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Reportaje:

Paisajes íntimos de los Lévy

El pintor Rafael Cidoncha retrata la casa del filósofo francés

Es la primera vez, en sus más de 30 años de carrera, que el pintor Rafael Cidoncha (Vigo, 1952) exhibe sus cotizados lienzos no sólo en la ciudad de su infancia, sino en Galicia. "Nadie es profeta en su tierra", dice sonriente, "y yo voy donde me invitan". Quien lo ha hecho es la galerista viguesa María Prego, atraída por los trazos realistas de uno de los pintores más reclamados del momento. Su coqueto local los acoge, dispuestos con el beneplácito del artista, hasta el próximo mes de junio.

Uno de los últimos encargos que ha concluido es un retrato del Rey Juan Carlos encomendado por la ciudad de Sevilla, ha participado en exposiciones colectivas en Nueva York, Mónaco y Milán y, con carácter individual, se le han dedicado muestras en Bogotá, Burdeos, México DF y Riga, cuyo Museo de Arte Extranjero organizó una retrospectiva en 2004. En su cartera de clientes figuran la colección Forbes y la Yves Saint-Laurent. Y esto sólo es una muestra de su presencia internacional, porque Cidoncha expone en escogidas salas españolas y en sede madrileña de la Galería Marlborough, con la que trabaja asiduamente.

En sus cuadros el exotismo oriental tiene una presencia apabullante

Su vinculación con la galería constituye una significativa carta de presentación, pero el artista se ha labrado su propio camino. Una senda que le condujo a entablar amistad, hace dos décadas, con el filósofo y editor francés Bernard-Henri Lévy, una de las voces más presentes en los debates que surgen el país galo.

La muestra se completa con una serie de dibujos de motivos vegetales en blanco y negro y una reducida selección de fotografías de cactus, la pasión más reciente del artista; pero es, precisamente, la casa que el iconoclasta intelectual posee en Marrakech la protagonista de buena parte de los lienzos de diversos tamaños que se trajo a Vigo. Una vivienda cuyos interiores aparecen retratados hasta el detalle y, a tenor de lo que cuenta Cidoncha, el estado natural de la casa de los Lévy es tal cual la pinta: de puertas y ventanas abiertas que dejan entrar la brisa y la luz procedente del palmeral anexo. Las estancias, a las que se accede a través de deslumbrantes arcos apuntados, evocan una mansión laberíntica que invita a disfrutar del lujo y de la compañía de los amigos.

Fue Marlon Brando como ahora son Sofia Coppola o Mick Jagger quienes pasan temporadas en la vivienda que, antes que a los Lévy, perteneció al actor Alain Delon y a la familia Getty. "No es una casa de ricos que están encantados de conocerse", justifica el artista, como queriendo borrar de su amigo el estigma de celebridad de la jet set. "Lo que importa es una condición intelectual y artística".

Indirectamente, fue el filósofo quien bautizó la serie Naturalezas viva a la que pertenecen estos paisajes de su intimidad. En uno de sus escritos sobre Cidoncha se refirió a sus trazos como "esto no es una naturaleza muerta". "Para empezar, sus lienzos hablan. Hay pintores que deslumbran. Cidoncha, más bien, nos aturde. Las voces de Marrakech. Las voces de los humanos que os han precedido allí, dentro de estas paredes, sobre las terrazas que no han cambiado y que todavía son, como ellas mismas, las terrazas de la mítica casa de los Getty". El pintor concuerda con la apreciación de que, en el fondo, es un evocador de recuerdos vividos que se siente cómodo en el lenguaje de la figuración.

Paisajes, retratos y bodegones son otros motivos temáticos que Cidoncha ejercita con profusión, como se puede comprobar echando un vistazo a la galería que él mismo ha creado en su página web y que sirve para conocer una amplia muestra de su producción reciente. "Es muy sencilla y aún tengo que evolucionarla más, pero me parecía imprescindible crearla". En sus cuadros el exotismo oriental tiene una presencia apabullante y, sobre todo, un país. "El sur de Marruecos es todavía un territorio muy virgen y físicamente muy pictórico; al contrario que el norte, que antes frecuentaba más, donde están vendiendo la costa". A principios de los 70 viajó a Tánger para cambiar su paleta, que era "gris y sucia". El flujo de la vida y el colorido del país magrebí continúan seduciendo al pintor, quien trabaja a caballo entre Madrid y París, fiel a su concepción de la vida como un viaje constante.

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