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Entrevista:ENTREVISTA

La vida es una exposición

Dominique Gonzalez-Foerster, que inaugura una muestra en el Musac, propone al espectador experiencias para vivir el arte

Dominique Gonzalez-Foerster (Estrasburgo, 1965) tiene a veces la impresión de que pasear por cualquier calle es una experiencia similar a visitar una exposición. "Camino, observo, me detengo, mido el espacio, huelo el ambiente, pienso, me sorprendo. Ésas son las reacciones que busco yo, por mi parte, en un público para mis exposiciones. Pienso que el arte actual es más intenso como experiencia que como fábrica de imágenes u objetos. Es espacio, es tiempo".

Espacio y tiempo son los materiales con los que trabaja, junto con las impresiones e ideas que dejan en ella sus continuas lecturas. Con algo tan intangible entre las manos es capaz de montar exposiciones, que la han situado entre las artistas europeas más valoradas del momento. A punto de inaugurar una muestra en el Musac de León, prepara ya su intervención en la Sala de Turbinas de la Tate Modern para octubre.

"Tengo la impresión de haber estado atrapada en el triángulo Villa-Matas-Bolaño-Sebald los últimos dos años"
"Es más fácil hacer una obra de arte obvia -una pintura, una escultura- que algo que esté en el límite de su definición"

PREGUNTA. ¿Cómo describiría la muestra que va a presentar en el Musac? ¿En qué consiste?

RESPUESTA. Antes que nada me gustaría explicar lo que no es. Esta exposición no es una retrospectiva. No mira hacia atrás. Es más bien prospectiva. Me gusta explorar siempre las nuevas posibilidades que plantea el realizar una exposición. Yo no soy pintora, no soy escultora... En el mundo anglosajón utilizan el término artes visuales para definir esta forma de expresión. Me siento más cercana a ese concepto. Mi medio de expresión es la exposición en sí misma. A veces, la veo en forma de filme, otras, de libro o de habitación.

P. Ésta se titula

Nocturama, ¿un paisaje nocturno?

R. Nocturama es una especie de continuación de lo que hice en ARC, el Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris, hace un año, titulado Expodrome. Era una exposición de exposiciones, una serie de ambientaciones gigantescas que atraviesas. Lo que me atrajo, en primer lugar, del Musac son sus espacios y dimensiones. La escala es muy importante para mi trabajo, es un lugar que permite ir de un lugar a otro y dejar que las cosas sucedan. Decidí continuar la aventura de Expodrome en el Musac. La primera parte es Promenade, donde sólo se escucha caer la lluvia, siguiendo la idea que ha ido desarrollando sobre la tropicalización. La segunda consiste en una conversación a tres bandas con Vila-Matas. La tercera es Cinelandia, que parte del libro homónimo de Ramón Gómez de la Serna, en el que se desarrolla la conexión entre filme y ciudad a través de ocho películas que he hecho en los últimos diez años. Estas dos partes actúan como un archivo. La siguiente fase es el Solarium, un trabajo que he hecho con Nicolas Ghesquière -que diseña para Balenciaga-, con quien vengo trabajando desde 2002 en varios espacios. Solarium es un ambiente tanto arquitectónico como cinematográfico, complementado por un texto. La última parte es Nocturama, que encierra un misterio. Una ambientación que sugiere una especie de muelle, que es donde está Nocturama. Es un proyecto totalmente nuevo hecho especialmente para el Musac. Yo misma no sé exactamente cómo funcionará hasta que termine de montarla.

P. Los libros, como objeto y como contenido, están muy presentes en su trabajo. ¿Cómo?, ¿por qué?

R. Pasada la primera parte de esta exposición, que es una ambientación sonora en la que sólo se escucha el ruido de la lluvia, llegamos a otro espacio en el que los primeros objetos que veremos serán libros en pequeñas torres sobre una alfombra. Los he presentado así en otras ocasiones porque ésa es la forma en la que yo trabajo y los libros son el material de partida de toda mi obra. El espacio y los libros son siempre mi punto de partida. El libro como objeto, y el texto; y luego el texto y el lugar son lo que producen la obra. Mis proyectos suelen estar relacionados con el hecho de pasar por ciertos lugares -desiertos, ciudades- e ir leyendo libros sobre esos sitios.

