La cabeza de Sullivan
Martin Sullivan, director general de American International Group, ha presentado últimamente enormes pérdidas y un error contable. Parte de la culpa le corresponde a su predecesor, Hank Greenberg, pero si los ex consejeros delegados son una excusa ¿por qué Chuck Prince ha dejado su cargo en Citigroup?
Una demanda presentada esta semana por un accionista de AIG alega que Sullivan y otros directivos contaron a los inversores que todo iba bien cuando se avecinaban unas pérdidas enormes. Sean cuales sean las consecuencias judiciales, parece justo poner al jefe de AIG en la picota.
Considérese la analogía con Prince en Citi. Tanto él como Sullivan heredaron de sus predecesores enormes organizaciones. Ambos tuvieron que afrontar problemas: en AIG, las consecuencias de un caos contable y el invalidado estilo intervencionista de Greenberg, y en el caso de Citi una casi inmanejable colección de negocios mal integrados.
Ambos parecían un poco ingenuos. Prince hablaba de bailar hasta que la música del auge crediticio parase (lo hizo pronto), y Sullivan emitió ruidos tranquilizadores hasta finales de 2007 cuando los auditores de la empresa se quejaron de los deficientes controles internos y hubo que amortizar para ajustarse al mercado más de 6.400 millones de euros, una operación que coincidió además con otra enorme amortización en el primer trimestre de este año. Las acciones de ambas empresas se han desplomado desde que empezaron a conocerse las dificultades crediticias.
Ambas compañías son enormes y diversificadas, algo que las hace difíciles de manejar. Citi tenía el 31 de marzo activos por valor de 1,4 billones de euros, mientras que AIG tenía algo más de 630.000 millones. Citi ha tenido que atraer unos 25.000 millones de nuevo capital en los últimos meses. Y AIG está concluyendo una ronda de obtención de fondos de 13.000 millones de euros, sorprendiendo a los inversores, que pensaban que el objetivo era 8.000 millones, y confundiendo aún más al,personal con un aumento de su dividendo.
A Prince lo obligaron a dimitir en noviembre. El consejo directivo de Sullivan sigue apoyándolo, por ahora, quizá aceptando que ha respondido adecuadamente a los retos posteriores a Greenberg. AIG afirma también que espera que el conjunto de sus pérdidas sobre el papel se revoquen con el tiempo.
Es posible que Sullivan tenga algo de margen de maniobra, pero no debería respirar tranquilo.
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