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Reportaje:36ª jornada de Liga

Schuster cultiva su misterio

Nadie en el club sabe cómo es el alemán, que en la temporada ha sabido activar la tensión cuando ha entrado en escena

Diego Torres

Los empleados del Madrid, los directivos y los futbolistas no saben qué clase de hombre es Bernd Schuster. El alemán permanece cubierto por una espesa niebla que ni el título de Liga, ni el cava, ni la música de la fiesta, han disipado. Su espíritu es insondable, como su ego, y lo único verificable es que a lo largo de la temporada que concluye ha sabido activar la tensión cada vez que ha entrado en escena. Cuando Schuster interviene, todo el mundo calla. Crece la expectación. Se mastica el aire. La gente se pregunta: "¿Qué hará esta vez?".

"No fue un corte de mangas al uso, sino una celebración", se disculpó el técnico de su gesto en Pamplona

Schuster percibe el desconcierto que genera, y esa intuición acelera su tendencia a comportarse de forma impredecible. La sensación de influir sobre los demás le inyecta una especie de entusiasmo. Se siente reconocido y no hace nada por aumentar su autocontrol. Al contrario. Se agita. En los últimos meses ha ido soltando exabruptos, o ha revelado un sentido del humor cargado de ironía, como ayer. Cuando le preguntaron por el corte de mangas que dedicó a la hinchada de Osasuna el domingo, negó que lo hiciera. Gesticulando para explicarse, habló con aplomo: "No fue un corte de mangas al uso, sino una celebración. Yo hice así con los brazos para celebrar el gol de Higuaín. Levanté el puño y me giré 360 grados. Dio la casualidad de que allí estaba el público. Pero ya lo dije: en Pamplona el comportamiento de la gente fue muy bueno".

Schuster prefiere pasar por alto los atenuantes que le apuntan desde el club: que en Pamplona el público estaba muy agresivo, que hubo lanzamiento de objetos a Casillas, que Higuaín recibió el impacto de un mechero que le abrió la mejilla... Ahora se ríe de sí mismo. Éste parece ser el efecto positivo que ha ejercido en su carácter el primer trofeo que gana como entrenador. Pero al principio de la campaña no manifestó la misma serenidad. Comenzó confesando a Beckenbauer, en un programa en directo para la televisión alemana, que no sabía si quería continuar en el Madrid. Llevaba dos meses en el cargo. Luego se ocupó de desafiar a la prensa, a la que desautorizó despectivamente. Abandonó la sala de conferencias en Huelva y dijo que le perseguían. Nunca se supo si su paranoia era real o fingida. Lo cierto es que no sólo no lo persiguieron. Además, gozó de la temporada más armoniosa que ha vivido el club en la última década. No soportó la presión mediática que sufrió Del Bosque durante los primeros años de Florentino Pérez en la presidencia, ni padeció las injerencias que desasosegaron a Queiroz, por parte de órganos ajenos a la secretaría técnica, ni debió aguantar las imposiciones mercantiles que sacaron de quicio a Camacho. El entrenador alemán tampoco llegó en tiempos de crisis, como Luxemburgo, ni se enfrentó a una transformación como la que debió emprender Fabio Capello hace dos años. Schuster heredó un equipo campeón, un vestuario jerárquicamente ordenado, y una estructura administrativa estable que le daba libertad de acción para entrenar, hacer las alineaciones y sugerir contrataciones. Ninguno de sus predecesores contó con esta ventaja. Aunque el club no le dio carta blanca para fichar, él nunca hizo nada por demostrar que controlaba el mercado. Su única sugerencia, Ballack, era inviable. Aparte de algunos desencuentros en la confección de la plantilla, ni Calderón ni Mijatovic le pusieron obstáculos.

"Estoy seguro de que Bernardo se va a relajar cuando gane el primer título", anticipó Calderón. Dos días después del alirón, no se sabe si se tranquilizó con la constatación del campeonato, o con la celebración del gol de Higuaín, esa especie de butifarra lanzada al aire. Ayer Schuster amaneció contento. "Estoy más feliz que cuando era jugador, porque tenía responsabilidades y creo que he hecho las cosas bien", confesó. "Después de esta temporada sólo nos queda una cosa por hacer, y es ganar al Barça. Jugamos en casa, ante nuestra afición, y es un partido especial. Sería la mejor manera de cerrar el círculo".

El técnico, que como jugador sufrió una circunstancia similar, desdramatizó el pasillo que hará hoy el Barça al Madrid, en forma de homenaje al campeón. "Parece que es algo horrible", comentó; "y no es así. Es una actitud de deportividad. No es para tanto. Yo se lo hice al Madrid como jugador del Barça, en 1988. Y si no me puse en primera fila fue porque no me dejaron los fotógrafos, que se acercaron demasiado. Pero aplaudí. Hice así con las manos".

La fama de Bernd Schuster en lalistaWIP

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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