La más triste de las despedidas
El Camp Nou da las gracias con pancartas y ovaciones a Frank Rijkaard en contraste con la bronca general con la que castiga al equipo azulgrana
No es lugar para fiestas el Camp Nou, dado el estado de las cosas en un final de temporada apocalíptico. El partido ante el Mallorca sirvió para que la afición azulgrana se despidiera de Frank Rijkaard, un tipo querido desde las entrañas a la piel del Barcelona. Tiene sus cosas, pero es un buen tipo y se ve a la legua, así que la gente le quiere. Casi avergonzado por las muestras de cariño que le vienen dispensando aquellos que han trabajado con él y aquellos que ni siquiera le conocen, temía ser centro de una emboscada en forma de homenaje. El club le protegió a su manera, decidiendo que nadie debería echarle en cara a la directiva que le usara como paraguas.
Todo fue tan elegante entorno al entrenador como se esperaba. Y tan triste. Porque los 39.298 espectadores que acudieron al estadio tenían muchas cosas que decir, además de darle las gracias Rijkaard. Él prefirió despedirse por carta. "Me he sentido como en casa, pero sabía que no lo era...", empezaba su sincera carta publicada por Barça Camp Nou, el diario oficial del club. La gratitud que le mostraron en esas páginas, desde el presidente de la Generalitat, José Montilla -"quiero destacar el trabajo constante, la discreción y la dignidad en momentos difíciles como ahora en los que ha sabido reconocer errores"-, a Johan Cruyff -"para valorar al Barça basta ver cómo estaba cuando llegó... Ha dado títulos y prestigio internacional al club"-, pasando por Carles Rexach, que le definió como "un entrenador con perfil Barça".
Guardiola: "Su balance es magnífico. Todo lo que ha hecho, de 'chapeau"
La gente le agradeció su trayectoria y su forma de hacer dentro y fuera del campo
Su último clásico en el Bernabeu |
"Si hay pitos al club, me pitan a mí también", dijo Rijkaard. La afición pitó a todo lo que se movía, menos a él. A saber la conclusión que sacó. "No me esconderé, pero no me gusta sentirme observado", había avisado, así que, siempre consecuente, regateó a los fotógrafos antes de sentarse por última vez en el banquillo del Camp Nou. Amagó a la izquierda y buscó salida por la derecha, donde encontró el cariño de Gregorio Manzano, entrenador del Mallorca. Luego, se incrustó entre Johan Neeskens y Corbella, el utillero, mientras escuchaba la bronca con la que el estadio recibió al equipo. Desde allí se veían pañuelos blancos, banderas negras en el fondo sur, y telas pintadas, la mayoría dedicadas a él, a Frank Rijkaard, para despedirlo. En casi todas, le daban las gracias y le llenaban de parabienes. No se levantó hasta el minuto 15. Entonces, se escucharon los primeros aplausos en el campo. Como en un guiño, marcó el Barça. Otro le hubiera buscado; Henry no.
A todo eso, Guardiola, en el Mini-Estadi, después de empatar contra el Sant Andreu, le rindió respeto. "El balance de Rijkaard es extraordinario, todo lo que ha hecho, de chapeau. Es un ejemplo para nosotros, para todos, un ejemplo", sentenció. En la grada del Camp Nou se observaron diferentes pancartas. "¡Gracias por todo Frank!", "Rijkaard, you never smoke alone" (nunca fumarás solo, un guiño al himno del Liverpool).
Era la forma de la gente de agradecer al holandés los 282 partidos que ha dirigido al Barça, las 116 victorias, las dos Ligas y la Copa de Europa, y sobre todo, la manera de entender el fútbol y la vida que ha transmitido en las cinco temporadas en Barcelona. Se acabó un lustro en el banquillo azulgrana, aunque Frank Rijkaard todavía tiene que dirigir un partido, el de la próxima semana en el campo del Murcia, otro compromiso absolutamente intrascendente para el cuadro azulgrana que desde hace ya dos semanas sabe que concluirá el campeonato en el tercer puesto.
Rijkaard, en el minuto 15 de la segunda parte del encuentro ante el Mallorca, volvió a asomar desde el banquillo. Un aplauso sentido y elegante le dijo adiós y muchas gracias en medio de una bronca que acabó de ser monumental una vez que Güiza marcó el tercer gol del Mallorca y concluyó el partido. Abatido, sólo, Rijkaard desapareció por el túnel de vestuarios. La despedida no podía ser más triste. Se acabó la etapa de Rijkaard, empieza la de Guardiola.
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