comedores donde amigos o familias repiten el más extendido de los ritos culinarios, el ta pin nou o fondue china: en un pote de caldo hirviente, sobre un hornillo eléctrico, se van sumergiendo fideos, bolas de pasta, carnes y pescados, vivos si son crustáceos.

Y algo que parece consustancial al genio chino en general y al genius loci en particular: los mercadillos. Suelen desbordar las tiendas o almacenes para desparramarse como un reguero por callejas y vericuetos.

Si en el mercado de víveres llega a herir el afán de frescura (los pescados se mantienen vivos en estanques hasta el momento mismo de despacharlos de un tajo), en las calles céntricas, en cambio, una clientela joven, bien instruida en tendencias, tira de tarjeta para hacerse con marcas idolatradas a precio de puerto franco. No son réplicas, pero los precios pueden ser un tercio más bajos que en otras tiendas del mundo. Un motivo más para dejarse seducir por este enclave prestímano, asombroso, cuya regla es la excepción.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir e información- Hay que volar hasta Hong Kong,ya que el aeropuerto de Macaoes para trayectos domésticos. Lufthansa (902 22 01 01; www.lufthansa.es) vuela desde España vía Múnich o Francfort.Sin pasar el control de policía del aeropuerto de Hong Kong,se puede tomar un ferry hastaMacao (unos 45 minutos).- Turismo de Macao (00853 28 31 55 66; www.macautourism.gov.mo).Dormir- MGM Grand Macau (00853 88 02 88 88; www.mgmgrandmacau.com). Avenida Dr. Sun Yat Sen. Tiene casino, spa y restaurantes de alta comida china.- The Venetian Macao (00853 28 82 88 88; www.venetianmacao.com). Cotai. Es el mayor hotel de Asia, y pertenece, como el vecino Sands, a Las Vegas Sands Corp. En Las Vegas tiene un gemelo.Comer- Pousada de São Tiago (00853 28 37 81 11). Avenida da República. Restaurante del hotel boutique instalado en la Fortaleza da Barra, del siglo XVII; allí presenta platos españoles y de fusión Óscar Torres, quien trabajó en El Bulli.- Restaurante Litoral (00853 28 96 78 78). Rua do Almirante Sérgio, 261.Comida macanesa y portuguesa.- Nga Tim Café (00853 28 88 20 86). Rua Caetano, 1. Coloane.

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