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Tentaciones
Reportaje:TELEVISIÓN

El 'videoclip' resurge en España (pero nadie se ha enterado)

EN plena era de las telecomunicaciones, el matrimonio tele y música no pasa por su mejor momento. Las discográficas multinacionales, aquejadas por la piratería, se reservan la chequera para vídeos musicales de artistas masivos que les garanticen los números (aunque ni con ésas se acercan hoy a los generosos presupuestos de los noventa). "Además", añade Gemma del Valle, jefa de prensa de Subterfuge, sello responsable de éxitos como Dover o Marlango, "hay poco apego popular a este formato. Desde los ochenta, no podemos ver vídeos en las televisiones en abierto. Las opciones que existen ahora son de pago. Al contrario que en otros países, hemos crecido sin estar enchufados 24 horas a canales musicales, y eso se nota". Jesús Ordovás, mítico locutor de Radio 3 y comisario de la muestra Videoclips en España 1980-2006, nos cuenta por qué: "Cuando yo dirigía Ipop, en La 2, siempre quise poner videoclips, pero salía carísimo. Los grupos y las compañías nos los regalaban, pero luego teníamos que pagar alrededor de mil euros por minuto en derechos audiovisuales si queríamos emitirlos. En los años ochenta y en los noventa no había que pagar por estos derechos de imagen; por eso existían tantos programas del estilo". Ordovás habla de la Entidad de gestión de los derechos de propiedad intelectual de los productores (AGEDI). Las tarifas se pueden consultar en su página web mcu.es, aunque —aclaran desde su departamento de comunicación— éstas están sujetas a la negociación, siempre confidencial, que AGEDI haga con cada cadena en función de su naturaleza y necesidades.

Pero ¿existe una posibilidad, por pequeña que sea, de salvar el videoclip español del ostracismo? Quien piense que el formato está en crisis, es que no tiene una conexión a Internet.

"Hicimos nuestro primer videoclip hace cinco años", recuerda Óscar Romagosa, "y aunque cueste, siempre hemos tratado de transmitir una marca de calidad". Se refiere a Nanouk Films, productora catalana de vídeos de Marlango, Christina Rosenvinge o La Oreja de Van Gogh. Para los enterados, primer vértice del triángulo de productoras (las otras son Common Films o Les Noveaux Auters) a la vanguardia del género en España. Directores como Víctor Carrey, Marc Lozano o Luis Cerveró dicen buscar "la chispa, el punch y un buen ritmo interno" en sus trabajos, aunque crecieron más hechizados por la nouvelle vague que por los vídeos de gangsta rap con cochazos, mucho bling-bling y chicas en biquini que, en el fondo, les son más contemporáneos. Ante todo, se confiesan "más conceptuales que narrativos". Aunque no es sólo el concepto lo que les mueve: "Me motiva la belleza de algunos componentes del grupo", admite Cerveró, realizador de trabajos de Nanouk para Marlango, entre otros. "A mí, poder tener el control absoluto", aduce Nicolás Méndez, responsable a su vez de piezas para Christina Rosenvinge o Nixon. Carlos Periñán, director de arte en McCann Ericsson, cree que la singularidad de estos vídeos radica en que "son sofisticados, pero tienen algo infantil, como si sus autores fueran adultos jugando a ser niños". A ninguna agencia de publicidad española escapa ya que la creatividad y la factura de los productos Nanouk son algo excepcional en este país.

Aunque los clientes de la productora y los artistas que protagonizan sus clips son igual de conscientes, les quisimos plantear otra cuestión: averiguar el verdadero sentido del videoclip en el mercado actual. "Es parte del juego: uno se inventa un mundo con idioma, bandera e himno, y el vídeo musical lo ilustra. Es la oportunidad perfecta para colaborar con artistas de otro campo", opina Christina Rosenvinge. Para el dúo Nena Daconte "es un arte al servicio de otro. Desde luego, tiene una importancia capital en la carrera de un artista". Leonor Watling, actriz y voz en Marlango, no se engaña: "Para la compañía, el videoclip es promoción; para el director, un ejercicio de estilo, y para nosotros, un capricho. Es una cosa que hay que hacer y, ya que estamos, nos intentamos rodear de gente que lo haga con cariño y pasión".

