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Reportaje:

"Una alegría que nunca acaba"

Después de tres jornadas de pasillos, el Madrid se despide de su afición con música, fuegos y un espectáculo de luces

Eleonora Giovio

La juerga en el Bernabéu no termina nunca. Los jugadores llevan tres jornadas seguidas recibiendo pasillos, aplausos, gritos de campeones. Ayer, además, recibieron el trofeo de la Liga de manos de Ángel María Villar, el presidente de la federación. Señal definitiva de que se acabó, de que ya no hay campeonato, ni pasillos ni homenajes. Al menos, hasta la temporada que viene. Por si acaso y por si la suerte decidiera abandonar Chamartín, el equipo aprovechó el partido de ayer para estrenar las equipaciones del curso 2008-2009. Todo eso, ante la mirada de los jugadores del Levante, que finalmente decidieron suspender la huelga y disputar el partido. El Madrid salvó así su fiesta. Y, visto lo que tenía preparado -lo más parecido a una inauguración de un Mundial o de una Eurocopa-, no es de extrañar que buscara un rival como fuera a lo largo de la semana.

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Empezó con lluvia, transcurrió entre el desinterés general y terminó con un espectáculo de fuegos artificiales y las imágenes de la temporada proyectadas en una gran lona con forma de pirámide -obra de una grúa que apareció por encima del estadio- en el centro del campo. Se sucedieron goles, sonrisas, abrazos...

En el descanso, el club homenajeó a la afición en el centro del campo, ante la mirada atónita de los suplentes granotas que se estaban calentando en una de las porterías. Un hincha-muñeco inflado y de 30 metros de altura apareció en el círculo central rodeado de bailarines y percusionistas. Lo vio la mitad del público. La otra estaba llevando a cabo su personal celebración: bocata y cerveza en los bares del estadio. Eso sí, a la vuelta ovacionó al Levante después de que marcara Geijo, pero se olvidó de la situación que están viviendo los granotas al reclamar con pitos un penalti sobre Robinho cuando el marcador señalaba 4-1. Y a la vuelta también se acordó de Eto'o invitándole amablemente a saludar al campeón.

Por entonces el árbitro ya había pitado el final y Pepe, Marcelo y Robinho ya habían empezado a bailar sobre el césped. "Esto sigue sin parar. Es una alegría que nunca se acaba", dijo el portugués. Fueron interrumpidos sólo por el protocolo y la entrega de la copa. Las notas de The Final Count Down acompañaron a Raúl y al resto de sus compañeros en la subida de las escaleras hacia el palco de las autoridades para recibir una réplica del trofeo. Cannavaro se fundió en un abrazo cariñoso con el presidente, Ramón Calderón. "¡Hombre!", exclamó como si volviera a verle después de las vacaciones. Lo mismo hizo Raúl, algo menos espontáneo, para mostrarle su apoyo después del revés vivido en la asamblea celebrada por la mañana.

El Bernabéu se tiñó de plata gracias a centenares de papeletas que el club repartió entre el público antes de que los jugadores dieran una vuelta de honor. Algunos, como Salgado, Guti y Cannavaro lo hicieron acompañados por sus hijos. Los del central italiano lo hicieron enfundados en una camiseta del Madrid con el número 5 y bailaron cogidos de la mano.

Luego, se apagaron las luces y el Bernabéu fue teatro de un espectáculo de colores, mosaicos y fuegos. Unos, de color rojo, aparecieron por el fondo sur para iluminar una pancarta con el lema campeones.

Ya sólo queda la última fiesta, prevista para hoy, con la visita al Ayuntamiento y a la Comunidad.

Raúl, como acostumbra en estos casos, celebró el campeonato con un capote.
Raúl, como acostumbra en estos casos, celebró el campeonato con un capote.ÁLVARO GARCÍA

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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