P. Ha escogido al escritor Enrique Vila-Matas como protagonista de una parte de su exposición. ¿Por qué?

R. Leí París no se acaba nunca en París, una de las ciudades donde vivo, y en ese momento fue una experiencia muy fuerte para mí. Su forma de usar la propia memoria, su aproximación a la ciudad y los niveles literarios que entran en juego me causaron gran impresión. La forma en que conecta lo que lee con lo que ve y el hecho inicial de haber alquilado una habitación a Marguerite Duras me hicieron pensar que ése era el tipo de literatura que me hubiera gustado hacer. Continué leyendo todos sus libros y me obsesioné totalmente. Unos me llevaban a otros y las citas que hacía de otros libros se convertían en pistas que yo seguía. También mencionaba muchos que yo ya había leído y eso me hacía sentir cómoda en su lectura. Moverme en un territorio conocido. Me descubrió, por ejemplo, a Roberto Bolaño y a W. G. Sebald. A Sebald lo conocía un poco de antes, pero la forma en la que Vila-Matas lo abordaba me dio otra perspectiva. El asunto es que tengo la impresión de haber estado atrapada en el triángulo Villa-Matas-Bolaño-Sebald durante los últimos dos años.

P. ¿Una experiencia excepcional o le había sucedido antes?

R. En mi vida como lectora he pasado por diferentes etapas: el momento Conrad, el momento Dostoievski... Pero desde que encontré estos libros descubrí otra faceta. Bolaño es como toda una biblioteca y Sebald otra. Voy de libro en libro desde que empecé a leer a este trío, y muy obsesionada. Siempre he sido una gran lectora, pero con ellos he estado viviendo un momento intenso y emocionante.

P. Parte de la exposición es un libro de conversaciones con Vila-Matas realizadas por usted y Hans Ulrich Obrist. No como catálogo de la muestra sino como parte de la obra creada para ella. ¿Arte, literatura, edición?

R. El libro es importante dentro de la exposición por el hecho de ser un libro y porque yo no soy una escritora. Por eso cuando me invitaron a realizar un proyecto en la Huerta de San Vicente, de Granada, en casa de García Lorca, le dije al comisario de la muestra, Hans Ulrich Obrist, que debíamos invitar a Vila-Matas, con quien yo ya me escribía mails. Me apetecía mucho conocerlo personalmente y todo empezó con un toque maravilloso en el momento en que llegamos a la vez al hotel, en completa sincronicidad. Fue allí donde comenzamos las conversaciones entre él, Obrist y yo, que han terminado dando forma al libro que se edita para esta exposición. Ya en Expodrome había involucrado a otros creadores (músicos, iluminadores, etcétera), no necesariamente escritores, en una especie de diálogo. Y me di cuenta de que todo ello hacía la experiencia de la exposición más interesante y pegada a la tierra. Por eso quise que lo del Musac no consistiera solamente en instalar objetos, sino que estuviera también ligado al lenguaje. Y Vila-Matas me pareció el vehículo perfecto para ello.

P. ¿Una forma de ligar esta exposición a España, al lugar?

R. A veces, cuando llegas a un lugar donde te proponen hacer una exposición, conoces al director del museo, das un paseo por la ciudad, pero todo resulta bastante abstracto y ajeno. Sientes que no puedes, simplemente, importar tu trabajo a ese sitio. Y no es que yo no tenga relación alguna con España. La tengo en muchos sentidos. Mi abuelo era español, llegó a Francia cuando era niño. Nació en un pueblo pequeño, Villagarcía de Campos, no muy lejos de León. Además, en 1987, trabajé tres meses en la galería de Marga Paz, donde conocí a artistas como Juan Muñoz y Cristina Iglesias. Una hermosa experiencia. Pero establecer una conexión inmediata con un lugar es difícil. La conversación con Vila-Matas me permitió introducir en el museo parte de mis vivencias más recientes y excitantes. Por eso también le dedico una alfombra de libros en la muestra.

