En familia, la verdad, se gana menos
Las empresas familiares aplican políticas restrictivas en el reparto de dividendos
Financiación es hoy, más que nunca, la palabra clave en el mundo de la empresa. Es necesaria e ineludible para crecer, innovar e internacionalizarse. Estos tres aspectos estratégicos pueden tener para las empresas familiares dificultades añadidas. En un estudio que han realizado Fernando Casado, director general del Instituto de Empresa Familiar, y Susana Menéndez, directora de la Cátedra de la Empresa familiar de la Universidad de Oviedo, se afirma que el carácter de empresa familiar puede determinar ahora y en el futuro una "lógica financiera" propia. Pueden primar valores como el control y la rentabilidad a largo plazo sobre otros aspectos como la rentabilidad a corto y la asunción de riesgo.
La acción sin voto puede abrirse paso para desarrollar la empresa familiar
En este estudio, que se publicará próximamente, se afirma que la autofinanciación o reinversión de beneficios es el principal medio de financiación en las empresas familiares. Además, estas empresas se caracterizan por políticas de reparto de dividendos restrictivas y por la reticencia a la incorporación de socios externos al grupo familiar en el capital. Sobre el reparto de dividendos, el estudio dice que es preciso considerar en qué generación se encuentra la empresa familiar y la complejidad de su estructura accionarial.
Las empresas familiares en primera generación tienden a retener la totalidad de los beneficios generados. La incorporación de la segunda generación comienza a considerar la posibilidad de distribuir beneficios. Pero es en el paso a tercera generación cuando las posibilidades de autofinanciación encuentran límites marcados por las políticas de reparto de dividendos, sobre todo en las empresas con accionistas pasivos, esto es, no vinculados a la gestión o al gobierno de la empresa.
El estudio analiza la política de dividendos seguida por las empresas del Instituto de la Empresa Familiar, que engloba a las cien mayores compañías de este tipo en España. En él se afirma que el 28% de las empresas familiares más grandes no reparte dividendos, y otro 31% distribuye menos del 16% de sus beneficios.
La mayoría de las empresas que distribuyen beneficios disponen de un sistema basado en la aplicación de un porcentaje sobre los beneficios netos de la empresa, que incluso pueden tener fijado en el protocolo familiar, que puede revisarse periódicamente.
Aparte de la autofinanciación, las empresas también pueden financiar sus inversiones de renovación y crecimiento por ampliaciones de capital. Nuevamente, en este punto, las empresas familiares tienen una casuística particular derivada de su singularidad.
Por un lado, la habitual concentración del patrimonio familiar en la empresa limitará la posibilidad de aportaciones adicionales por medio de la ampliación de capital. Y, por otro lado, el objetivo de mantener el control de la propiedad en el grupo familiar determina reticencias a la entrada de socios externos a la familia. En este sentido, los protocolos familiares prestan especial atención a los acuerdos relativos a la transmisión de las acciones o participaciones de la empresa, limitando la posibilidad de venta fuera del grupo familiar.
El estudio propone nuevas vías poco exploradas para la financiación propia, como la emisión de acciones o participaciones sin voto, que permiten aportar fondos propios sin modificar la estructura de gobierno familiar.
Asimismo, y para las empresas familiares de mayor tamaño, se apunta la salida al mercado de valores. La oferta pública de acciones en la Bolsa es una decisión estratégica que permite a los propietarios originales obtener financiación, y puede servir para acometer el crecimiento de la organización y diversificar el patrimonio.
Otra ventaja de la salida a Bolsa es que, a partir de ese momento, las acciones tendrán liquidez, poniendo la empresa en valor de mercado, facilitando la entrada y salida de accionistas. Pero son escasas las empresas familiares que en la Europa continental (España, por ejemplo) deciden salir a Bolsa. En primer lugar, porque sus estrategias de crecimiento no impliquen tales necesidades de financiación, sino que son lanzadas con la retención de beneficios, el endeudamiento a tipos de interés razonables o permitiendo la entrada de nuevos socios o del capital riesgo.
Hay que recordar que las compañías que cotizan en Bolsa tienen que cumplir con las exigencias de transparencia y difusión de información que exige la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Ello implica el consiguiente aumento de la estructura y burocracia empresarial para cumplir con dichas obligaciones (comisiones de diversa índole, oficinas de relación con inversores...). Por otra parte, la privacidad se verá mermada por las exigencias de información del regulador y las de los nuevos accionistas ajenos a la familia.
El status de empresa cotizada también puede hacer variar las exigencias de los accionistas en cuanto al reparto de dividendos, así como primar el logro y evaluación de objetivos a corto plazo. Según datos de 2006, en España, la ratio de distribución de beneficios como dividendos (pay-out) en las empresas familiares cotizadas se situó en torno al 21%, frente al 28,3% de media para las empresas del Ibex 35 y el 30,8% para el conjunto de empresas del mercado continuo.
La autofinanciación, sin embargo, dice el estudio, no resulta suficiente como vía para desarrollar estrategias para adquisiciones o procesos de internacionalización que hagan competitiva a la empresa, por lo que resulta necesario valorar la financiación ajena. -
La vía 'family office'
No todas las empresas familiares limitan sus posibilidades de crecimiento. En España, en torno al 60% de las grandes empresas es de tipo familiar. A medida que la empresa adquiere mayor tamaño y su estructura accionarial se amplía, algunas se plantean la creación de una family office. Esta gestiona el patrimonio del grupo familiar, y las inversiones financieras, inmobiliarias y empresariales, así como el asesoramiento fiscal, la planificación, e incluso la gestión del ocio para el grupo familiar o la educación de las nuevas generaciones. El principal objetivo, en cualquier caso, es la conservación y el crecimiento del patrimonio acumulado por el grupo familiar.
Las family office gestionan las inversiones de la familia empresarial, que aplica los fondos resultantes de sus políticas de dividendos, de los excedentes de tesorería,
de la venta de activos o incluso de su propia empresa familiar. En España existen en 2007 en torno a 60 family office individuales, de las que unas 25 son de empresas pertenecientes al Instituto
de Empresa Familiar (el 25% de sus 101 empresas miembro). -
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