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No somos la Lega

El relativo éxito de la Lega de Umberto Bossi en las últimas elecciones italianas puede hacer revivir en Cataluña algún intento expresado hace ya tiempo de encontrar paralelismos entre este movimiento del norte de Italia y el catalanismo. De hecho, la Lega nació pidiendo la autonomía de la Padania, la amplia región del Po a la que pertenecería todo el norte del país, y en algunos momentos se ha declarado independentista. Su participación el nuevo Gobierno, en coalición con Berlusconi, y unos resultados electorales notables, con un gran crecimiento en las ciudades y arañando votos a prácticamente todos sus oponentes, podría revivir la fascinación que el fenómeno legista ha provocado a ratos en algunos sectores del nacionalismo catalán. Tradicionalmente, de forma curiosa, más en la órbita de Esquerra que en la de CiU y en la base de algunas apelaciones un tanto insólitas a un independentismo no nacionalista.

El catalanismo responde a una demanda más rica y más necesaria

El éxito guadiánico de la Lega de Bossi ha generado en estos sectores catalanistas la tentación de construir un movimiento político potente a partir de una forma exclusiva del agravio fiscal. Es lo que hizo Bossi. En una Italia donde las distancias económicas entre el norte industrial y el mezzogiorno son bastante mayores que las que se dan en España, Bossi supo recoger el cansancio del norte por la transferencia crónica de recursos a un sur que vivía del Estado y nunca llegaba a despegar. ¿Nacionalismo padano? En Italia la tensión económica norte-sur es mucho mayor que en España, pero en cambio el sentimiento identitario es mucho más homogéneo. La italianidad está mucho menos en discusión. La Padania no es el marco de una identidad cultural, de un sentido de pertenencia histórico. El concepto nació prácticamente como un sindicato de agraviados, la liga de los que siempre pagan contra los que siempre cobran y contra el Estado que se basa en este trasvase crónico y estructural de recursos. Contra el sur que se aprovecha y contra la Roma ladrona que vive de un Estado que sólo sirve para esto, que es visto en todo lo demás como ineficiente y superfluo.

El experimento de la Lega ha funcionado a ratos. Ahora vuelve a funcionar, parece. Pero no creo que sea en absoluto un modelo o un espejo para el catalanismo. En otras palabras, no creo que tenga sentido construir a imagen y semejanza de la Lega un catalanismo fundamentado sólo en el bolsillo y en las balanzas fiscales. Ciertamente, si se publican las balanzas fiscales, se verá claramente que los ciudadanos de Cataluña reciben del Estado menos de lo que les correspondería a cambio de sus impuestos, en nombre de una solidaridad que, si no queremos llegar al mal ejemplo italiano, no puede enquistarse ni convertirse en estructural. Pero el catalanismo no nació como la expresión de un agravio fiscal, como lo hizo la Lega. El catalanismo nace de la existencia de una identidad, de una lengua, de un marco de referencias, de un sentimiento de pertenencia, que no se han dado tradicionalmente en la Padania ni creo que se den ahora. Convertir este movimiento constructivo, afirmativo, de raíz cultural integradora, en la pura expresión de un malestar económico y fiscal sería una autoamputación, una reducción. Sería empobrecer las bases conceptuales del catalanismo. La reivindicación fiscal es posible y puede ser muy justa. Pero no basta. No hablamos sólo del bolsillo.

Decía que la Lega nació como la expresión de un malestar fiscal del norte de Italia, muy explicable, pero que no tenía en origen ni otro programa ni otro horizonte que corregir un sistema que consideraban desfavorable. Sobre eso, la Lega ha construido -o al menos lo han hecho algunos de sus sectores- una parafernalia dudosa, una cierta simbología sobre el vacío, y ha adquirido otras especialidades. Por ejemplo, se ha especializado en un discurso contra la inmigración muy cercano al que en otros países europeos ha adoptado la extrema derecha. Y se ha convertido en el aliado estructural de Berlusconi, aunque con algunas tensiones a la hora de repartirse el poder. No deja de ser paradójico que un movimiento que en ocasiones ha reivindicado la independencia de la Padania sea el aliado permanente de un partido que se nació llamándose Forza Italia, es decir, al amparo de la expresión más primaria del patriotismo italiano. Pero me temo que estas derivaciones de la Lega hacia un discurso duro contra la inmigración y hacia una alianza permanente con el populismo conservador de Berlusconi precisamente nacen de la limitación y de la especialización excesiva de su impulso inicial. Si creas un movimiento sólo a partir del agravio y del malestar fiscal, si la Lega responde sólo a una fórmula reactiva muy delgada y muy concreta, es fácil que derive hacia la paradoja y el puro mal humor. En cualquier caso, no me parece que la fórmula deba ejercer sobre nosotros ningún tipo de fascinación. El catalanismo es otra cosa. No sólo la expresión de un malestar fiscal. Aunque la Lega obtenga buenos resultados, yo creo que el catalanismo responde a una demanda más amplia, más rica y en el fondo más necesaria.

Vicenç Villatoro es escritor.

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