Chicle
Monseñor Amigo, el poli bueno, reconoció hace unos días que la renovación de Jiménez Losantos ha sido un problema que la Conferencia Episcopal ha afrontado como "lo oportuno en las actuales circunstancias". La circunstancia más actual de Federico es el banquillo de los acusados de un juzgado de lo Penal, donde le ha sentado Ruiz-Gallardón al demandarle por injurias, término jurídico cuyo campo semántico se ajusta como un guante en este caso a un precepto clásico, bíblico, "no levantarás falso testimonio". Si Jiménez Losantos es condenado, la sentencia probará no sólo que ha delinquido, sino también que ha pecado, pero eso no será un problema para Amigo. Si su empleado derrochó desparpajo alegando en su defensa que en la radio es imposible separar opinión de información, él llegó mucho más lejos al proclamar: "Si no podemos ser éticos, seamos al menos estéticos". Para provenir de un príncipe de la Iglesia, la fórmula es un tanto pedestre, pero como ejercicio de relativismo moral no tiene pega.
Monseñor Cañizares, el poli malo, está por encima de estas menudencias, y por eso el día del Corpus desempolvó el trabuco para arremeter contra quienes declaran "la muerte de Dios", que, francamente, no sé quiénes son. Dijo también que aquí no hay libertad religiosa, y en eso, sin embargo, estoy de acuerdo. La mejor prueba es que el PSOE se apresuró a votar en contra de la retirada de los símbolos católicos en los actos institucionales. Sus portavoces aplican, al parecer, la teoría de la selección natural a los objetos inanimados, y confían en que biblias y crucifijos evolucionen hasta desaparecer por sí mismos. Es lo que tienen los polis malos, que meten miedo. Los buenos prefieren llegar al mismo sitio por la vía de la elasticidad, así que ya sabe. Si ve a alguno masticando algo, no se confunda. No es un chicle. Es la ética.
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