Pero, ¿quién manda realmente? ¿Hasta qué punto tiene el artista poder sobre la obra del realizador? ¿O… es al revés? "Cualquier vídeo en el que aparezca yo es un vídeo horrible, así que hace tiempo que no ruedo", explica Francisco Nixon, ex de Australian Blonde y ahora artista en solitario, "y como muchas veces me aconsejan que salga, supongo que la respuesta es que no me dejo aconsejar. Además, la gente no se imagina lo aburrido y cansado que es un rodaje…". Nena Daconte se muestran menos radicales: "De entrada nos dejamos aconsejar, salvo en ocasiones en las que la letra o la música nos inspiren un mensaje concreto. No somos el típico grupo que se queda parado esperando indicaciones. Nos gusta tener un poco el control". Marlango, en cambio, transige más: "Nos gusta que el director se pelee por su visión de la música. Cada uno tiene sus imágenes cuando escucha una canción; con suerte, un buen realizador te regalará las suyas. Lo que hacemos es hablar mucho, y luego ellos hacen lo que quieren". Rosenvinge lo tiene igual de claro: "Si te gusta el trabajo previo de la productora, como es el caso, hay que dar total libertad al director. Un videoclip no es un spot publicitario. Tiene que ser una obra totalmente personal del realizador con el que tú te identificas. Al fin y al cabo, el clip es obra suya".

Un mundo personalísimo que conjuga egos y sensibilidades no siempre acordes con las reglas del mercado, pero que, afortunadamente, ha encontrado a su inevitable aliado: Internet. En Nanouk aseguran que "el vídeo ganará mucho peso específico gracias a la difusión a la carta". Por su parte, Subterfuge opina que el evidente recambio generacional que se gesta en el ciberespacio se debe en buena parte a la sana competencia: "Si no puedes rivalizar con los presupuestos de los vídeos más comerciales que el gran público demanda, tendrás que hacerlo con una idea potente. Eso agudiza el ingenio". Una vez más, a la democracia por la electrónica. "En España se hacen ahora muchos más clips que en los ochenta", avala Jesús Ordovás. "Antes era imposible lograrlo por menos de cinco millones de pesetas. Pero en la era de lo digital es muy fácil rodarlos, y puedes verlos tantas veces como quieras en YouTube o MySpace". Bigas Luna (que ha dirigido videoclips para su película Yo soy la Juani o para Gato Pérez) es todavía más entusiasta: "Gracias a la Red cada uno hacemos la programación de nuestro propio canal. Es más: cada uno de nosotros es un canal de televisión. Los analfabetos del siglo XXI serán aquellos que no sepan manejar las imágenes".

La televisión, elemento natural del género, ¿queda entonces oficialmente descartada? Veamos: Sol Música, Los 40, MTV y FlyMusic son las principales cadenas de pago que emiten vídeos musicales, y en ellas no parece especialmente difícil entrar. "Colocarlos en la tele depende de la calidad de su factura, de la canción, del tipo de artista y del espíritu del canal", aclara Gemma del Valle, "y por supuesto depende del momento en que lo presentes. Si tu lanzamiento coincide con lanzamientos importantes de multinacionales, ponte a la cola". Pero, para entendernos, ¿cuánto hay que pagar por colocar un videoclip en un canal? "Subterfuge nunca ha pagado por ello. Pero tampoco me parece criticable que se haga. Se trata de empresas privadas que viven de la publicidad y, cuanto más beneficio económico obtengan, más margen tendrán para hacer programas de producción propia".

Pese a las dificultades, a día de hoy sigue sin haber mejor tarjeta de presentación para un artista que un videoclip. Pero también para sus realizadores puede significar un auténtico pasaporte al cielo… cinematográfico (aunque no sea inicialmente lo que están buscando, como arguyen muchos de los consultados). Desde Nanouk Films nos confirman que están "preparando una película, Las dos vidas de Andrés Rabadán. Se trata de la ópera prima de Ventura Durall y está basada en la historia real del famoso asesino de la ballesta". El videoclip, ese género supuestamente menor que nos ha regalado a cineastas como David Fincher, Michel Gondry o Spike Jonze. Y que en España es una industria en pleno apogeo, aunque nadie se haya enterado.

Imagen del rodaje de <i>Hold me tight,</i> de Mariango.
Imagen del rodaje de Hold me tight, de Mariango.

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