P. ¿Un libro es un camino para usted, una forma de viajar, de moverse?

R. Sí lo es y también es una manera de vivir una vida mucho más interesante. Un día en el que no leo al menos veinte minutos o media hora es un día perdido para mí. Sobre todo ahora que tengo una niña pequeña y viajo menos los libros son una manera de expandir mis experiencias. Una tabla de salvación. Una vez me di cuenta demasiado tarde en el avión, en un vuelo de once horas, de que había dejado todos mis libros en la maleta y casi entré en pánico.

P. Decía al principio que la exposición es su medio de expresión. En su opinión, ¿cuáles son los mejores lugares para exhibir el arte contemporáneo: galerías, calles, ferias, bienales, museos?

R. Cuando estudiaba, a mediados de los ochenta, vi una exposición, titulada Chambre d'amis, en Gante, que tenía lugar en las casas de la gente de la ciudad. Luego, en el Skulptur Projekte de Münster de 1987, vi arte por las calles. Y por esa época también fue cuando se empezó a exponer arte en edificios industriales. Creo que en los años ochenta fue cuando el arte salió del museo. Para mí fue un momento muy interesante. En los años noventa la idea cambió y la tendencia fue el regreso al museo, pero a través de distintas propuestas. Exposiciones que transformaban el museo con actividades los fines de semana y una mayor apertura, una expansión del concepto. A partir de ese momento creo que no prefiero una forma de exponer sobre otra, me interesan todas, menos las ferias de arte. No me gusta el formato, la escala que suelen tener para instalar las piezas, están siempre demasiado hacinadas. Eso sólo funciona para pintura o determinadas piezas, aun así no es una experiencia deseable. Salvo para los coleccionistas. Las bienales sí me gustan. Muchos artistas son muy críticos con las bienales, pero para mí son como festivales de cine. Es una buena forma de relacionarte con otros artistas, sobre todo durante la época del montaje. Se ven muchos trabajos nuevos. También me interesan espacios en los que te encuentras inesperadamente con el arte. Hay ciertos sitios enmarcados para exponer, como los museos o galerías, que de alguna manera dictan que lo que ahí se presenta es arte. Pero cuando te lo encuentras de pronto y no estás completamente segura de que eso sea arte, la experiencia es más interesante. Es una posibilidad con la que he trabajado a menudo, en el metro de París o cuando intervine en la Documenta 11 de Kassel, en un espacio abierto. Me gustaba la idea de que algunos espectadores lo buscarían, guiados por la muestra, y otros, simplemente, pasarían por encima con sus perros.

P. Parece que sitúa sus obras entre un ser y no ser arte.

R. Hay una vieja pregunta duchampiana de 1913: ¿es posible hacer una obra que no sea una obra de arte? Creo que sigue siendo pertinente. Es más fácil hacer una obra de arte obvia -una pintura, una escultura- que algo que esté en el límite. A veces me han preguntado si lo que hago es verdaderamente arte y siempre me ha gustado ese momento de duda porque significa que toca la zona de la definición del arte. Y es también una forma de expandir la idea del arte. ¿Esto sigue siendo arte? ¿Cuál es la frontera? Ésa es la principal pregunta de mi trabajo. En la exposición del Musac todos los trabajos están en el límite de algo. La primera, porque no hay nada que ver, sólo hay sonido: la segunda, porque sólo hay libros; la tercera, porque son películas, es decir, cine; la cuarta, porque es una especie de arquitectura, y la última, porque está entre un fenómeno de la naturaleza y una especie de atracción de feria. Algo que no sabes bien por qué estás mirando. La vivencia en esa franja de indefinición del arte pone al espectador en la tesitura de decidir si lo es o no.

