Paso a los veteranos Sex Museum
La banda, heredera de la movida, sube hoy al escenario de la sala El Sol
"En los bares a los que iba con 16 años, si veías a uno de 25 preguntabas: '¿Qué hace este viejo aquí?' Y ver uno como yo, al que le asomaran las canas, era impensable. Nos encantaba provocar a esa peña", dice Fernando Pardo, y estalla en una carcajada. Se ríe porque esta noche, a los 43 años, se subirá con Sex Museum, su banda, al escenario de la Sala El Sol. Presentan Fiveteen hits that never were, su nuevo disco, un recopilatorio para el que han regrabado temas antiguos. Un mínimo resumen de los 25 años de carrera de un grupo que es parte de la historia reciente de Madrid, y en el que desde el principio militan con él Marta Ruiz -hoy su mujer- y su hermano pequeño, Miguel.
"Íbamos a Rock-Ola. Éramos los pequeños de la movida", dice Fernando Pardo
Todo empezó en 1983 con una pandilla de adolescentes flequilleros y garajeros. "Nos reuníamos en Rock-Ola. Éramos los pequeños de la movida. Ellos tenían 25 años y nosotros, 15. Con la movida hubo un momento realmente luminoso, pero de repente se convirtió en un mamoneo. Mucha pose y nada detrás. Nosotros buscábamos cosas excitantes. Una mezcla de música a todo volumen con bastante sudor y un pelín de violencia".
Es el mítico Madrid de mediados de los ochenta, la noche es pura juerga en la ciudad más divertida del mundo y ellos, el recambio generacional de bandas como Radio Futura o Gabinete Caligari. "Nunca lo pretendimos. No queríamos pertenecer al mainstream. Sacabas el disco a tu bola sólo para la gente que era como tú".
Sex Museum era la punta de lanza de un movimiento mucho más rockero, que cantaba en inglés y giraba por Europa. "Si lo hacíamos en castellano sonaba a Ramoncín. Y sí, había un circuito europeo. Tocábamos en Austria, Alemania u Holanda. Lo que pasó es que toda esa escena rocanrolera reventó". Fue un momento de ebullición. Los críos crecían y creaban su propia escena. "Hubo una época, del 89 al 94, que venían bandas guiris por un tubo. Se quedaban a vivir en Madrid meses porque pensaban que era una ciudad vibrante. Malasaña era un barrio en el que se podía hacer cualquier cosa, los bares estaban abiertos sin licencia hasta que les salía de los...".
El centro de aquel desparrame tenía un nombre: Agapo, un garito en la calle de la Madera. "Era nuestro centro de reunión. Allí pasaba de todo. Aparecía Johnny Thunders o The Buzzcocks, y les embolingabas. Una noche podías encontrarte al cantante de los Pogues debajo de una mesa... Era ese tipo de ambiente. Había mucho movimiento. En el bar todo valía, mandaba más la gente que los dueños. Daba la impresión de que cerraban cuando la gente estaba realmente cansada".
Pero a partir de mediados de los noventa, Sex Museum se queda en tierra de nadie. Ni eran de la movida ni pertenecían al pujante movimiento indie, que bebía de fuentes muy distintas a las suyas. "Todo se estaba evaporando. De repente éramos lo menos cool del mundo. El rock no molaba, hasta el punto en que la mayoría de los bares a los íbamos cerraron. En Madrid, el tecno, arrasó".
Ellos también habían cambiado. Las melenas habían crecido y sus referencias eran mucho más setenteras y cercanas al hard rock. A finales de los noventa, Sex Museum implosiona. "Nos cansamos, tocábamos demasiado. El grupo no funcionaba. La máquina nos podía. Llevábamos desde 1995 actuando todos los fines de semana. Éramos unas rock stars de pueblo. Necesitábamos dormir".
Vuelven con el cambio de siglo. Relativamente más tranquilos, como Madrid. Ese caos que conocían ya no existe. Los bares cierran a las tres y está prohibido beber en la calle. Ellos combinan el grupo con sus trabajos y la familia. Miguel tiene tres hijos; Fernando y Marta, dos niñas. Han reconstruido la formación con dos nuevos miembros: el bajista Javi Vacas, de 36 años, y el batería Roberto Lozano, Loza, de 31. Sus conciertos son fiestas de rock y su pretensión, disfrutar. "Al final, es mejor no triunfar, te da libertad ¿Qué es triunfar? ¿Pasarme la vida tocando las canciones que me hicieron famoso hace 20 años? ¿Llegar arriba para caer lentamente a un pozo sin fondo? A mí me gusta mucho más tocar que tener éxito. Somos muy cabezones. Te voy a decir algo: el gran mérito de Madrid es que sus rockeros son muy cabezones".
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