Obras que llaman al espectador
Cuatro instalaciones buscan la interactuación con el público en el Guggenheim - La pieza de Rirkrit Tiravanija ofrecerá actividades diarias
No son obras de arte ante las que el espectador se sitúa a unos metros de distancia para contemplarlas. Las cuatro instalaciones que el Museo Guggenheim ha reunido en una exposición buscan, utilizando todas las disciplinas artísticas a su alcance, que el espectador interactúe con el espacio que ocupan. Vídeo, escultura, sonido y pintura se combinan para envolver a quien visita la muestra. Las cuatro piezas son creaciones de Javier Pérez (Bilbao, 1968), David Altmejd (Montreal, 1974), Rirkrit Tiravanija (Buenos Aires, 1961) y Matthew Ritchie (Londres, 1964), que proceden de los fondos de los museos Guggenheim.
"La instalación no es otro medio de producción artística, es el medio que puede reunir todo en una única obra en la que puede entrar el público e interactuar", explica el comisario de la exposición, Nat Trotman, conservador del Guggenheim de Nueva York. La búsqueda de la participación es más evidente en Sín título 2002 (lo prometió), la instalación de Tiravanija. La obra que presenta el Guggenheim contiene una réplica de la casa del arquitecto Rudolf M. Schindler en Hollywood. La madera y el cemento del edificio original se han convertido en una estructura de cromo y acero inoxidable que será el escenario de un programa de actividades diarias, desde música en directo a talleres para ejercitar la memoria. El museo ha invitado a 2.300 asociaciones del País Vasco a participar en el proyecto. La recepción de propuestas está abierta hasta el 31 de mayo. Además, los jueves, de 11 a 13 horas, el público prodrá grabar en el interior de la instalación "mensajes al mundo" sobre la participación, que se difundirán a través de la página web del museo.
En El problema de la jerarquía (2003), Ritchie combina murales con una alfombra, una caja de luz y una escultura, en una instalación que envuelve a a los visitantes. La obra de Pérez, Máscara de seducción (1997) procede de una performance realizada por el artista en la inauguración de una exposición. Altmejd presenta una escultura geométrica de espejos en la que aparecen esqueletos, flores y animales disecados.
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