El mágico aleteo caribeño
Barcelona adora a Alicia Alonso desde sus inolvidables actuaciones en el Gran Teatro del Liceo en los años setenta. Por esa razón sus fieles admiradores acudieron a la cita con el Ballet Nacional de Cuba anteayer en el teatro Tívoli. Fue indescriptible el momento en que, antes de empezar la función, Alonso tomó asiento en un palco y el público se puso en pie con un respeto y una admiración que se podían palpar, y rindió una larga ovación a la genial bailarina cubana. Fue uno de esos instantes mágicos en que la emoción del espectador vuela hacia al mundo de las willis, hacia lo sobrenatural que envuelve un mito. El Ballet Nacional de Cuba ha regresado a Barcelona con El lago de los cisnes, obra que no bailaba en la ciudad desde 2000. La versión que ahora presentan hasta el 18 de mayo es la que siempre ha bailado magníficamente esta compañía, sin duda una de las mejores versiones que puede verse en la actualidad, firmada por Alicia Alonso sobre la original de Marius Petipa y Lev Ivánova. Lo novedoso para el espectador barcelonés es la puesta en escena ya que, al tratarse de una coproducción con los Teatres de la Generalitat Valenciana, el vestuario y la escenografía son de 2001, y por ello las telas y los objetos escenográficos se ven nuevos. Pero tanto los diseños de Francis Montesinos y Julio Castaño como la escenografía de Ricardo Reymena son francamente pastelosos y de mal gusto, como ya se apreció en el Festival de Peralada de hace siete años.
El lago de los cisnes
Coreografía de Alicia Alonso sobre la original de Marius Petipa y Lev Ivánov. Música de Piotr Ilich Chaikovski. Intérpretes: Viengsay Valdés (Odette/Odile) y Rómel Frómeta (Príncipe Siegfried). Escenografía de Ricardo Reymena. Vestuario de Francis Montesinos y Julio Castaño. Diseño de Luces de Ruddy Artiles. Teatro Tívoli. Barcelona, 7 de mayo.
Sin embargo, como entonces, esta circunstancia no ensombreció la actuación del ballet, que, como es habitual, brindó una noche virtuosa. El secreto de su hipnótico estilo es una combinación perfecta de técnica y de expresiva belleza, a la que se le suma el temperamento de su raza. El movimiento de brazos de la escuela cubana encierra el secreto del elegante aletear de los cisnes. La interpretación del elenco femenino en el segundo acto de este ballet embriagó al espectador hasta el tuétano.
El actual elenco del Ballet Nacional de Cuba es joven y su interpretación respira vida y dinamismo, además de una precisa y nítida ejecución. En cuanto a la pareja protagonista, los bailarines Rómel Frómeta y Viengsay Valdés, exhibieron una apabullante técnica y una fuerte personalidad escénica. Mención especial merece la interpretación de Viengsay, para la que no hay palabras: su poderosa y seductora actuación en el doble papel de Odette y Odile merece los adjetivos de espléndida, emotiva, sublime y perversa. No obstante, me atoro al intentar describir su hermoso y equilibrado movimiento de brazos, sólo comparable al de la Plisétskaya. Extasiante.
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