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Entrevista:MÚSICA | Entrevista

La otra Wainwright

La vida de la dinastía Wainwright daría para una comedia de enredo televisiva. "A mí me ha tocado el papel de hermana pequeña, la rara, la incomprendida, la acomplejada". La canadiense Martha Wainwright (1976) lo dice con una espléndida sonrisa, mientras contempla la tarde luminosa que cae sobre la madrileña plaza de Santa Ana. Y añade despreocupada: "Llevo todo el día pensando en mudarme a España una temporada, mira lo a gusto que se puede pasear bajo este sol". De hecho, en su segundo disco, I know you're married but I've got feelings too, quiere sobreponerse a la exposición permanente de las tensiones familiares. Aunque no lo consigue del todo. Por más que disimule disfrazando canciones de amor de himno antibélico (Tower) o firmando dedicatorias a los amigos desaparecidos (The George song), el recuerdo del abandono del padre (Jimi) o del sufrimiento de la madre (en la emotiva In the middle of the night rememora el momento en que a la suya se le diagnosticó un cáncer hace dos años) prevalecen en una obra cruda, equidistante del rock y el folk contemporáneos.

Lo de "matar al padre" se queda corto. En su caso, ha tenido que liquidar a toda la familia para superar el bloqueo creativo
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Comin' Tonight, de Martha Wainwright

Sus progenitores, Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, fueron llamados a reformular la música de raíces a principios de los años setenta. Cada uno por su lado. Se divorciaron cuando Martha era un bebé. Ella y su hermano Rufus crecieron en Montreal con su madre, que cantaba junto a su tía Ana McGarrigle. A pesar de la leyenda del nombre, ninguno de sus antecesores ha logrado un éxito tan masivo como Rufus Wainwright, que se ha convertido en el crooner más cool del siglo XXI. "Estaba escrito en las estrellas que sería un músico famoso. A los ocho ya se pasaba el día tocando el piano, cantando y haciendo el tonto. Ahora pienso que lo mío también estaba predestinado, pero escrito en el suelo: mis raíces han tardado en dar su fruto". Martha pudo haber sido actriz. Estudió interpretación hasta que se mudó a los 21 años a Nueva York para ejercer de vocalista de apoyo de su hermano para los discos y las giras.

Mientras Rufus vivía en éxtasis permanente, no sólo por las drogas, sino por su escalada artística, Martha se acostumbró a permanecer en la sombra. "No me puse a escribir en serio hasta que no consideré que me lo merecía, que realmente mis vivencias me permitían contar algo interesante". En su caso, lo de "matar al padre" se queda corto. Martha ha tenido que liquidar en su cabeza a toda la familia para superar el bloqueo creativo. "El listón estaba demasiado alto. Por eso tardé tanto en grabar mi primer disco (que publicó con 28 años). Era consciente de que no iba a recibir las típicas comparaciones con otras solistas..., ¡tenían a otras veinte personas de mi propia familia con las que compararme antes!".

Su estreno a solas vino en forma de andanada contra su padre, unos años antes. En el tema de cabecera del EP Bloody mother fucking asshole (traduzcan ustedes) le amonestaba, entre otras cosas, por comunicarse con ella tan sólo a través de canciones. "La gente piensa: '¡¿Cómo has podido hacer algo así?!'. Por favor, ¿cuántos hijos están deseando decir eso abiertamente a sus padres a los 23 años? ¡Todo el mundo!". Esta fórmula, utilizada por toda la familia a lo largo de estos años, ha hecho del cancionero de los Wainwright y las McGarrigle un mordaz diario colectivo. Martha, que selló una colaboración con el propio Loudon III hace cinco años -You never phone (Nunca me llamas)-, asegura que han aprendido a llevarse todos bien. "Aunque tengamos esta deformación artística de escribir en primera persona y a veces nos irritemos los unos a los otros, el cariño prevalece".

Prueba de ello es que todavía son capaces de compartir escenario todos juntos. De hecho, tienen propensión a las actuaciones colectivas. Aunque se reserven para las grandes ocasiones, como el recital navideño que dieron hace un par de años en el Carnegie Hall de Nueva York o la jarana que montaron en septiembre del año pasado para celebrar la boda de Martha Wainwright con el productor de sus dos discos, Brad Albetta, en una fiesta cerca de Montreal donde reunieron a amigos del calibre de Emmylou Harris, Linda Thompson, Ed Harcourt o la hija de Leonard Cohen, Lorca Cohen. "Me gusta la seguridad del matrimonio, hay tantas cosas inestables en esta vida... Y más con alguien que me acompaña en mi trabajo, que puede estar conmigo durante una gira", presume. "Porque los tíos, cuando suben a un escenario, se quieren acostar cada noche con una persona diferente. Pero una chica que actúa cada noche lo que quiere es acostarse después con la misma persona".

No le importa pertenecer a un mundo donde "el 95% de la gente que maneja el poder son hombres"; y me permito intentar esclarecer un episodio sexista que vivió hace años con Bob Dylan. Por lo visto, el eminente músico le propuso en un backstage que "abriera" para él. "En realidad se refería a que 'me abriera' para él. Sobreentendí que quería que le teloneara y le envié mi disco. Nunca me contestó", reveló Wainwright en The Guardian. "Es cierto. Si me hubiera llamado igual le habría dejado tocarme las tetas, para que fuera un intercambio generoso a partes iguales", asevera.

Hoy por fin goza de un crédito personal y profesional y sus complejos se han atenuado. En los últimos tiempos ha participado en homenajes a Leonard Cohen y a Syd Barret, protagonizado la reciente adaptación en Londres del ballet cantado de Kurt Weill y Bertolt Brecht Los siete pecados capitales, colaborado con artistas tan dispares como los rockeros indie Snow Patrol o Annie Lennox (con la que ha firmado un single colectivo a favor de los niños con sida de África). Hasta se ha subido al proyecto Africa Expres, con el que Damon Albarn ha propiciado el encuentro entre músicos anglosajones y malienses. Con todo, lo que más sigue disfrutando es el encuentro a solas con su público: "Cuando alcanzas ese grado de intimidad casi sexual. Tocar es como follar, cuanto más das, más demandas a cambio, y si las dos partes están realmente concentradas, la energía se retroalimenta y el resultado es más satisfactorio para todos". -

I know you're married but I've got feelings too está editado en Nuevos Medios.

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