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Columna
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Plataforma ciudadana

Se debate estos días en Alicante sobre el futuro de la ciudad. La Plataforma de Iniciativas Ciudadanas (PIC) ha organizado un ciclo de conferencias para discutir el porvenir de Alicante en un mundo globalizado. Los expertos pronostican que las ciudades sufrirán un profundo cambio en el nuevo escenario mundial, que cada día parece más cercano. Se habla, incluso, de una economía de las ciudades que algunos consideran como la forma de economía que se impondrá en el futuro. En ese escenario -se asegura-, quienes no logren adaptarse a la nueva situación tendrán dificultades para mantener su actual nivel de vida. Las jornadas de la PIC no pretenden, naturalmente, resolver problemas de esta magnitud, que requerirían otro ámbito. Su propósito es más modesto, aunque, a mi parecer, no menos interesante: pretenden que los alicantinos se interroguen sobre su futuro.

Alicante es una ciudad que se ha pensado poco. Si nos limitamos a los últimos 12 o 14 años, podemos afirmar que aquí no se ha reflexionado nada, no se ha planificado nada. Las cosas se han ido resolviendo según se presentaban. Cuando los dirigentes de una ciudad no piensan adónde quieren ir, lo propio es que las cosas se hagan de cualquier modo y no se llegue a ninguna parte. Esto es lo que ha sucedido en Alicante, donde la falta de ideas ha sido absoluta. El resultado salta a la vista. Quienes hemos presenciado los cambios de la ciudad a lo largo de este tiempo, no podemos más que lamentar la manera en que se han hecho las cosas y cómo se han desperdiciado unos años en los que, en lugar de avanzar, hemos retrocedido. Cualquiera que conserve algo de memoria, reconocerá que Alicante se encuentra hoy en peor estado que 15 o 20 años atrás.

En este panorama de debilidad social, las jornadas que ha organizado la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas son una excepción. Claro que la propia existencia de la plataforma ya lo es y este simple hecho ha sorprendido a numerosas personas. En una ciudad donde la indiferencia ante los asuntos públicos se había convertido en un tópico -el menfotisme-, su presencia ha venido a echar por tierra esta cómoda coartada. Por cierto, ha sido uno de los miembros de la plataforma, el profesor Alcaraz, quien se ha encargado de demostrar cómo ha sido la derecha la principal beneficiaria del tópico. Hoy ya no puede decirse que el alicantino se muestra indiferente ante lo que sucede en su ciudad; tras lo ocurrido con el Palacio de Congresos, pocos dudarán de la efectividad de estas acciones.

Quizá el principal problema al que deba hacer frente la plataforma sea su falta de representatividad. Es cierto que no se trata de un partido político, pero jamás ha querido serlo, ni ha pretendido suplantar a estos. Su papel ha sido otro y para ejercerlo no ha esgrimido más derecho que el de sus propias iniciativas y el trabajo de sus miembros, que ha sido considerable. Pero al alcalde Díaz le viene muy bien agitar esta bandera cada vez que la plataforma se cruza en su camino, lo que sucede con frecuencia. Lo que sí es cierto es que la asociación ha recibido el apoyo de muchas personas que han vuelto sus ojos a ella ante la pasividad de los partidos políticos. De haber existido una oposición municipal efectiva en el Ayuntamiento de Alicante, es probable que el papel de la plataforma hubiera sido otro. En mi opinión, esta circunstancia ha obligado a sus miembros a ejercer un protagonismo que, probablemente, estaba más allá de sus objetivos.

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