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PALABRA DE MUJER | OPINIÓN
Columna
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Falta de discurso en Rajoy

Soledad Gallego-Díaz

Lo más llamativo del proceso de cambio que pretende llevar a cabo Mariano Rajoy dentro del Partido Popular es que no existe ningún discurso político que oriente ese cambio. Por el momento al menos, sólo se habla de nombres (la dirección y la estructura del grupo parlamentario en el Congreso se han renovado prácticamente al ciento por ciento), pero Rajoy no ha explicado, ni sugerido siquiera, si piensa alterar estrategias, cómo o por qué. Esa falta de orientación produce desconcierto, incluso entre sus propios defensores, incapaces de saber dónde tienen que situarse durante los próximos meses.

La falta de discurso político sería más soportable si Rajoy ejerciera un liderazgo personal muy fuerte y carismático o si tuviera una amplia estructura propia de poder dentro del partido. Ninguna de esas dos cosas se produce en la actualidad, de manera que la fortaleza de Rajoy se está basando casi exclusivamente en el hecho de que no tiene alternativa posible. Los líderes territoriales, o barones, de donde podría partir esa alternativa, están mucho más preocupados por cortocircuitarse entre sí que por lanzarse al ruedo. Si hubiera alguien con ánimo y fuerza, comentan numerosos dirigentes regionales de segunda y tercera fila, podría llevarse el partido detrás de sí, pero la realidad es que nadie ha exhibido por ahora esa capacidad. Para colmo, a Rajoy empieza a reprochársele que deje tirados a cargos anteriores del partido, algo peligroso en una organización tan cerrada como el PP, en la que lo que se podría llamar "el desemparo del jefe" es un riesgo insuperable.

El dirigente del PP no ha explicado, ni tan siquiera sugerido, si piensa alterar las estrategias, cómo o por qué hacerlo
Existe interés por saber cuántas enmiendas se presentarán a la ponencia política que se hará pública este martes

La falta de discurso de Rajoy es realmente aplastante y hace todavía más frágil su posición. El líder del Partido Popular se limitó en su día a hacer un balance bastante escuálido de los resultados electorales, en el que se limitó a constatar que unos habían trabajado más que otros y a rechazar cualquier responsabilidad personal en la derrota. El desordenado, mal compuesto e inconexo discurso dejó a sus seguidores realmente perplejos y a sus detractores todavía más preocupados. El dirigente popular tomó un poco de aire en el debate de investidura del presidente del Gobierno, pero volvió a caer inmediatamente en el mutismo, rehusando hablar de lo que le pide su partido: estrategias de futuro y mensajes capaces de marcar una dirección.

Todo el desgaste que está sufriendo el PP en estas semanas no tendría en realidad demasiada importancia si finalmente el congreso del partido, en Valencia, el próximo mes de junio, terminara dejando establecido un equipo fuerte y una estrategia compartida. Da la impresión, sin embargo, de que en esos momentos muy pocos dirigentes del PP apuestan por ese resultado. La mayoría teme un congreso fallido. Nadie confía en que el nuevo equipo que ha construido Rajoy, sobre el que va a recaer la cocina del entramado, sea capaz de controlar con éxito algo tan complicado como el congreso de Valencia. El congreso dependerá más bien de lo que quieran los barones.

A falta de otros escenarios, muchos dentro del PP se preguntan si quienes quieren abrir más el debate no terminarán por aprovechar la ponencia política para remover el terreno y plantear nuevas estrategias. Se supone que el próximo martes día 13, los encargados de elaborar las tres ponencias del congreso (estatutos, económica y política) presentarán sus textos de partida para someterlos al escrutinio de los delegados. De momento ya existe bastante expectación por saber cuántas enmiendas se van presentan a la ponencia política y quiénes las van a firmar. El texto inicial será obra de tres dirigentes regionales (la vasca María San Gil, el canario José Manuel Soria y la catalana Alicia Sánchez Camacho) que no tienen un gran peso político interno, pero que representan tres maneras muy distintas de relacionarse con los nacionalismos: San Gil rechaza de plano todo contacto; Soria ha pactado un gobierno con Coalición Canaria, y Sánchez Camacho nunca ha ocultado su catalanismo y su voluntad de acercarse a CiU.

¿Y José María Aznar?, se preguntan en las propias filas del Partido Popular. ¿Aprovechará el congreso para llamar al orden y dar directrices? Muy pocos creen que el ex presidente esté realmente en disposición de pronunciarse o de intervenir públicamente sobre lo que está ocurriendo. Una cosa es que siga provocando grandes aplausos entre los populares y otra que su papel sea tan lucido como antes. Si Aznar se pronunciara sobre la marcha del partido, se pondría en una situación incómoda, en un lugar expuesto a las críticas de algunos sectores o militantes de su partido. Y eso es algo de lo que Aznar huye como de la peste. -

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