Una serie tergiversa la historia

Una serie llamada Apóstol ha causado calurosas discusiones y más de un escándalo entre los espectadores rusos. Emitida recientemente en el Canal Uno de la televisión, cuenta las aventuras de un agente de los servicios secretos estalinianos. En teoría, la idea original era mostrar cómo los verdugos al servicio del poder mutilan y destruyen la vida del héroe. Pero Guennadi Sídorov, el director que rodó los nueve primeros capítulos, dimitió ante los cambios que se introdujeron y que no dejaron nada de la idea primigenia. Lo que iba a ser la historia de un oficial torturado (con las consiguientes críticas al régimen estalinista) acaba con un final feliz completamente antinatural.

La serie cuenta la trágica historia de Apóstol, un intelectual que se pudre en los campos de concentración de Stalin. Un buen día lo conducen a Moscú: quieren enviarlo con una peligrosa misión a la escuela de saboteadores de los nazis en reemplazo de su hermano gemelo, que servía a los alemanes y que había perecido al tratar de ingresar clandestinamente en la URSS. A Apóstol le prometen que su esposa e hijo serán tratados como familiares de un oficial de los servicios secretos, pero la realidad acaba siendo diferente: a ellos les hacen creer que él ha muerto, y a ella la internan en un psiquiátrico y al niño en un orfanato. Dejando de lado las inverosimilitudes de la historia -Apóstol era un intelectual con mala vista al que operan para que sea capaz de ver como un halcón y además lo convierten en un excelente manitas con las cerraduras de las cajas fuertes, como su hermano-, lo que al principio parecía una serie que iba a mostrar los horribles métodos de los servicios secretos rusos (engaños, torturas...) acaba convirtiéndose en los últimos capítulos de un nuevo intento de justificar los crímenes de los órganos de seguridad estalinianos. Al final, Apóstol se encuentra con su familia y vuelven juntos a Rusia a servir a la patria.