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La cuadratura del 'círculo'

Antón Costas

Imagine que por la razón que sea le interesa entrar en contacto o pertenecer a una organización de la que formen parte los principales empresarios del país, académicos prestigiosos y relevantes profesionales, intelectuales influyentes en la opinión pública, altos funcionarios y aun políticos que dejaron de serlo. No le será nada fácil.

Podrá encontrar organizaciones que reúnan sólo a empresarios; corporaciones que agrupan a profesionales de un sector; ateneos u organizaciones de la sociedad civil que conectan a personas deseosas de participar en el debate sobre los problemas públicos, o de promover y defender un interés determinado; think tanks como las fundaciones que en los últimos años van surgiendo alrededor de los partidos políticos o de las patronales, formados por gentes que comparten un credo económico o político y quieren influir en la agenda política y en las políticas públicas. Pero le será muy difícil encontrar una organización transversal que reúna gentes de variada condición social, profesional y política interesada en los asuntos públicos.

Durante 50 años el Círculo ha practicado la autocontención como forma de responsabilidad social

Barcelona es el único lugar de España donde puede encontrar una institución de este tipo. Se trata del Círculo de Economía, que este fin de semana celebra su 50º aniversario.

Que no es fácil entender esa transversalidad se comprueba en el hecho de que aun cuando ningún periodista catalán se confunde al mencionar su nombre, en Madrid y en otros lugares es frecuente que se refieran a él como el "Círculo de Empresarios" de Barcelona. Parece una simple errata, pero es un error de concepto. Es cierto que en muchos sentidos el Círculo es la cara i ulls de un cierto tipo de empresariado, pero lo es más por su forma de entender la función social del empresario que por defender intereses sectoriales. La diferencia es sutil pero relevante.

¿Cómo explicar esta especificidad? ¿Por qué ha sido imposible su aclimatación en otros lugares? Probablemente se debe a cuatro rasgos: su peculiar disidencia, su sensibilidad a la movilidad socio-empresarial, su no cuestionamiento del encaje de Cataluña en España, y su peculiar gobierno corporativo. Son como cuatro vértices que permiten hablar de algo así como la "cuadratura del Círculo".

La disidencia respecto de la práctica política y patronal dominante es un rasgo diferencial del Círculo. Así, a finales de los años cincuenta, en plena dictadura, dio cobijo a los economistas y altos funcionarios reformistas que defendían la necesidad de acabar con el modelo inflacionista de crecimiento y de reducir el intervencionismo y el proteccionismo comercial. Algo que tuvo mérito doble, teniendo en cuenta la tradición proteccionista del país. A finales de los sesenta defendió la legalización de los sindicatos de clase. A principios de los setenta, denunció el caos de infraestructuras de Barcelona y promovió la Entidad Metropolitana de Barcelona. En los ochenta, defendió en solitario la permanencia de España en la OTAN. En los noventa, denunció el creciente centralismo económico. Y este mismo año, en lo que fue entendido como autocrítica desde el propio mundo empresarial catalán, llamó a una mayor ambición empresarial. Esta disidencia, practicada con peculiar moderación y sin estridencias, es como un rasgo genético del Círculo.

En segundo lugar, ha practicado en su seno una singular movilidad socioempresarial. Está aún por hacer, pero un estudio de la composición de las juntas refleja el cambio de piel que se ha ido produciendo en el mundo empresarial catalán en este medio siglo, y como el Círculo ha ido buscando e incorporando a los emprendedores emergentes, procedentes de ámbitos sociales distintos a los de la vieja burguesía manufacturera textil y metalúrgica de la que surgieron los primeros presidentes. Hay pocas instituciones que hayan fomentado con tanto ahínco nuevos liderazgos que sepan combinar la actividad empresarial y la función social del empresario; y que hayan sabido promover en su seno una especie de igualdad de oportunidades entre ellos. Sus últimos presidentes provienen de esa movilidad socioempresarial.

El tercer lugar, el Círculo ha practicado con naturalidad, aunque no sin ciertas fricciones en algunos momentos, el encaje de Cataluña en España. Ese encaje llevó en algunas etapas a incorporar a la junta directiva a socios de fuera de Cataluña. El experimentó no funcionó del todo, pero fue más por cuestiones operativas que por diferencias relacionadas con dificultades en esa imbricación.

Por último, pero muy importante, está su atípico gobierno corporativo. En este sentido, el Circulo es un club muy anglosajón (comenzó, en sus inicios en 1958, llamándose Club Comodín), en el que lo importante no son las reglas escritas, sino las no escritas. Regla escrita sólo hay una: el presidente sólo puede ejercer su cargo tres años, aunque después sigue en la junta. Un gran acierto. Tres años son suficientes para dejar impronta. Las no escritas son mantenidas por un singular juego de tradiciones, equilibrios, continuidades e influencias entre los miembros de la junta, los ex presidentes y los secretarios. En este sentido, para comprender los consensos internos, es tan importante analizar sobre lo que se pronuncia como sobre lo que calla.

¿Alguna crítica a estos 50 años? Se podría objetar que el Círculo debería haber sido más activo ante algunos problemas. Es posible. Pero hay dos tipos de instituciones que tratan con asuntos públicos: las que proponen más problemas de los que la sociedad puede resolver en cada momento, originando una sobrecarga que después genera frustración social y política, y las que practican la autocontención como forma de responsabilidad social. El Círculo es de estas últimas.

Feliz 50º aniversario, y buen trabajo en esta nueva etapa.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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