El icono de los Spurs es un antidivo
Duncan aplica sus estudios de psicología al juego y dice que es discreto porque le gusta pensar
Uno, dos, tres y, así, hasta mil lanzamientos a canasta en tres cuartos de hora. Como casi siempre, con los auriculares de su ipod, abstraído con su música, generalmente rap, reggae y alternativa, y dedicado por completo a sus ejercicios de tiro, como es habitual con los pantalones al revés, fiel a la manía que adquirió siendo universitario en Wake Forest. Tim Duncan se beneficia de la ayuda de una máquina de última generación llamada Gun 6000, que cuesta unos 3.000 euros y que envía un balón tras otro al lugar y con la cadencia deseada. Concluye la sesión y una nube de periodistas le rodea. Quienes mejor le conocen, los enviados especiales de la prensa de San Antonio a Los Ángeles, saben que responderá con amabilidad, pero evitará que se hable más allá del partido de turno, de la final de la Conferencia Oeste contra los Lakers y de su pulso con Pau Gasol. Por eso le llamaron durante una época La Esfinge.
"Pararle por completo es imposible", dice Gasol de su gran rival en la final del Oeste
"Sólo se puede aspirar a ponerle las cosas difíciles, a que juegue incómodo"
Va a lo suyo. A competir, mejorar por difícil que parezca siendo una figura y teniendo 32 años y ganar a menudo: los cuatro anillos de los Spurs llevan su firma, ha sido dos veces (2002 y 2003) jugador más valioso de la fase inicial de la NBA y tres veces (1999, 2003 y 2005) de las finales. El desafío para Gasol con su emparejamiento es tal vez el mayor al que puede enfrentarse el pívot español.
La inmensa clase de Duncan en la cancha y sus éxitos no se corresponden con la imagen de marca que apetecen los mandamases de la NBA. Todo lo que tiene de grandísimo jugador le falta de carisma a este apasionado de los videojuegos y coleccionista de puñales y espadas.
Cuando Michael Jordan se hinchaba a subir impecablemente trajeado a los estrados a recoger anillos de campeón y premios mil, él recibió su primer MVP en sandalias y con bermudas. Alguna vez lo ha soltado: "Soy discreto porque pienso demasiado. Es lo que me gusta, pensar".
Por eso eligió la carrera de psicología. Por eso es un baloncestista contenido, de los que no vociferan cuando ponen un tapón o meten una canasta. Él sabe que eso puede ser contraproducente. Quien exhibe una alegría desmedida por un logro parcial tenderá igualmente a dar signos de decepción y frustración cuando las cosas no le vayan tan bien. La primera vez que Kevin Garnett le insultó abiertamente en un partido no le hizo ni el más mínimo caso. Sabe, y actúa en consecuencia, que se debe conquistar al rival tanto física como mentalmente. Para eso, debe ser más inteligente y sorprenderle. "No intenta intimidar. Juega con mucha clase y estilo", dice uno de sus ex compañeros, Sean Elliot.
Otros de sus antiguos colegas en los Spurs, Avery Johnson, explica que durante un partido estaba al borde de los nervios tras haber fallado dos o tres canastas fáciles. "Tim, en pleno juego, vino hacia mí y me dejó perplejo al preguntarme: '¿Qué música te gusta escuchar'? Pero enseguida comprendí dónde quería ir a parar: lo hecho ya no tenía ninguna importancia. Abrumarme por los fallos era contraproducente". Así se comprende mejor que Duncan se repusiera de un día para otro de su nefasto primer partido en la serie contra los Hornets con sólo cinco puntos y tres rebotes. Una miseria para un pívot que no suele bajar de los 20 y los 10.
"Pararle por completo es imposible porque es un jugador de un nivel altísimo y con muchos recursos tanto en el ataque como en la defensa. No se puede aspirar a eso, sino a impedir que juegue cómodo, a ponerle las cosas lo más difíciles posible. Para eso también hay que crearle apuros cuando le toca marcar a él", explica Gasol poco después de haberse sometido a una larga sesión de masaje para poner a punto los músculos de su espalda.
Duncan, nacido en las Islas Vírgenes, no empezó a jugar al baloncesto hasta que tenía 14 años. Poco antes, el huracán Hugo, en 1989, arrasó la piscina en la que destacó como nadador y llegó a ser el mejor estadounidense a su edad en los 400 metros estilos. Justo entonces falleció su madre, de cáncer. Antes, le hizo prometer que concluiría sus estudios. Pese a las numerosas proposiciones que le hicieron llegar varios equipos de la NBA desde su primer año en la universidad de Wake Forest, no firmó por los Spurs hasta que concluyó la carrera.
Firmó un primer contrato por siete años y 122 millones de dólares que fue renovado hasta 2012 y por el que cobra una media anual de algo más de 20 millones de dólares (unos 13 millones de euros). Un salario que premia tanto su calidad como su fidelidad a los Spurs. Llegó a San Antonio como delfín del legendario David Robinson y ha convertido la ciudad y la franquicia en Timland, la tierra de Tim, en la que Gasol y los Lakers buscarán una victoria que les permita desbancar al campeón actual y plantarse en la final absoluta.
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