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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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Los despiadados dioses del fútbol

- "Los entrenadores están todos al borde de la locura o de una profunda depresión".

Lou Macari, ex delantero del Manchester United y ex entrenador del West Ham.

Sir Alex Ferguson no es siempre el hombre más elegante o generoso del mundo, pero acertó cuando comentó que la victoria de su equipo, el Manchester United, contra el Chelsea en la final de la Champions (1-1 en el tiempo reglamentario y 6-5 en los penaltis) no fue tanto una cuestión de mérito como "del destino". Algo parecido fue lo que dijo a los pocos segundos de que el Manchester ganara la final de 1999 contra el Bayern de Múnich con dos goles en el tiempo adicional. "Football: bloody hell!", cuya traducción sería algo así como: "El fútbol: ¡joder!".

Si Terry no se hubiera resbalado en su penalti en la final de Moscú, no se hablaría de la brillantez de Ferguson

En ambos casos, el entrenador más veterano y más triunfador tuvo la sagacidad de reconocer que existe un límite al control que se puede ejercer sobre lo que ocurre en un campo de fútbol. El escocés también sabe que tantísimos de los análisis que se hacen post facto, después de conocerse el resultado de un partido, son puro humo.

Por ejemplo, hubo varios comentaristas ingleses que atribuyeron la victoria del Manchester el miércoles en Moscú al genio táctico de Ferguson, a su fuego interno, a su inquebrantable espíritu ganador. Bueno, sí, quizá algo de eso hubo. Pero la verdad es que el hecho de que hoy el Manchester sea campeón de Europa y el Chelsea no se reduce, ante todo, a los caprichos de los dioses. Si el capitán del Chelsea, John Terry, no se hubiera resbalado justo en el instante del impacto del penalti que tenía que anotar para levantar la copa, la interpretación general de los hechos habría sido totalmente diferente.

No se estaría hablando de la brillantez de Ferguson; no se estaría especulando seriamente sobre el futuro del entrenador del Chelsea, Avram Grant, etiquetado en la prensa inglesa como un fracasado [ayer, el Chelsea confirmó que no continuará como técnico del equipo]. Por otro lado, Grant posiblemente ya estaría en el paro si no fuese por la extraordinaria suerte que tuvo en el partido de ida de las semifinales de la Champions cuando John Arne Riise, el lateral noruego del Liverpool, marcó un absurdo autogol en el último minuto.

Riise se podría haber evitado el disgusto, en cambio, si el destino no hubiese intervenido a favor del Liverpool en los cuartos de final contra el Arsenal, el equipo que mejor fútbol ha jugado en Europa en estos últimos nueve meses, pero especialmente en los cuatro primeros. Si al Arsenal le hubieran pitado un penalti clarísimo a favor en el primer partido y no le hubiesen pitado uno muy dudoso en contra en el segundo, no habríamos tenido que soportar todo lo que se ha dicho y escrito desde entonces sobre la falta de garra ganadora o de astucia o de lo que sea de su entrenador, Arsène Wenger. No. Con un pequeño soplo del destino a favor, hoy estaríamos comentando cómo el talento y la fluidez de los jóvenes jugadores del preparador francés habían superado la rocosa eficiencia de los otros tres grandes ingleses, el Liverpool, el Manchester y el Chelsea.

Pero, claro, hacer comentarios de este tipo tiene algo de subversivo. Es poner en cuestión buena parte de la gran industria mediática que genera el fútbol, incluida esta columna. Si tiene algún valor señalar la enorme influencia que tienen los factores imponderables, imprevisibles, incontrolables de la cruel fortuna sobre el éxito o el fracaso en el fútbol es para enseñarnos a todos -especialmente, a los directivos de los clubes- un poco de compasión y humildad. El mediocre pero absurdamente bien pagado consejero delegado del Chelsea, Peter Kenyon, ya se ha quejado de que la temporada del conjunto londinense no ha estado a la altura de las expectativas, que las cosas se podrían haber hecho mucho mejor. Con lo cual indicaba claramente que a Grant -terminó la Premier League a dos puntos del Manchester en el torneo más poderoso y a un resbalón de ganar la Copa de Europa- le quedaba poco tiempo en su puesto. Lo cual es grotesco, y así lo debe de entender Ferguson, que ha logrado 29 títulos en sus 22 años con los diablos rojos. Grant llevaba una temporada en el Chelsea; el escocés acabó undécimo en la Liga inglesa en su primera temporada en el Manchester y necesitó seis más para ganar el campeonato.

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