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Columna
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¿En qué mundo vivimos?

Al conocer la dimisión del presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía, muchos consejeros no han sido capaces de ocultar su alegría y uno de ello saludó la buena nueva con un comentario turbio sobre el genérico femenino. No es raro. Las cosas están así. Uno echa un vistazo a las televisiones locales, autonómicas y nacionales, y comprende que lo verdaderamente raro es que un consejo audiovisual se atreva a tomar decisiones independientes y a afirmar que el partido en el Gobierno utiliza los medios públicos con fines electoralistas. Buena parte de las tramas de corrupción urbanística y de los éxitos de las dudosas candidaturas independientes, se han montado gracias a una televisión local dedicada a convertir al especulador de turno en un filántropo eficaz preocupado por el futuro de su pueblo. Algunas cadenas autonómicas, como Telemadrid, denunciada por sus trabajadores, llegan incluso a olvidarse de la realidad, con una decidida institucionalización de la mentira, afirmando cualquier cosa, por ejemplo, que en el mes de julio suele hacer mucho frío, que no existen problemas en la sanidad pública, que por la noche sale el sol o que Esperanza Aguirre es un modelo democrático. Una poderosa red de periódicos y televisiones eleva a la presidencia de Italia a un personaje tan temible como ridículo, que se acerca de forma cada vez más descarnada a la retórica fascista. Sin llegar a tanto, en España se puede nombrar responsable de la televisión pública a un conocido ejecutivo de un grupo privado de comunicación, tal vez para abrir hueco, con la cancelación de espacios públicos, a las necesidades de una nueva cadena y un nuevo periódico. Hay que reconocer que Canal Sur Televisión no llega a los extremos de Telemadrid, pero no le falta razón al Consejo Audiovisual de Andalucía, pese al desasosiego de los consejeros socialistas, cuando afirma que sería deseable una voluntad mucho más clara de independencia.

La televisión pública es el único espacio en el que parece posible la libertad de información, que no debemos confundir nunca con la libertad de crear medios de información privada. Ya que no depende de intereses económicos particulares, la televisión pública sólo necesita crear mecanismos para evitar la dependencia de los partidos gobernantes. Esa es una de las tareas del Consejo Audiovisual de Andalucía, y para eso fue elegido Manuel Ángel Vázquez Medel, un catedrático de Literatura no sólo honrado, sino orgulloso de su honradez, quizá porque se dedicó desde hace muchos años a estudiar los ensayos de Francisco Ayala sobre los códigos de la información en la sociedad contemporánea. Así aprendió que los peligros de la democracia están también en el interior de la sociedad libre, que no basta con temer a los viejos totalitarismos, que es imprescindible separar la información de la publicidad, las noticias de la propaganda gubernamental. Parece ser que Manuel Ángel Vázquez Medel ha querido cumplir con su trabajo, con el trabajo que le encomendaba el Gobierno de Andalucía, y por el simple hecho de respetar la ley y de tomarse en serio su tarea se ha transformado en un ciudadano incómodo. No responde a los dictados de un partido político, no necesita estar a bien con ningún alto mando para cobrar a fin de mes, es incapaz de portarse como un tiburón con sus propios compañeros, estudia con rigor intelectual la teoría de la comunicación y se ha tomado en serio la palabra libertad. Como además es culto y habla bien en público, y le gusta estudiar la obra de los poetas, se ha salvado por esta vez de que lo acusen de conspirador peligroso. El chiste se ha limitado a jugar con el genérico femenino. No es raro. Lo extraño y lo verdaderamente significativo es que un ciudadano haya querido cumplir con su deber. Manuel Ángel, ¿en qué mundo te crees que vives?

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