P. Vivimos saturados de imágenes constantemente ¿Cree que el arte contemporáneo se inclina más por proveer experiencias que imágenes?

R. Los que trabajamos en los medios plásticos tenemos la suerte de tener una libertad total y unos espectadores que pueden circular. El cine, el teatro u otros géneros cuentan con espectadores más pasivos. Las exposiciones pueden estar muy cerca de la experiencia cotidiana. Podríamos comportarnos todo el día como si estuviéramos en una exposición. De hecho, cuando viajo a sitios como Brasil, donde vivo parte de mi tiempo, siento que es como si estuviera en una exposición. Camino, observo, me detengo, mido el espacio, huelo el ambiente, pienso, me sorprendo. Sí, el arte es más intenso como experiencia que como imagen. Es espacio, es tiempo.

P. Habla de espacios creados, de escenarios, decorados. Durante varios años creó sus

chambres, habitaciones, que fueron una especie de identificación de marca de su trabajo. ¿Sigue trabajando en ello?

R. Ya no las hago porque ha dejado de interesarme el aspecto doméstico de ellas. Me llaman más la atención ahora los exteriores, el arte en espacios abiertos. Como observaba Walter Benjamin, la exhibición del yo es el resultado de la forma en la que se organizaban los interiores burgueses de finales del XIX. Tus cosas son tu historia. Una de las últimas chambres fue una habitación donde hay sólo un teléfono, un televisor, una radio, unos periódicos. Con la idea de que el espacio doméstico es el que está ahora en relación con la ciudad. El espacio problemático, el espacio excitante está afuera. Eso se ve también en mis películas. Y es porque en cierto momento me di cuenta de que llevar el exterior al interior de una galería de arte o de un museo, por ejemplo, se me hacía cada vez más difícil. Las películas me permitían capturar una situación dinámica al completo, con sonido, con luz. Por eso empecé a grabar vídeos: el paisaje que capté en Hong Kong a las seis de la mañana, por ejemplo, es irrepetible. Esas situaciones a la vez, me permitieron pensar en el hecho de la exposición. Pienso en las exposiciones en lugares abiertos como lugares en los que suceden cosas, donde la gente se encuentra. Por eso, incluso cuando hago fotos en las calles, creo que estoy haciendo una especie de archivo.

P. Estuvo en el último Skulptur Projekte de Münster, en 2007. ¿Qué papel ve hoy para el arte en espacios públicos tras esta última edición? ¿No se ha terminado por convertir en una especie de imposición a la gente de la ciudad?

R. En mi proyecto adopté una especie de aproximación histórica al reproducir a pequeña escala algunas de las más emblemáticas esculturas presentadas en las tres ediciones que se han hecho cada diez años desde 1977, como si fueran capas o un palimpsesto ligadas al contexto topográfico. Tal vez porque he tenido la suerte de participar en las tres últimas ediciones, creo que lo más interesante de esta exposición no es que suceda en exteriores, en la ciudad, sino que se haya mantenido en el tiempo. Cuando vas cada diez años ves cómo han cambiado los paradigmas de la instalación de las obras dentro de la misma ciudad. Me sorprendió esta última vez ver que lo que en 1987 me interesaba en el contexto urbano ya no tenía sentido hoy porque en ese entonces había visto tantas grandes ciudades que Münster me parecía un pueblecito. Lo que pensé es que la exposición SPM en todas estas ediciones ha creado su propia historia. Una ciudad dentro de la ciudad o, tal vez, la ciudad de las propuestas que me pueden interesar. No quería confrontar mi trabajo con una plaza o una esquina, pensé que era mejor enfrentarla al tiempo y la memoria creando una especie de archivo para la gente de la ciudad que ha visto esas piezas en su momento. Fue como un teatro de la memoria. Fue como reconstruir la ciudad en su relación con el arte. La periodicidad es lo que ha terminado por dar su sentido a esta muestra, más que las esculturas en sí.

