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Reportaje:

La Virgen Blanca tiene la 'negra'

La polémica y los percances jalonan la reforma de la plaza central de Vitoria - Una veintena de personas se ha caído en una semana en la zona escalonada

Retocar una postal tiene sus riesgos. Que se lo pregunten si no a Eduardo Rojo, el arquitecto municipal de Vitoria autor de la reforma de la plaza de la Virgen Blanca, quizás el proyecto que le ha dado mayores quebraderos de cabeza. El Ayuntamiento puede cambiar la fisonomía de cualquier espacio urbano, y no pasa nada; y un viandante puede romperse la crisma en una obra pública en Lakua o Zaramaga, y tampoco. Pero si el cambio y el percance se producen en la plaza de la Virgen Blanca, el corazón físico y sentimental de la ciudad, la polémica está servida.

La plaza vive en el disparadero desde que el anterior alcalde, Alfonso Alonso (PP), con el apoyo de toda la corporación, impulsó la reforma de este espacio de 6.380 metros cuadrados, marcado por el monumento a la batalla de Vitoria, que ocupa su centro desde 1917. Desde el primer momento, el mal fario parece haberse adueñado de este espacio. Con el remate del fallecimiento, hace menos de un mes, de una anciana que se cayó tras tropezar con una manguera empleada en las obras. El accidente llevó a que la seguridad de las obras se debatiera con vehemencia en la Comisión de Vía Pública, hasta el punto de que se ha revisado la normativa en todas las que realiza el Ayuntamiento.

El proyecto inicial fue rebajado por considerarse demasiado radical

Sin embargo, en una semana, una veintena de personas ha sufrido caídas en la zona escalonada, diseñada así para que se pudieran colocar las terrazas de las cafeterías adyacentes, salvando la pendiente. El pasado viernes, el alcalde, Patxi Lazcoz (PSE), aceptó que el Ayuntamiento tendrá que indemnizar a las víctimas y anunció que unas jardineras delimitarán los escalones para advertir a los viandantes.

La remodelación ha vivido un seguimiento vecinal inédito, hasta el punto de que el proyecto se sometió a encuesta pública, tras exposición de los planos. El ex alcalde Alonso, aprovechando la necesidad de renovar las conducciones, y con el respaldo del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro (COAVN) y otros expertos, apostó por un cambio radical de ese espacio, con la retirada del monumento. Los parterres, el escaso espacio para los peatones y la intensidad del tráfico eran, ciertamente, decimonónicos.

Convocó un concurso de empresas, con una respuesta exigua y una calidad decepcionante, por lo que encargó al arquitecto paisajista del Ayuntamiento, Eduardo Rojo, y al jefe del servicio de Arquitectura, Carlos Ibarlucea, que buscaran una solución. El resultado satisfizo a los expertos, mientras provocaba cierto revuelo entre algunos sectores ante la modernidad de la propuesta. Una encuesta secundada por 894 aportaciones terminó por perfilar el proyecto, que mantenía el monumento en su lugar. Rojo e Ibarlucea diseñaron un espacio diáfano que permitiese la celebración de grandes acontecimientos con una asistencia masiva de personas, como la bajada del Celedón. Su propuesta incluía la reducción del tráfico con sólo un carril para el transporte público, y la ambientación del resto del espacio con jardineras móviles, además de fuentes luminosas y farolas de diseño, pero tuvieron que introducir pequeñas reformas, como la incorporación de algunas zonas verdes.

"El problema es que el proceso se orientó mal desde el principio. Nosotros ya pedimos que se convocara un concurso de ideas entre arquitectos de prestigio como la mejor forma de evitar disputas públicas", explica Ángel Luis Bellido, presidente de la delegación alavesa del COAVN. Buena parte de los arquitectos alaveses ya habían mostrado su preocupación por las injerencias populistas en la redacción del proyecto.

Pese a las críticas de algunos nostálgicos y de los cabreados de siempre, vecinos y hosteleros y comerciantes están satisfechos con la reforma. "Se ha ampliado la acera y se reduce el tráfico, ha tomado otra dimensión. Ahora sólo falta que retiren el monumento", apunta Luis Miguel Varona, del bar Dublín. Ángel Luis Bellido muestra su acuerdo, pero es muy pesimista. "No veré una plaza diáfana, no hay partido político que asuma esa decisión". No lo hizo Alfonso Alonso y tampoco Patxi Lazcoz, aunque los dos reconocen que no les gusta el monumento.

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