Esperando a Abramóvich y Putin
El cuadro ruso, pendiente de la visita de los dirigentes
Leogang es como un frontón de gigantes. Al sur, prados y abetos. Al norte, una pared de roca vertical de 2.000 metros: los Alpes graníticos de Salzburgo. El escenario es tan monumental como sereno. Una vez que la nieve se derrite y desaparecen los esquiadores, a partir de abril, los aldeanos se sumergen en una especie de sopor bucólico. Una tranquilidad estival que la Eurocopa ha interrumpido con una colonia de rusos, decenas de periodistas, hinchas y un equipo de fútbol. Ayer, el pueblo esperó con curiosidad el entrenamiento matinal. La UEFA anunció oficialmente que se celebraría a las 10.30. Pero a esa hora los rusos no aparecieron. A esa hora, el seleccionador, Guus Hiddink, empezaba a jugar un partido de tenis en la cancha del hotel Krallerhof.
"¡Soy como Nadal!", gritaba Hiddink, raqueta en mano, mientras se medía en un partido de dobles con sus ayudantes. La camiseta roja, el color de la revolución de octubre, el de los cardenales y el de los emperadores germánicos, embutió su cuerpo serrano durante las tres horas que duró el ejercicio. "Tengo que jugar con la cabeza", explicó luego el técnico, "porque los que deben correr son los demás". A sus 62 años, el preparador holandés se limitó a cortar bolas.
Mientras tanto, en la escuela pública de Leogang se declaró El Día de Rusia. Los niños tomaron clases de cultura rusa, comieron borch y chi, las sopas típicas de verduras; bailaron y cantaron. En el pueblo, como en el hotel Krallerhof, circula un rumor: Vladímir Putin y Roman Abramóvich han alquilado casas en el valle y se disponen a visitar a su selección.
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