Sombras en el PSOE
Qué previsibles son los partidos políticos. Y qué frágil la memoria de sus dirigentes. Cada cierto tiempo, los partidos celebran un congreso excepcional para escenificar un cambio generacional. Suele ocurrir tras un varapalo en las elecciones. De él sale una nueva ejecutiva que anuncia un giro rotundo y que incluye una serie de tópicos: sus miembros son personas que aportan frescura, tienen ganas de trabajar y apuestan por un discurso más cercano al ciudadano. Hay otra premisa imprescindible en ese presunto congreso de la renovación. Que los que han estado al frente del partido hasta ese día tengan, lo que se denomina, un gesto de generosidad y den un paso atrás.
Sucedió hace ocho años en Málaga en el congreso que aupó a Marisa Bustinduy a la secretaría provincial del PSOE, tras un acuerdo entre los dos sectores en litigio que colocó a Josele Aguilar como número dos del partido. La ejecutiva que ambos lideraban no incluía ni un solo histórico del PSOE y combinaba militantes que habían permanecido en segunda fila y jóvenes promesas. La transformación la ilustró un miembro de la dirección regional que, ese día, sentenció: "Cómo está cambiando esto, que no conozco a la mayoría de la gente de la nueva ejecutiva". Más explícito fue el líder saliente, José Asenjo, que dijo que el cambio era tan vertiginoso "que habían desaparecido todos los dirigentes en los que acostumbraba a articularse el partido". Con ese congreso, el PSOE pretendía poner freno a la sangría de votos que de manera escandalosa iban sufriendo desde 1995 en todas las elecciones. El acuerdo entre ambos sectores no superó el mandato.
Hoy, ocho años después, toca otro congreso excepcional. La sangría de votos ha ido aumentando elección tras elección. Bustinduy ha anunciado que no repite y con su renuncia aparece en el horizonte un paisaje similar al del año 2000. Por eso, se plantea el siguiente cambio generacional. Por ahora, hay dos propuestas en litigio, con sendos aspirantes a la secretaria provincial. Un candidato que apoya la ejecutiva saliente, el diputado Miguel Ángel Heredia. Otro auspiciado por el sector crítico, el profesor universitario Fernando Arcas. Más o menos, el núcleo de dirigentes que apoyó hace ocho años a Bustinduy es el mismo que aboga ahora por Heredia. Y más o menos, el núcleo de dirigentes que propició la otra lista, es el mismo que ahora lidera la candidatura crítica. Conclusión: todos los que dieron un paso atrás en 2000 no se han ido. Siguen ahí, compartiendo el sitio con quienes ahora han dejado de estar delante y han dado su paso atrás. Y ahí siguen todavía quienes en el congreso anterior al congreso de hace ocho años también dieron un paso atrás. Cada uno con sus fobias y sus trifulcas, con sus vetos y sus cuotas. Y sin irse.
En la zona del paso atrás ya no cabe un alfiler, por eso algunos han vuelto a dar un paso adelante. Ese lugar del PSOE donde concluyen todas las generaciones anteriores al nuevo cambio generacional que se pretende acometer ahora, está tan abarrotado que proyecta una sombra demasiado ancha sobre quienes se anuncian como nuevos.
Un cargo socialista me comentaba en privado la necesidad, no exenta de cierta frustración por las dificultades que presuponía, que esta vez sea posible una nueva generación de dirigentes que "no tengamos que asumir las luchas de nuestros padres". Quizás, el mayor mérito que tuvo Zapatero en el 35º congreso del PSOE fue descubrir que la militancia socialista estaba deseando un cambio. Y su éxito fue rodearse de un grupo de dirigentes sobre los que apenas se proyectaban sombras. Igual para que haya consenso en Málaga y un verdadero cambio generacional, habrá primero que despejar definitivamente las sombras. En Sevilla, hay tantas, que para pedir cambios no hace falta ni perder elecciones.
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