Belleza y mestizaje
En Barcelona, de repente, pueden suceder cosas insólitas. Como ver aparecer a una personalidad de la música tan importante como Anouar Brahem en una iglesia para ofrecer un concierto gratuito. Y, además, extraordinario. Así sucedió el martes en la iglesia de Sant Felip Neri. La nueva visita de Brahem a la capital catalana llegaba de la mano del Instituto Europeo del Mediterráneo que este año ha decidido montar un ciclo de conciertos gratuitos con diversas muestras de las músicas que se realizan en las costas del mar que justifica su existencia. Loable idea, ya que en el programa, que se extenderá hasta finales de año, se incluyen nombres como Julian Weiss y Les Musiciens du Nil.
Anouar Brahem
Músiques de la Mediterània. Iglesia Sant Felip Neri. Barcelona, 29 de abril.
La única objeción que puede ponerse a este ciclo es la ubicación de sus conciertos. La iglesia de Sant Felip Neri es magnífica para los que encuentran asiento en las primeras filas, pero atrás la visibilidad es nula; la incomodidad, importante y, si el concierto no es amplificado (por suerte el de Brahem lo fue), la audición resulta muy limitada. Tal vez no sería necesario que estos conciertos fueran gratuitos pero que se pudieran disfrutar en un local más adecuado.
Más allá de estas consideraciones, la iglesia se llenó justificadamente con Brahem, uno de los puntales de la mítica discográfica ECM, que presentaba una de sus últimas producciones para el sello: Le voyage de Sahar. Recuperando las partituras y las esencias de una de sus mejores grabaciones, el laudista tunecino estuvo magistralmente acompañado por el pianista François Couturier y el acordeonista Jean-Louis Matinier.
La actuación de Brahem y sus dos compañeros de escenario representó una de las mejores exhibiciones que pueden enmarcarse en el Año Europeo del Diálogo Intercultural en el Mediterráneo, que conmemora también este ciclo, porque fue un auténtico diálogo intimista y sincero entre la música andalusí y la sensibilidad del jazz contemporáneo y de la música popular francesa. Un diálogo profundo, cargado de sentimiento y muy bello. Brahem pudo demostrar una vez más sus virtudes con el laúd, su enorme capacidad para tender puentes entre el clasicismo y la contemporaneidad. Un concierto modélico, de los que rompen fronteras estéticas (y, más deseable aún, mentales) y levantan el ánimo al espectador.
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