P. Es la próxima artista invitada para exponer en la gran sala de entrada de la Tate Modern el 13 de octubre. ¿Qué piensa instalar?

R. No puedo adelantar nada porque es parte del trato. Pero puedo decir que es espacio, es un perfecto campo de juego. Es un lugar para mirar a través, tanto cuando hay mucha gente como cuando está vacío. No me importa que por momentos sea un lugar demasiado turístico porque, al igual que en Münster, es un entorno urbano pero sin las molestias o perturbaciones de la ciudad. En The Guardian, al anunciar que sería yo la próxima invitada a la Tate, se preguntaban: ¿será una instalación sci-fi o tropical? Me hizo gracia. Todo el mundo trata de adivinar qué haré. Y lo que hacen es imaginar ellos qué se hará ahora después de los ocho proyectos anteriores. Estoy muy contenta, éste es un año muy intenso para mí.

Nocturama. Dominique Gonzalez -Foerster. Musac. Avenida de los Reyes Leoneses, 24. León. Desde hoy hasta el 7 de septiembre.

<i>Tapis de lecture</i> (2007), de Dominique Gonzalez-Foerster, en la exposición <i>Expodrome, </i>el año pasado en París.
Tapis de lecture (2007), de Dominique Gonzalez-Foerster, en la exposición Expodrome, el año pasado en París.

Construcciones de la imaginación

El Musac inaugura hoy otras cuatro exposiciones, además de la de Dominique Gonzalez-Foerster, que permanecerán abiertas hasta el 7 de septiembre.

Ana Laura Aláez. La artista bilbaína vuelve a la escultura. Más conocida por sus trabajos en vídeo, fotografía y arquitecturas, presenta ahora un proyecto titulado Pabellón de Escultura, que está dividido en dos espacios. El primer espacio alude al cuerpo y la geometría, a través de varias chaquetas de cuero negro de las que surgen una especie de prótesis escultóricas. La segunda sala propone un espacio invertido respecto al anterior. Una estructura, de quince metros de ancho por cinco de alto, de placas de aluminio ensambladas. Sala 3. Comisario: Agustín Pérez-Rubio.

Carmela García. El París de entreguerras es el escenario de Constelaciones, una indagación en torno al género y la identidad a través de fotos, vídeos, dibujos e instalaciones. Carmela García (Tenerife, 1976) reconstruye las identidades de una serie de mujeres de la época que dejaron huellas visibles en el debate sobre el papel de la mujer moderna, como Gertrude Stein, Berenice Abbott, Claude Cahun, Tamara de Lempicka, Djuna Barnes o Marie Laurencin, entre otras. Sala 2. Comisario: Alberto Martín.

Hedi Slimane. Diseñador de moda para Yves Sain-Laurent y creador de la línea Dior Homme, además de interiorista y diseñador gráfico, Hedi Slimane (París, 1968) tiene también una carrera como fotógrafo y creador de vídeos e instalaciones sonoras. Rock Diary es el producto de su inmersión, cámara en mano, en el Festival Internacional de Benicàssim de 2007. La puesta en escena de este trabajo para el Musac sitúa al espectador en el lugar de la estrella de rock frente a la masa de fans. Sala 1. Comisario: Agustín Pérez Rubio.

Dan Attoe. Cuadros de pequeño formato que recrean el elemental, abigarrado y fantástico mundo de la pintura popular norteamericana. Dan Attoe (Bremerton, Washington, 1975) realiza paisajes minuciosos, con personajes y situaciones entre lo apocalíptico y lo humorístico. Un mundo lleno de símbolos. Laboratorio 987. Comisaria: Tania Pardo.

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