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Reportaje:Gran Premio de España de fórmula 1

Del júbilo a las lágrimas

Los 132.600 aficionados que casi llenaron el circuito vivieron con pasión la carrera de Alonso

Robert Álvarez

De la fiestaza al funeral. De un día para otro, los 132.600 aficionados que se dieron cita en el circuito de Montmeló experimentaron el cataclismo emocional que lleva emparejado el triunfo y el infortunio de un ídolo de masas. Las mismas gradas rebosantes de entusiasmo del sábado se convirtieron en un valle de lágrimas el domingo. Cuando el motor del Renault de Fernando Alonso, en la vuelta número 34, empezó a echar humo, la marea azul, esos miles de incondicionales, muchos de ellos de Asturias, muchos tan apasionados como para pagar más de 300 euros por un asiento, meterse más de 2.000 kilómetros entre pecho y espalda y pasarse entre seis y ocho horas en el circuito, enmudecieron. Algunos no pudieron evitar las lágrimas. "Ha sido triste, una desilusión. No lo esperábamos", decía Raúl, de la Peña F1-Oviedo, que fletó 19 autobuses hasta Montmeló y colgó, en la barandilla de la grada N, una de las banderas gigantes de apoyo al piloto asturiano. Tras retirarse, Alonso continuó recibiendo el apoyo del público. Agradecido, el bicampeón mundial trepó por uno de los montículos adyacentes al trazado y se abrazó con algunos aficionados. Acto seguido enfiló el camino del paddock.

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Todos estuvieron con Alonso. El rey Juan Carlos, muy aficionado al deporte del motor, llegó al circuito en helicóptero una hora antes de la carrera y le deseó suerte, al igual que el presidente de la Generalitat, José Montilla. También presenciaron la carrera en directo deportistas como Jorge Lorenzo, Carlos Sainz, Isidre Esteve, Severiano Ballesteros o David Nalbandian, entre otros muchos.

No se batió el récord de asistencia al circuito, establecido el año pasado con 140.700 personas, pero sí las previsiones iniciales. Las colas en las carreteras de acceso, tanto antes como después de la carrera, resultaron inevitables, aunque los espectadores llegaron de forma escalonada y el abandono de Alonso también supuso un efecto positivo: muchos espectadores, decepcionados, se fueron antes de que concluyera la prueba. Fue un jarro de agua fría.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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